EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Decimosexto Domingo del tiempo ordinario B
Libro de Jeremías 23,1-6.
¡Ay de los pastores que pierden y dispersan el rebaño de mi pastizal! -oráculo del
Señor-.
Por eso, así habla el Señor, Dios de Israel, contra los pastores que apacientan a mi
pueblo: ustedes han dispersado mis ovejas, las han expulsado y no se han ocupado
de ellas. Yo, en cambio, voy a ocuparme de ustedes, para castigar sus malas
acciones -oráculo del Señor-.
Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas, de todos los países adonde las había
expulsado, y las haré volver a sus praderas, donde serán fecundas y se
multiplicarán.
Yo suscitaré para ellas pastores que las apacentarán; y ya no temerán ni se
espantarán, y no se echará de menos a ninguna -oráculo del Señor-.
Llegarán los días -oráculo del Señor- en que suscitaré para David un germen justo;
él reinará como rey y será prudente, practicará la justicia y el derecho en el país.
En sus días, Judá estará a salvo e Israel habitará seguro. Y se lo llamará con este
nombre: "El Señor es nuestra justicia".
Salmo 23(22),1-3a.3b-4.5.6.
Salmo de David.
El señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.
Carta de San Pablo a los Efesios 2,13-18.
Pero ahora, en Cristo Jesús, ustedes, los que antes estaban lejos, han sido
acercados por la sangre de Cristo.
Porque Cristo es nuestra paz; él ha unido a los dos pueblos en uno solo, derribando
el muro de enemistad que los separaba,
y aboliendo en su propia carne la Ley con sus mandamientos y prescripciones. Así
creó con los dos pueblos un solo Hombre nuevo en su propia persona,
restableciendo la paz,
y los reconcilió con Dios en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la
enemistad en su persona.
Y él vino a proclamar la Buena Noticia de la paz, paz para ustedes, que estaban
lejos, paz también para aquellos que estaban cerca.
Porque por medio de Cristo, todos sin distinción tenemos acceso al Padre, en un
mismo Espíritu.
Evangelio según San Marcos 6,30-34.
Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y
enseñado.
El les dijo: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco".
Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer.
Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto.
Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por
tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.
Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque
eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
Comentario del Evangelio por
San Clemente de Alejandría (150-v. 215), teólogo
El Pedagogo, I, 9; SC 70
"Sintió piedad de ellos, porque estaban como ovejas sin pastor"
Salvar es propio de quien es bueno. “La misericordia del Seor se extiende a
toda carne; acusa, corrige y enseña, como hace el pastor con su rebaño. Se apiada
de quienes aceptan su correccin, y de los que se esfuerzan por unirse con él” (Si
18,13-14)... Los sanos no necesitan los cuidados del médico, porque están bien,
pero sí necesitan de su arte los enfermos (cf. Lc 5,31; Mt 9,12; Mc 2,17). De la
misma manera, nosotros, que en esta vida somos enfermos, aquejados por
nuestros vergonzosos deseos, por nuestras intemperancias... nuestras pasiones,
necesitamos del Salvador... Nosotros, por tanto, enfermos, necesitamos del
Salvador; extraviados, necesitamos quien nos guíe; ciegos, necesitamos quien nos
ilumine; sedientos, necesitamos de la fuente de la vida: esa de la que quienes
beben, nunca más tendrán sed (cf. Jn 4,14); muertos, necesitamos de la vida;
rebaño, necesitamos pastor; niños, necesitamos pedagogo; y toda la humanidad
necesita a Jesús...
“Curaré lo que está herido, cuidaré lo que está débil, convertiré lo extraviado,
y los apacentaré yo mismo en mi monte santo” (Ez 34,16. 14). Ésta es la promesa
propia de un buen pastor. ¡Apacienta a tus criaturas como a un rebaño!
¡Sí, Señor, sácianos; danos abundante el pasto de tu justicia; sí, Pedagogo,
condúcenos hasta tu monte santo, hasta tu Iglesia, la que está colocada en lo alto,
por encima de las nubes, que toca los cielos! (cf. Sal 14 [15], 1; 47 [48], 2-3). “Y
Yo seré dice su pastor, y estaré cerca de ellos” (Ez 34,23)...
Así es nuestro Pedagogo: justamente bueno. “No vine ha dicho para ser
servido, sino para servir” (Mt 20,28; Mc 10,45). Por eso el Evangelio nos lo muestra
fatigado (cf. Jn 4,6): se fatiga por nosotros y ha prometido “dar su alma [su vida]
como rescate por muchos” (Mt 20,28; Mc 10,45).
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