COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires –
ciclo 2012)
08 de julio de 2012 – 14º domingo durante el año
Evangelio según San Marcos 6, 1-6 (ciclo B)
Jesús se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó
el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo
escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto?
¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros
que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo
de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y
sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos
un motivo de tropiezo. Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado
solamente en su pueblo, en su familia y en su casa". Y no pudo
hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos,
imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús
recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente .
¿Creemos en Jesucristo?
Estamos ante el tema de la incredulidad, que por un lado es ignorancia pero
por otro es obstinación. Y además puede ser dureza de corazón. En el
antiguo Israel los profetas decían y querellaban con el pueblo: “pueblo de
dura cerviz, de corazn endurecido” y el mismo Seor lo había dicho.
La idolatría es sustituir a Dios e ir a otros dioses. No es una cosa del
pasado, también es una cosa actual, vigente. ¿Cuáles serían las idolatrías
en las que uno pueda caer? Muchas veces cuando uno absolutiza alguna
cosa creada, léase sexo, poder, dinero, fama, influencias, en las que de
alguna forma uno gasta su energía en algo perentorio y pasajero. También
es absolutizar algo particular, algo de “poca monta”, algo de poca densidad.
El otro tema es la incredulidad, que puede tocar al pueblo de Israel y que
nos puede tocar a nosotros como Pueblo de Dios, del que formamos parte.
Una incredulidad, por ejemplo, cuando decimos que tenemos fe pero que es
una fe diferente, o una fe de ignorancia. El Santo Padre, Benedicto XVI,
habla mucho de una fe negligente. Aquellos que dicen que tienen fe pero
después, del modo como viven, como piensan, como actúan o como
realizan las cosas, son contrarias a la fe: el indiferentismo religioso.
Al recordar el inicio del Concilio Vaticano II y en el aniversario de los veinte
años del Catecismo Universal, el Papa nos invita a vivir el Año de la fe; para
volver a instaurar el tema principal en nuestra vida: si creemos en
Jesucristo, el Hijo de Dios y de María Virgen, si creemos que es el Señor, la
Persona por excelencia -no una idea, un pensamiento, una ideología- y la
Fe -que hay que pedirla porque a veces está dormida- tiene que estar
redescubierta para volver al espíritu de lo que significa el sentido de la
misma, que depende fundamentalmente de una adhesión y de un
compromiso personal.
No nos queremos quedar en las cosas, sino que queremos reconocer al
Seor de las cosas, al Seor que es Jesucristo, el Mesías; que es “locura”
para los griegos y “escándalo” para los judíos, pero para nosotros es vida y
vida en serio.
Pidamos ponernos en marcha. Creer en Cristo y creer en la Iglesia -no
creemos en los hombres que conducen- sino que creemos en la Iglesia que
es habitada por el Espíritu Santo. Hoy es Benedicto XVI, ayer fue Juan Pablo
II y así sucesivamente.
Pidamos al Señor que aumente nuestra fe, para creer y para seguirlo más
de cerca porque no queremos vivir en la ignorancia, no queremos vivir sin
motivos, sin entusiasmo. Por eso mismo hay que volver a plantearse la
pregunta fundamental: ¿creo en Jesucristo?, ¿sigo a Jesucristo?, ¿me pongo
la camiseta de Jesucristo?, ¿obro convencido de que quiero ser discípulo de
Jesucristo?, ¿doy testimonio de que Jesucristo está vivo en la tierra y en el
mundo? Son preguntas que hay que hacerse y que hay que responder.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén