XIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Introduccion a la Semana
Salpica esta semana la fiesta litúrgica del apóstol Tomás, tan nuestro, que en el
segundo domingo pascual adquiere un notable protagonismo. Conviene evocarlo
con hondo sentido creyente pues su nombre y memoria nos congrega con los
cristianos malabares y los sirio-occidentales; no perdamos esta oportunidad de
orar por la unidad de todos los seguidores de Cristo Jesús, el que puso en
evidencia la incredulidad de Tomás en el cenáculo.
No tienen desperdicio los mensajes de la mesa de la Palabra de este domingo
decimotercero del Tiempo Ordinario. Así, la Sabiduría nos evoca que para la
inmortalidad nos ha creado nuestro Padre Dios, amén de hacernos a su
semejanza. Si esto se nos antojara escaso, Pablo anima a los cristianos de
Corinto a una colecta a favor de los pobres de Jerusalén, porque la solidaridad es
una manera concreta de vivir la fe y la fraternidad, a ejemplo de Cristo. El texto
evangélico narra dos signos benefactores de Jesús de Nazaret sobre dos mujeres
(una con flujo de sangre, otra la hija de Jairo) que dicen con viva elocuencia que
el Reino de Dios ya está presente entre nosotros.
A lo largo de la semana escucharemos fragmentos del mensaje profético de
Amós, el pastor de Técoa, que en un contexto de prosperidad con Jeroboam II
no le quedó más remedio que denunciar el insulto de tanta riqueza para la
miseria de los oprimidos. Este tono de verdad profética ya resuena desde el
mismo lunes de esta semana, y continúa con estilo a veces retóricamente
acusador en los diversos fragmentos, viniendo a decir que Yahvé no quiere más
sacrificios, sino que fluya en el pueblo el agua de la justicia de forma
permanente. Por no escuchar a Dios, el pueblo será cautivo, pero en la
cautividad no será abandonado por su valedor.
El capítulo 8 de San Mateo (desde el verso 18) y el 9 (hasta el verso 17) son los
textos evangélicos de la lectura continua de esta semana. Son palabras de
seguimiento, invitación a perder los miedos aunque arrecie el vendaval de la
vida y del mundo, afirmación que todo dolor duele a Jesús que no sólo perdona
los pecados sino que libera al paralítico de sus trabas para caminar y, lo más
importante en el sentido religioso transparente que nos ofrece el Maestro de
Galilea: misericordia quiero y no sacrificios. ¡Como para mantener coartadas
pseudorreligiosas en el momento presente!
Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)
Con permiso de dominicos.org