XV D OMINGO DEL T IEMPO O RDINARIO
(Am 7, 12-15; Sal 84; Ef 1, 3-14; Mc 6, 7-13)
L A P ALABRA
-«No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y
cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al
rebaño y me dijo: "Ve y profetiza a mi pueblo de
Israel."» (Am)
“Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de
crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor.” (Ef)
“En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos” (Mc)
M EDITACIÓN
Personaliza la Palabra que hoy se proclama en la Liturgia. Escucha dentro de ti la
insistencia de los textos sobre la elección que hace Dios de personas concretas para que sean
portavoces del mensaje revelado, de la verdad divina, del Evangelio.
Observa cómo no sólo se alude a una persona aislada, como en el caso de Amós, ni
únicamente a los apóstoles, los colaboradores más íntimos de Jesús, sino que San Pablo
extiende la elección a cada persona, y además, desde antes de nacer, desde antes de la historia.
Hay textos bíblicos, recordados últimamente con motivo de la fiesta de San Juan
Bautista, que llegan a afirmar que se nos ha elegido antes de ser concebidos, se nos ha
consagrado en el seno de nuestras madres antes de nacer y destinado a que seamos luz de las
naciones.
Tú eres un proyecto de Dios, y tienes una misión concreta en tu vida, según tus propios
dones y capacidades, por los que se te ha dispuesto para ayudar a tus hermanos en la fe, y a
todos los que quieran acoger la verdad de la salvación.
Se sobrecoge el corazón cuando se da crédito a la Palabra: “Dios, Padre de nuestro
Señor Jesucristo, nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes
espirituales y celestiales”. Y ningún don es para provecho propio, sino para difundir y servir.
¿A qué te sientes llamado? ¿A qué te sientes enviado?
O RACIÓN
Señor que me has llamado a la vida y sin méritos propios me has regalado la fe, el don
precioso de conocerte y de saberme amado por ti; que en el bautismo me has nombrado
profeta y me has agregado al número de tus discípulos y seguidores: no permitas que
defraude tu confianza, ni la esperanza de los que me rodean. Sé Tú mismo quien lleve a
término la misión que me has confiado. Que nunca, por inconsciencia o vanidad, sea
pretencioso por creerme protagonista de lo que es enteramente tuyo, sino que me preste,
gracias a tu misericordia, a abrazar cada día tu voluntad.