Ciclo B. XIII Domingo del Tiempo Ordinario
Pedro Guillén Goñi, C.M.
Hoy el evangelio nos presenta una escena dura desde el punto de vista humano: la
desesperación de un padre que presiente la muerte cercana de su hija de doce
años. Para los padres no existe mayor dolor que ver morir a un hijo y, siendo éste
todavía adolescente, el sufrimiento se multiplica. No resulta extraño, entonces, que
Jairo, el padre de la criatura, recurriera con insistencia a suplicar a Jesús que curara
a su niña.
En simultáneo con esta experiencia también al Señor lo llaman para que cure a una
mujer que sufre flujos de sangre. Esta enfermedad, en la mentalidad de entonces,
implicaba que quien la padecía había pecado contra el Señor, cometiendo
impurezas. La mujer además sufría marginación y desprecio y Jesús, al curarla, la
integra a la sociedad, le perdona sus pecados y la llena de paz.
En la actuación de Jesús destaca la discreción, lo hace con humildad y sencillez. Lo
hace con naturalidad porque Dios es la vida y quiere que todos se sientan felices,
liberados de la discriminación social y del dolor físico. Sanando a una mujer
legalmente marginada por impura rompe las barreras de la hipocresía y de la
mentira y reivindica la autenticidad y la comprensión. Jesús aparece como el único
médico capaz de otorgar al ser humano su genuina dignidad, la vida verdadera, la
tranquilidad futura para sí misma y para los suyos.
Al resucitar a la hija de Jairo de muestra que es capaz de dar la vida incluso desde
la misma muerte. Anticipa el sentido de su propia resurrección que es solidaria y
vinculante ya que todos resucitaremos con Él en la eternidad.
Jesús realiza todos los signos o milagros que nos describen los evangelios desde la
fe. La fe libera y da vida. Hoy también cada uno de nosotros deberemos analizar
qué situaciones esclavizan y cómo podemos aportar nuestro granito de arena para
superarlas. Específicamente en el contexto de las mujeres todavía hay muchos
signos de violencia, maltratos, exclusión que deberemos mejorar para ponernos en
sintonía con la actuación de Jesús.
El proceso de la fe en el seguimiento de Jesús es dinámico, progresivo, hasta
alcanzar la plenitud de la adhesión a su propia persona. Los dos ejemplos referidos,
la hija de Jairo y la mujer enferma se aproximan a Jesús venciendo los temores,
superando las dudas y los obstáculos y se ven recompensadas con la curación
integral.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)