Domingo XV Ordinario del ciclo B.
Meditaciones evangélicas de MC. 6, 7-13. LC. 9, 1-6. 10, 1-12, y MT. 10,
publicadas en diversos medios de Internet.
Si leemos el Evangelio de hoy, podemos percatarnos de que algo no está escrito -
o si lo está no lo vivimos en concordancia con la verdad-, así pues, mientras que
nuestra vida está orientada a realizar actividades -e incluso favores- para recibir
algo a cambio de nuestro esfuerzo, tiempo y dedicación, Jesús nos dice que se nos
conozca por poseer el don de la gratuidad. Tengo que deciros que estoy un poco
confuso a medida que os voy conociendo cuando chateamos utilizando las cuentas
de Trigo de Dios. Las personas con quienes he tenido la oportunidad de conversar
son muy ricas en experiencias buenas y adversas.
Jesús nos envía a todos nuevamente en este día a que convirtamos a los no
creyentes a su Evangelio, pero, para llevar a cabo tan magno propósito, no nos
queda más remedio que resolver nuestros problemas, al mismo tiempo que se nos
plantea la posibilidad de resolver -al menos a nivel personal- nuestras milenarias
dudas de fe.
Desde el pasado mes de febrero, conservo la costumbre de anotar la mayoría de
las frases que me llegan a través de cualquier medio, de forma que tengo un
fichero creado con un montón de reflexiones breves que he extraído de muchos
medios de Internet. Hoy quiero enviaros algunas de dichas frases para que las
meditemos juntos.
No te pido que llegues a la Santidad tú solo, sólo quiero que camines.
Sólo Dios se satisface a sí mismo, pero El quiso tener necesidad de ti.
Fracasar es la oportunidad de comenzar de nuevo con más paciencia.
El arca de Noé fue construida por aficionados inspirados por Dios, el Titanic, fue
construido por profesionales.
No importa la tormenta, cuando estás con Dios, siempre hay un arco iris
esperándote.
Lo grande y hermoso no es que debo orar, sino que puedo orar.
Jesús nos dice:
No puedo hacer nada sin vosotros, pero, ustedes, no podéis estar sin mí.
Si eres cristiano, que se te note.
La santidad hace la diferencia.
La oración es la bomba atómica del cristiano.
La Eucaristía es la amorosa locura de Dios.
Padre mío, ámame tal cual soy, con mis virtudes y defectos.
El desierto es el lugar de prueba y de encuentro con Dios.
No fomentes el ateísmo de los demás que no quieren creer en el Dios que te has
creado, sino en el Dios verdadero.
Bienaventurado el que no se decepciona de un Dios distinto del que pensamos.
Feliz el que apuesta por un Dios que es amor.
Feliz el que a pesar de todo sigue confiando en un Dios Padre de todos que hace
llover sobre justos y pecadores.
Feliz el que no se decepciona de un Dios que ama a nuestros enemigos.
Feliz el que con terror se lo juega todo a la carta de un Dios al que no
entendemos.
Dejémosle a Dios ser Dios y no nos decepcionemos de lo que sea.
Déjale a Jesús un rinconcito en tu corazón para que siembre una semilla.
El fracaso no significa que me has abandonado, significa que debes tener una
mejor idea para mi alma.
Lo más difícil de la oración no es saber si Dios te escucha, sino saber si tú lo
escuchas a El.
No reces para complacer a Dios de que haga lo que tú quieres, sino para ver si
logras tú acercarte a lo que El espera de ti.
No le pidas al Señor que gobierne el mundo y tu vida a fuerza de milagros, pídele
más bien el milagro de amar y ver que tu amor transforma el mundo.
Si tu corazón te aleja de los hombres, no te encontraste con el Dios de los
hombres, sino con tu fantasía.
Los ojos que se cierran para orar, suelen ver con más claridad las cosas.
Reza ante el Señor como un niño, pero vuelve a tu vida con tu adulta
responsabilidad.
El final de toda oración adulta es el Amén de la aceptación.
Hablar frente al enemigo, es civismo.
Callar cuando acusan, es heroísmo.
Callar cuando insultan, es amor.
Callar de sí mismo, es humildad.
Callar cuando hieren, es santidad.
Jesús nos hace caer en la cuenta si nuestro corazón, arde o no arde, dentro del
pecho.
Jesús nos dice que la comprensión de las Escrituras no es cosa de expertos, sino
de apasionados y enamorados.
La fe, más que creer en algo que no vemos, es creer en alguien que nos ha
hablado. (Jorge Lorin, "Para salvarte").
¿Piensas que se puede ser sacramento de amor sin dolor?
Vive en Jesús, con Jesús, de acuerdo a Jesús, para Jesús, desde Jesús.
Sólo Dios basta, pero El cuenta contigo.
Sólo Dios puede crear, pero a ti te corresponde dar valor a lo creado.
Sólo Dios hace crecer, pero a ti te corresponde guiar y orientar lo que crece.
Sólo Dios puede dar la fe, pero a ti te corresponde ser signo de Dios y creer.
Sólo Dios es fuente de esperanza, pero a ti te corresponde dar de nuevo la
confianza.
Sólo Dios es el amor, pero a ti te corresponde amar y enseñar a amar.
Sólo Dios puede dar paz, pero a ti te corresponde colaborar para que haya unión.
Sólo Dios puede dar la verdadera alegría, pero a ti te corresponde sonreír.
Sólo Dios es el camino, pero a ti te corresponde recorrerlo y mostrarlo.
Sólo Dios es luz, pero a ti te corresponde hacerlo brillar.
Sólo Dios puede hacer lo imposible, pero a ti te corresponde hacer lo posible.
Sólo Dios es la vida, pero a ti te corresponde revitalizar las ansias de Dios.
Sólo Dios se satisface a Sí mismo, pero El quiso tener necesidad de ti.
Sólo Dios puede hacer el milagro, pero a ti te corresponde traer tus cinco panes y
tus dos pescados.
Doy cuanto tengo -dice el generoso-. Doy cuanto valgo -dice el abnegado-. Doy
cuanto soy -dice el héroe-. Me doy a mí mismo -dice el Santo-. (Miguel de
Unamuno).
Cuando la Ley estaba escrita, y pocos hombres tenían dinero, poder y prestigio
para afirmar cual era la correcta interpretación de la misma, surgió un Hombre en
Nazaret, cuyo pensamiento innovador, cambió el sentido de la vida de muchas
personas. Imaginemos que somos judíos contemporáneos de Jesús, o, quizá,
pensemos que somos cristianos de a pie de nuestros días. Imaginad que alguien
empieza a decir que el terrorismo deja de existir, los cojos saltan como ciervos,
según profetizó Isaías, los ciegos ven, los presos abandonan las cárceles para no
regresar jamás a las mismas, pues nunca más pecarán... ¿Sería creíble esa
realidad? Imaginad que, aquella mujer que fue sorprendida en flagrante adulterio
según nos cuenta San Juan en su Evangelio (JN. 8, 1-11), vuelve a vivir su
experiencia en nuestros días en Nigeria.
Cuando tomamos un periódico en nuestras manos y comenzamos a leer el
contenido del mismo, podemos percatarnos de que, cuando consideramos algún
texto, automáticamente, tenemos la facultad de poder opinar sobre la información
que tenemos delante. No somos seres despersonalizados, no debemos aceptar
ningún tipo de fanatismo, tenemos que opinar con conocimiento de causa sobre
todo lo que acontece en el medio en que vivimos, así pues, la posibilidad de debatir
nuestros argumentos, hace posible el hecho de que podamos corregir los unos los
errores de los otros. Es cierto que San Pablo nos incita a tener el mismo sentir de
Cristo, pero ello no implica que debamos digerir la opinión de quienes deseen
manipularnos, pues, según nuestra formación y experiencia, estamos capacitados
para discernir lo que es positivo y negativo, tanto para nosotros, como para nuestra
sociedad en general.
El predicador de pensamiento innovador de Nazaret, provocó en su entorno
muchos actos y meditaciones, así pues, si Jesús no hubiera provocado ningún
pensamiento ni ninguna reacción, no le hubiera quedado a nuestro Señor más
remedio que concienciarse de que pasaba desapercibidamente entre sus hermanos
de raza, lo cual hubiera sido muy negativo para la fundación de la primitiva Iglesia
de Jerusalén.
La vocación de los Apóstoles nos incita a pensar en nuestra vocación.
¿Somos imitadores de los 'apóstoles?
¿Ayudamos a los pobres y enfermos?
¿Les damos a los marginados lo que les pertenece según la justicia divina?
Desde hace varias semanas me repito muchas veces estas palabras del éxodo:
“No te postrarás ante ningún otro Dios, pues Yahveh se llama Celoso, es un Dios
celoso” (EX. 34, 14).
Dos de las causas por las cuales los cristianos de una misma o de diferentes
iglesias no llegamos a ponernos de acuerdo sobre distintos puntos de la doctrina
bíblica verdadera, son nuestra costumbre de interpretar la Palabra de Dios según
las creencias profesadas por la denominación a que pertenecemos, y la
interpretación de las Sagradas Escrituras que hacemos, según nuestros criterios
personales, de forma que unos se dedican únicamente al servicio a los pobres,
otros oran incesantemente o cuando pueden o quieren hacerlo, otros no hacen
nada, y otros sólo se conforman comportándose como lo hacían los fariseos en los
años en que Jesús vivió en Palestina.
Nuestra Religión es muy exigente, así pues, Jesús nos pide que hagamos el
sacrificio de anteponer el amor a los hombres a nuestro amor propio. Cristo nos
pide que sacrifiquemos nuestro apego a las cosas materiales o perecederas, para
que así podamos amar más a nuestros hermanos los hombres.
¿Para qué necesitamos dos túnicas si no tenemos a un hermano a quien prestarle
una de nuestras preciadas ropas? El sentido de la vida cristiana no radica en la
posesión de bienes efímeros, sino en la forma en que amamos a nuestro Padre y
Dios sirviendo a nuestros hermanos los hombres.
Jesús les dijo a los oyentes de SU DISCURSO MISIONERO:
“En la ciudad o pueblo en que entréis, informaos de quién hay en él digno, y
quedaos allí hasta que salgáis. Al entrar en la casa, saludadla. Si la casa es digna,
llegue a ella vuestra paz; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. Y si
no se os recibe ni se escuchan vuestras palabras, salid de la casa o de la ciudad
aquella sacudiendo el polvo de vuestros pies” (MT. 10, 11-14).
Desgraciadamente no solemos comprender a quienes piensan de distinta forma
que nosotros. Hemos de ser conscientes de que nuestra capacidad de expresarnos
y actuar acaba donde nace el derecho a expresarse y actuar de quienes nos rodean.
El conocimiento de esta realidad exige por nuestra parte una sensibilización
especial, pues no debemos herir los sentimientos de nuestros prójimos, de igual
forma que no debemos callar lo que pensamos, pues ello evitaría la posibilidad que
tenemos de corregir los unos los errores de los otros.
Hace poco tiempo comentamos el capítulo diez de la obra de San Mateo, en el
cual Jesús envió a sus Apóstoles a predicar el Evangelio. El texto que meditamos en
la Eucaristía que estamos celebrando, puede ser usado para la celebración del envío
de los catequistas que, durante este año, se van a encargar de transmitirles la
Palabra de Dios a niños y adultos. La voluntad de Jesús se resume en que no
cobremos nada a cambio de transmitir lo que hemos recibido gratuitamente de
manos del Mesías, quien no desea que busquemos desesperadamente el
agradecimiento humano, debido a que Dios nos agradece más nuestra entrega que
los hombres.
Jesús no quiere que nadie sea obligado a creer en Dios, este es el hecho por el
cual nuestro Señor nos da oportunas instrucciones para que no exasperemos a
quienes, por cualquier circunstancia, no desean conocer su divina Palabra. He aquí,
pues, un ejemplo de los pensamientos que podemos tener en tales casos, con tal
de no pensar que hemos fracasado: "Si no nos aceptan, con todo, insistamos
apenas nos sea posible, en el hecho de que está cerca el Reino de Dios, y por ello
estamos dispuestos a predicarles, en cuanto se decidan a oírnos".
Es oportuno el hecho de que meditemos este Evangelio en un tiempo en que se
están constituyendo grupos de Catequesis y meditación en muchas parroquias, tras
haber finalizado el largo periodo estival. Un año más, muchos trabajadores de la
viña del Señor volvemos a encontrarnos con las alegrías y problemas de siempre,
así pues, es difícil en ocasiones llamar la atención de los niños, muchos de los
aspirantes a ser confirmados no desean hablar demasiado de Dios, otros desean
hacer los cursillos prematrimoniales porque esa es la única forma en que se les
permite casarse por la Iglesia...
Si lo que os pido está en vuestras manos, no permitáis que en vuestros pueblos o
ciudades halla templos cerrados, intentad convencer a vuestros obispos para que os
envíen sacerdotes que acepten vuestra colaboración para que podáis santificar a
todos los que os rodean.
Hubo un momento en el Ministerio público de Jesús en que se reunió mucha
gente alrededor del Mesías. Había un gran grupo de voluntarios alrededor de
nuestro Señor, que se encargaban de predicar el Evangelio y de distribuir los bienes
de la comunidad apostólica entre los más desfavorecidos de Palestina. En aquel
tiempo, llegó el día en que muchos compañeros del Mesías quizá no se esforzaban
según las necesidades de los pobres del Señor, lo cual pudo ser una de las razones
por las que Jesús escogió a doce de sus colaboradores, para que siempre
estuvieran con El, ayudando a los más necesitados y enfermos, pues los tales son,
en cierta forma, la simiente del Reino de Dios anunciado por los Profetas.
Jesús les dijo a aquellos Doce Apóstoles que sanaran a los enfermos y predicaran
el Evangelio, para que los hombres dejaran de cometer errores, así pues, no
olvidemos que la Historia nos ayuda a ver los errores que cometieron nuestros
antepasados, reflejados en el presente, para que no se vuelvan a cometer en el
futuro.
Conforme avanzamos en el estudio del Evangelio de San Mateo, desde que
iniciamos el tiempo de Cuaresma -y con él la creación de este foro-, Jesús nos ha
dicho a través de los Santos Evangelistas Mateo y Marcos que el Reino de Dios está
cerca de nosotros. Así pues, si reflexionamos sobre el Evangelio de San Lucas,
podemos leer que el Reino de Dios está entre nosotros, -es decir, encontramos el
mismo mensaje-.
“”El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: “Vedlo aquí o allá”, porque
el Reino de Dios ya está entre vosotros” (CF. LC. 17, 20-21).
Conforme avanzamos a través del Año litúrgico, nuestra fe aumenta, y podemos
constatar la veracidad de estas palabras del Evangelio, por consiguiente, si nosotros
somos el Reino de Dios, ¿qué esperamos para empezar a hacer milagros?
Todos sabemos que Jesús es una Persona real, y tenemos que dar a conocer
nuestra fe y esperanza. Jesús nos invita a liberarnos de todo aquello que nos
impide dar a conocer a nuestro Dios Uno y Trino.
“Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca” (MT. 10, 7).
". Ayer os dije que las personas que no son autosuficientes tienen cierta facilidad
para relacionarse con Dios. Nosotros somos los mensajeros del Espíritu Santo, y por
ello vamos a evangelizar a todas las personas que deseen acercarse a Nuestro
Santo Padre.
Jesús nos pide que hagamos toda clase de milagros en su Nombre, pero que no
les cobremos nada a quienes evangelicemos. Supongamos que ayudo a una
persona mayor en sus tareas domésticas, por lo cual percibo un sueldo. En tal caso,
no estoy ayudando al supuesto enfermo, le estoy prestando un servicio, pero, si no
percibo ganancia alguna a cambio de mi trabajo, obro en virtud del amor de Dios
que mora en su Iglesia.
No podemos predicar a Jesús si nuestra fe es débil, y si no tenemos paz
espiritual. En los momentos de oscuridad, debemos obrar con mayor convicción
bajo la inspiración del Espíritu Santo, pues, en dichas circunstancias, manifestamos
nuestro amor con respecto a Dios y a los hombres, de una forma muy grata al
Altísimo.
San Mateo nos transmite las palabras con las cuales Jesús envió a los Doce a
predicar el Evangelio. Los Apóstoles podían hacer toda suerte de milagros, pero no
podían salir de Palestina, porque aún no había llegado el tiempo de evangelizar a
los gentiles.
El Evangelio que meditamos al celebrar la Eucaristía en este día, también es
válido para que lo apliquemos a nuestra vida de cristianos, porque el Reino de Dios
no ha sido instaurado plenamente entre los hombres. Aún no ha terminado este
tiempo de gracia y salvación, en que nuestro Señor no cesa de llamarnos a su
Reino de amor y paz. Se me ocurre que los cristianos, a la hora de predicar el
Evangelio, somos semejantes a quienes vendemos el cupón de la O. N. C. E., por
cuanto nos movemos mucho a lo largo del día. Así pues, de la misma manera que
los cuponeros empezamos nuestro trabajo recorriendo algunas cafeterías, nos
vamos a nuestro punto de venta, etcétera, los cristianos podemos hacer mucho por
la instauración del Reino de Dios entre los hombres. Un día podemos ir a visitar a
algún enfermo, otro día, podemos consolar a alguien que ha perdido a algún ser
querido, en otra ocasión, podemos solventar alguna duda que alguien tenga con
respecto a nuestro Señor... Dios no nos exige que lo dejemos todo para predicar el
Evangelio, pero tampoco es bueno que escondamos el conocimiento que tenemos
de nuestro Padre celestial, argumentando que pasa el tiempo y no nos encontramos
a ningún creyente que guste hablar de nuestro Dios Uno y Trino.
Nos es imposible predicar eficientemente el Evangelio de Nuestro Señor si no
tenemos una formación que nos capacite para este fin. Mientras mayor sea el
conocimiento de la Buena Nueva divina que tengamos, más preparados estaremos
para responder las preguntas que nuestros posibles interlocutores nos planteen. No
obstante, no olvidemos que el Espíritu Santo hablará por nosotros. No tengamos
miedo a evangelizar a quienes carecen del conocimiento de las verdades de nuestro
Dios.
Necesitamos de la oración para evangelizar, porque, si no tenemos fe ni para
hablar con Dios, ¿cómo vamos a transmitir nuestro conocimiento del Todopoderoso
creyendo que el Espíritu Santo habla por nuestro medio?
“Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos
contra padres y los matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre;
pero el que persevere hasta el fin, Ëse se salvará” (MT. 10, 21-22).
En estos días estamos meditando las palabras con que nuestro Maestro nos envía
a predicar el Evangelio. Todos tenemos constancia de que los crímenes anunciados
por nuestro Jesús en el Evangelio de hoy se han cometido, se cometen y se
seguirán cometiendo, incluso en el Nombre de Dios. Nos acordamos de nuestros
hermanos de los países subdesarrollados de África y Sudamérica, porque, a medida
que aumentan sus carencias materiales, su fe no sólo se hace más visible, sino que
también se hace más palpable.
Al meditar los grandes ejemplos de fe citados en el párrafo anterior, nos sentimos
incómodos al pensar la vergüenza que nos puede dar pensar que no sabemos lo
que vamos a responder cuando estemos predicando el Evangelio, y nuestro Dios o
nosotros seamos insultados por alguno de nuestros interlocutores. ¿Qué hacer en
esos momentos tan delicados? Si en alguna ocasión nos quedamos callados o
enrojecemos, no olvidemos que el Espíritu Santo es el que habla a través de
nosotros. Dad a conocer vuestros pensamientos de Dios sin miedo, no os
preocupéis por lo que diga o piense la gente, porque el Espíritu Santo está con
vosotros. Recordad, -pues-, cómo nos preparamos durante la Pascua de
Resurrección para recibir al Paráclito el día de Pentecostés. No le falléis ahora al
Dios que tanto os ama, y mi esfuerzo será semejante al vuestro. No está bien que
yo me cite como gran ejemplo de fe, pero pensad que si a vosotros nadie os cree
cuando habléis de Cristo, ¿cómo me van a creer a mí que soy casi ciego total,
hecho por el cual muchos me creen loco?
Se nos están volviendo difíciles de aceptar las palabras del Jesús cuyo Nacimiento
nos llenó de emoción y esperanza cuando le contemplamos en los días de Navidad
como el más indefenso de los niños en el portal de Belén. En nuestra sociedad,
elogiamos mucho a quienes consiguen destacar en algún campo, exceptuando, -
claro está-, la fe. En los medios de comunicación podemos ver, escuchar o leer,
noticias sobre sucesos desagradables, actos y palabras de los políticos... En raras
ocasiones tenemos noticias de que alguien dedica su vida a predicar el Evangelio o
a beneficiar en conformidad con sus muchas o escasas posibilidades a la gente que,
por su situación económica, carece de voz y voto.
Durante los días de Cuaresma -especialmente en Semana Santa-, nos dedicamos
a meditar con cierta profundidad la Pasión de nuestro Señor. Si tuvisteis la
oportunidad de leer los breves comentarios que fueron publicados en este foro,
pudisteis observar cómo le presté una especial atención al comportamiento de
algunos de los personajes que protagonizaron los grandes acontecimientos que
dieron origen a nuestra Iglesia universal. El más admirado y menos imitado de los
Apóstoles en los días de Semana Santa fue San Juan, quien no escatimó la
posibilidad de ser torturado o asesinado, al acompañar a nuestro Maestro durante
sus últimas horas de vida.
Si comparamos los hechos que le acaecieron a nuestro Hermano y Señor durante
su Pasión, podemos comprobar cómo las palabras pronunciadas por Jesús en el
Evangelio de hoy se cumplieron en el Mesías de Dios. Jesús fue asistido por el
Espíritu Santo cuando hubo de defenderse ante sus acusadores, pero no fue salvo
por ello de morir crucificado.
No debemos creer que Jesús nos está haciendo masoquistas. Nuestro Señor nos
pide en el día de hoy que optemos por los más débiles del mundo, aunque
tengamos que ser por ello marginados en algún momento de nuestra vida.
Recordemos que Jesús, al hablar de nuestras fiestas, decía que no tenemos mérito
si invitamos a los banquetes que celebramos a quienes pueden devolvernos lo que
gastamos en agasajarlos. El mérito de los cristianos redunda en colmar de dones
por acción del Espíritu Santo a quienes no pueden pagarles lo que reciben.
No creamos que es difícil seguir a Jesús.
¿Qué nos cuesta acompañar a un enfermo una hora a la semana en su dolor?
¿Qué nos supone dirigirnos a nuestra sucursal bancaria y donar algún dinero a
nombre de alguna persona u organización que trabaje a favor de los sin techo?
Vivimos en la civilización del poder, el prestigio, el dinero y el ruido. Nosotros nos
movemos en nuestro ambiente familiar, social y laboral. Movámonos en el ambiente
de nuestra parroquia, y/o unámonos a una comunidad virtual, si no podemos
meditar la Palabra de Dios en un grupo de reflexión y oración comunitaria. No
seamos egoístas, seamos una sola persona en comunión con nuestros familiares y
amigos.
“”No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino
espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a
la nuera con su suegra; y enemigos de cada cual serán los que conviven con él”
(MT. 10, 34-36).
Resultan paradójicas estas palabras de Jesús, porque, habiendo yo afirmado
muchas veces en este foro que nos es necesaria la paz espiritual y mundial, parece
ser que nuestro Señor contradice nuestro deseo de vivir en paz. Nuestro Hermano
mayor nos dice que no es fácil la vida de quienes optan por los más desposeídos de
este mundo, y no se adaptan a una religiosidad que contradice la voluntad de
Nuestro Santo Padre. Los cristianos tenemos que estar presentes en todas las
actividades que conforman la vida de nuestra sociedad, desde la vida familiar,
hasta los actos políticos. No pretendo decir que el mundo es malo, pero, el
cristianismo nos propone un ideal de vida que nos exige a los creyentes tantos
sacrificios y donación, que nuestra sociedad hedonista no puede aceptar este hecho
sin protestar, porque hasta los mismos seguidores del Hijo de María tenemos
dificultades para hacer por los hombres parte de las cosas buenas que hizo nuestro
Jesús, así pues, en una sociedad en la cual todos deseamos pertenecer a un status
social superior, y hacemos lo posible para aumentar nuestras riquezas y no perder
un sólo céntimo de euro, no ha de resultarnos extraño el hecho de que los
cristianos seamos mal vistos en algunas ocasiones.
La gran meta de todo cristiano consiste en permanecer junto a Dios en su Reino
de amor, y, aunque por causa de Cristo vivamos sin paz, nuestro amor a Dios ha de
ser superior al amor que sentimos por nosotros mismos y nuestros seres más
allegados. Tengamos presentes estas palabras del Señor a sus Apóstoles:
“Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos
o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará vida eterna” (MT.
19, 29).
Terminado su discurso, Jesús siguió evangelizando a los israelitas. Todos
sabemos que Nuestro Salvador no podía descansar, pues la gente le seguía a donde
iba.
¿Nos busca alguien para que le ayudemos a conocer a Cristo?
Si nadie nos reclama para que le hagamos conocer el Evangelio, ¿qué esperamos
para empezar nuestra predicación?
José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com