Comentario al evangelio del Miércoles 04 de Julio del 2012
Queridos amigos y amigas:
La escena del evangelio de hoy es un buen pasaje para contemplar, para meterse en la historia, para
mirar a la cara a sus personajes, más allá del ropaje cultural en el que nos viene presentada.
Por un lado, están dos personas “endemoniadas”. ¿Qué les pasaba? El evangelista nos da pocos datos,
pero suficientes: vivían en el cementerio, muertos en vida, apartados de la civilización; estaban
furiosos, agresivos, fuera de sí... ¿quién no lo estaría si las circunstancias de la vida lo hubieran
confinado al cementerio? Y provocaban temor, de forma que nadie se atrevía a ir por donde ellos iban.
Ante ellos aparece Jesús. Él mismo ha decidido acercarse. Ha querido ir “a la otra orilla”, a esa tierra
concreta. Y los que llamaban “endemoniados”, quién sabe si por la novedad o por la esperanza,
“salieron a su encuentro”. Y ante Jesús, hacen lo único que parece sabían ya hacer: gritar. Y Jesús no
se aparta, no echa a correr asustado como los demás, sino que permanece, de pie, ante ellos. Quizá por
eso los dos hombres pronuncian una segunda frase que suena a petición de ayuda, vislumbrando una
posible salida de su situación. Y Jesús entra en diálogo con ellos. Y en esa acogida incondicional, son
liberados del mal que les acechaba. La salvación, de la mano de la liberación, ha llegado a su vida.
Frente a Jesús, los del pueblo no se enteran de nada. No les ha gustado el cambio de la situación.
Estaban acostumbrados a apartar a aquellos hombres. Vivían más tranquilos. Ahora parecen
preocuparse más de las molestias que les ocasiona el cambio que de la salud de sus paisanos. Todo lo
contrario de Jesús.
Ante este pasaje podemos meternos en la piel de los hombres llamados “endemoniados”: ¿cuáles son
mis “demonios” –los que me hacen ir por la vida sin vida, con ira, asustando a los demás-? Podemos
meternos en la piel de los del pueblo: ¿cómo reacciono ante los “demonios” de otros y ante sus
posibles cambios? O podemos ponernos en el lugar de Jesús, para aprender de su acogida
incondicional que hace posible la salud integral y la vida.
Que disfrutes de esta bonita historia.
Vuestro hermano en la fe:
Luis Manuel Suárez, claretiano (luismanuel@claretianos.es)
Luis Manuel Suarez, cmf