EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Jueves de la decimoquinta semana del tiempo ordinario
Libro de Isaías 26,7-9.12.16-19.
La senda del justo es recta, tu allanas el sendero del justo.
Sí, en la senda trazada por tus juicios, esperamos en ti, Señor: tu Nombre y tu
recuerdo son el deseo de nuestra alma.
Mi alma te desea por la noche, y mi espíritu te busca de madrugada, porque cuando
tus juicios se ejercen sobre la tierra, los habitantes del mundo aprenden la justicia.
Señor, tú nos aseguras la paz, porque eres tú el que realiza por nosotros todo lo
que nosotros hacemos.
En medio de la angustia, Señor. acudimos a ti, clamamos en la opresión, cuando
nos golpeaba tu castigo.
Como la mujer embarazada, que está por dar a luz, se refuerce y da gritos de
dolor, así éramos nosotros delante de ti, Señor.
Hemos concebido, nos hemos retorcido, y no dimos a luz más que viento. ¡No
hemos traído la salvación a la tierra, no le nacieron habitantes al mundo!
Pero tus muertos revivirán, se levantarán sus cadáveres. ¡Despierten y griten de
alegría los que yacen en el polvo! Porque tu rocío es un rocío de luz, y la tierra dará
vida a las Sombras.
Salmo 102(101),13-14ab.15.16-18.19-21.
Pero tú, Señor, reinas para siempre,
y tu Nombre permanece eternamente.
Tú te levantarás, te compadecerás de Sión,
porque ya es hora de tenerle piedad,
ya ha llegado el momento señalado:
tus servidores sienten amor por esas piedras
y se compadecen de esas ruinas.
Las naciones temerán tu Nombre, Señor,
y los reyes de la tierra se rendirán ante tu gloria:
cuando el Señor reedifique a Sión
y aparezca glorioso en medio de ella;
cuando acepte la oración del desvalido
y no desprecie su plegaria.
Quede esto escrito para el tiempo futuro
y un pueblo renovado alabe al Señor:
porque él se inclinó desde su alto Santuario
y miró a la tierra desde el cielo,
para escuchar el lamento de los cautivos
y librar a los condenados a muerte.
Los hijos de tus servidores tendrán una morada
y su descendencia estará segura ante ti,
Evangelio según San Mateo 11,28-30.
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde
de corazón, y así encontrarán alivio.
Porque mi yugo es suave y mi carga liviana".
Comentario del Evangelio por
Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas
Misioneras de la Caridad
El amor más grande p. 23 (trad.”formarse”)
Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón
Para ser santos necesitamos humildad y oración. Jesús nos enseñó el modo
de orar y también nos dijo que aprendiéramos de Él a ser mansos y humildes de
corazón. Pero no llegaremos a ser nada de eso a menos que conozcamos lo que es
el silencio. La humildad y la oración se desarrollan de un oído, de una mente y de
una lengua que han vivido en silencio con Dios, porque en el silencio del corazón es
donde habla Él.Impongámonos realmente el trabajo de aprender la lección de la
santidad de Jesús, cuyo corazón era manso y humilde. La primera lección de ese
corazón es un examen de conciencia; el resto, el amor y el servicio, lo siguen
inmediatamente.El examen no es un trabajo que hacemos solos, sino en compañía
de Jesús. No debemos perder el tiempo dando inútiles miradas a nuestras miserias
sino emplearlo en elevar nuestros corazones a Dios para dejar que su luz nos
ilumine.
Si la persona es humilde nada la perturbará, ni la alabanza ni la ignominia,
porque se conoce, sabe quién es. Si la acusan no se desalentará; si alguien la llama
santa no se pondrá sobre un pedestal. Si eres santo dale gracias a Dios; si eres
pecador, no sigas siéndolo. Cristo nos dice que aspiremos muy alto, no para ser
como Abraham o David ni ninguno de los santos, sino para ser como nuestro padre
celestial.No me elegisteis vosotros a Mí, fui Yo quien os eligió a vosotros... (Juan
15:16)
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