Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Par,
Semana No. 12, Sábado
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Grita al Señor, laméntate, Sión * No olvides sin remedio
la vida de tus pobres. * Vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con
Abrahán, Isaac y Jacob
Textos para este día:
Lamentaciones 2, 2. 10-14. 18-19:
El Señor destruyó sin compasión todas las moradas de Jacob, con su indignación
demolió las plazas fuertes de Judá; derribó por tierra, deshonrados, al rey y a los
príncipes.
Los ancianos de Sión se sientan en el suelo silenciosos, se echan polvo en la cabeza
y se visten de sayal; las doncellas de Jerusalén humillan hasta el suelo la cabeza.
Se consumen en lágrimas mis ojos, de amargura mis entrañas; se derrama por
tierra mi hiel, por la ruina de la capital de mi pueblo; muchachos y niños de pecho
desfallecen por las calles de la ciudad.
Preguntaban a sus madres: "¿Dónde hay pan y vino?", mientras desfallecían, como
los heridos, por las calles de la ciudad, mientras expiraban en brazos de sus
madres.
¿Quién se te iguala, quién se te asemeja, ciudad de Jerusalén? ¿A quién te
compararé, para consolarte, Sión, la doncella? Inmensa como el mar es tu
desgracia: ¿quién podrá curarte?
Tus profetas te ofrecían visiones falsas y engañosas; y no te denunciaban tus
culpas para cambiar tu suerte, sino que te anunciaban visiones falsas y seductoras.
Grita con toda el alma al Señor, laméntate, Sión; derrama torrentes de lágrimas, de
día y de noche; no te concedas reposo, no descansen tus ojos.
Levántate y grita de noche, al relevo de la guardia; derrama como agua tu corazón
en presencia del Señor; levanta hacia él las manos por la vida de tus niños,
desfallecidos de hambre en las encrucijadas.
Salmo 73:
¿Por qué, oh Dios, nos tienes siempre abandonados, / y está ardiendo tu cólera
contra las ovejas de tu rebaño? / Acuérdate de la comunidad que adquiriste desde
antiguo, / de la tribu que rescataste para posesión tuya, / del monte Sión donde
pusiste tu morada. R.
Dirige tus pasos a estas ruinas sin remedio; / el enemigo ha arrasado del todo el
santuario. / Rugían los agresores en medio de tu asamblea, / levantaron sus
propios estandartes. R.
En la entrada superior / abatieron a hachazos el entramado; / después, con
martillos y mazas, / destrozaron todas las esculturas. / Prendieron fuego a tu
santuario, / derribaron y profanaron la morada de tu nombre. R.
Piensa en tu alianza: que los rincones del país / están llenos de violencias. / Que el
humilde no se marche defraudado, / que pobres y afligidos alaben tu nombre. R.
Mateo 8, 5-17:
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, un centurión se le acercó
diciéndole: "Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre
mucho". El le contestó: "Voy yo a curarlo". Pero el centurión le replicó: "Señor,
¿quién soy yo para que entres bajo mi techo? Basta que lo digas de palabra, y mi
criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis
órdenes y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz
esto", y lo hace".
Cuando Jesús lo oyó quedó admirado y dijo a los que le seguían: "Os aseguro que
en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de
oriente y occidente y sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos;
en cambio, a los ciudadanos del Reino los echarán afuera, a las tinieblas. Allí será el
llanto y el rechinar de dientes. Y al centurión le dijo: "Vuelve a casa, que se cumpla
lo que has creído". Y en aquel momento se puso bueno el criado.
Al llegar Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra en cama con fiebre; la cogió
de la mano, y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirles. Al anochecer, le
llevaron muchos endemoniados; él con su palabra expulsó los espíritus y curó a
todos los enfermos. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: "El tomó nuestras
dolencias y cargó con nuestras enfermedades".
Homilía
Temas de las lecturas: Grita al Señor, laméntate, Sión * No olvides sin remedio
la vida de tus pobres. * Vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con
Abrahán, Isaac y Jacob
1. Del Engaño al Desengaño
1.1 En medio de la tristeza propia de los acontecimientos que cuenta la primera
lectura, cuando el asedio a Jerusalén y el destierro a Babilonia, hay preciosas
enseñanzas que no debemos dejar perder.
1.2 Una muy importante es esta: al engaño sólo puede seguirle el desengaño. Las
llamadas que Dios hacía con insistencia, clamando la conversión de su pueblo,
fueron ahogadas por voces espurias, voces de los falsos profetas, que inducían a
una falsa seguridad. A este engaño siguió el amargo desengaño, pero ya era
demasiado tarde.
1.3 Santa Catalina de Siena enseña que es estrategia del demonio mantenernos
con los ojos vendados mientras vivimos y quitar la venda a la hora de la muerte. Lo
primero para que andemos engañados y pensemos que no importa pecar; lo
segundo para que nos desengañemos cuando ya es, o parece que es, demasiado
tarde, de modo que pasemos de la frivolidad a la desesperación.
1.4 Un verdadero cristiano no cae en ese engaño. Vive con los ojos abiertos, se
arrepiente de sus culpas y cree en Cristo y los medios que Cristo nos ha dado para
conocer la voluntad de Dios a través de su Iglesia y de los sacramentos. Como no
vive engañado ni cultiva falsas seguridades, tampoco teme la horas del desengaño
ni el golpe frío de la desesperación. Su ancla está firme en el océano luminoso de la
misericordia divina.
2. Dios nos hace dignos
2.1 Con tanta fe como humildad el centurión romano del evangelio de hoy dijo una
hermosa profesión de fe: "yo no soy digno de que entres en mi casa; con que digas
una sola palabra, mi criado quedará sano".
2.2 Y aunque se creía indigno, recibió elogio de Jesucristo, que con su palabra de
admiración lo hizo digno no sólo de aquel milagro esperado sino también digno de
habitar para siempre las páginas del evangelio, junto a nuestro Divino Salvador.
Jesús lo hizo digno.
2.3 El centurión estaba seguro del poder de Jesús. Miraba a Nuestro Señor como
uno que tiene autoridad en su palabra, pues entendía que la enfermedad y el mal
tenían que obedecer a Cristo así como los soldados de un regimiento obedecen a su
general. Este tipo de fe trasciende el hecho puntual de la enfermedad de aquel
criado. Es verdaderamente una manera de mirar el mundo.
2.4 Si Cristo es el gran comandante de todas las fuerzas del universo, si la
enfermedad y el mal finalmente tienen que obedecer a su palabra, entonces
debemos entender que todo mal tiene un lugar y un sentido dentro del conjunto de
un plan más amplio que nosotros no vemos pero que nuestro Rey y Emperador,
nuestro Jefe y General sí está viendo. Es maravilloso entender esto.
Fr. Nelson Medina, O.P.