XIV DOMINGO ORDINARIO B
(Ezequiel 2:2-5; II Corintios 12:7-10; Marcos 6:1-6)
Nos cuesta regresar a casa. Eso es, no es fácil volver a nuestro pueblo después de
alejarse por muchos años. Una novela trata de un hombre regresando a su pueblo
donde el minar carbón es la única industria. Ha estado en la ciudad por varios años,
primero para estudiar, entonces para trabajar y tener familia. ¿Lo aceptarán sus
paisanos como héroe que hizo bien en el mundo? O ¿lo rechazarán como traidor por
abandonar sus orígenes? Se ve esta tensión en el evangelio hoy con Jesús en
Nazaret por la primera vez en un buen rato.
El pasaje no describe cómo Jesús predica ni lo que dice. Sin embargo, podemos
imaginarlo hablando con toda la confianza de un catedrático y toda la sensibilidad
de una nodriza. Expresa el amor de Dios hacia el mundo, y la necesidad de
responder con la justicia. Básicamente es el mensaje que queremos relatar a
nuestros hijos: que Dios nos ha creado y le debemos todo. Como mínimo tenemos
que asistir en la misa dominical y tratar al otro con justicia durante la semana.
Aunque parece básica este mensaje tarea, muchos padres se vuelven frustrados
comunicándolo a sus hijos. Cuando les piden que vayan a misa, reaccionan como si
sus padres vivieran en las edades medias. Les parecen irrelevante la religión y
caduca la moral católica. "No" - responden - "Jesús tenía que ser Jesús y yo tengo
que ser yo". No es muy diferente del rechazo que Jesús recibe en el evangelio. Otra
vez se puede imaginar lo que está teniendo lugar: "Este es Jesús, el carpintero" -
hablan sus paisanos entre sí - "¿Por qué él finge ser un profeta?"
Jesús no puede hacer ningún milagro en Nazaret porque la gente no lo ve como
actuando en el nombre de Dios. Al contrario, todo lo que hace en sus ojos es tan
ordinario como el levantar del sol. Para ellos sus curaciones son como la aspirina
para la gripa - eso es, lo que el médico ordena. Así muchos consideran la Iglesia
hoy - un negocio como cualquier otro. Vienen a la parroquia pidiendo el Bautismo
como si fuera una vacuna y la quinceañera como si no más que el pretexto para
una fiesta. Piensan que pueden escoger entre las doctrinas como si fueran las
verduras en el bar de ensalada. “Si” – dijeran – “creo en la inmaculada concepción
de María pero no creo en la infalibilidad del papa”.
Es para nosotros - católicos comprometidos - cambiar esta visión equivocada.
Nuestro propósito aquí no es tanto regañar a nuestros muchachos sino mostrarles
la felicidad de acompañar a Jesús cien por ciento. Esto es lo que significa la "Nueva
Evangelización" en breve. En vez de reprochar a nuestros hijos con amenazas,
queremos mostrarles lo que significa la presencia del Señor en nuestras vidas. En
lugar de practicar la fe por costumbre, tenemos que explicar la razón de no ver la
pornografía y siempre decir la verdad. Un hombre viene en retiro con su hijo por
cinco días. Porque están en un monasterio, no hablan nada. Pero no hay necesidad
de palabras porque el muchacho puede ver el amor que tiene su padre para Jesús.
"Está bien" - dicen muchos -"pero nosotros no vamos al monasterio para retiros".
Se ve el mismo tipo de compartir la fe en las reuniones de oración donde los hijos
acompañan a sus padres. Allí están en la orilla haciendo sus tareas de escuela
viendo el amor de sus padres para Jesús.
Es el Día de Acción de Gracias. La madre de la familia no reprocha a su familia;
más bien relata a su familia cómo sería Jesús si viviera en el mundo hoy. Dice:
“Antes de tener la comida en su casa, todos iremos a misa entonces al salón de la
parroquia para servir servirán pavo a los pobres”. No importa si o no quieren
hacerlo. Es acompañar a Jesús.
Padre Carmelo Mele, O.P.