XV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO B
POBREZA Y AVENTURA
Padre Pedrojosé Ynaraja
Israel, pese a ser un pueblo de origen beduino, asentados ya en la Tierra
Prometida, sin dejar del todo el oficio pastoril, se dedicaron a la agricultura, tanto
del cultivo de cereales, como de otras plantas. En tiempos del profeta Amos, el
pueblo escogido, estaba dividido en dos naciones: la del Norte o Israel, rica en
tierras y la del sur o Judá, que pese a que su economía no era tan boyante, tenía el
privilegio de que en su capital, Jerusalén, estaba edificado el Templo. Entre ambos
países existían fronteras, pero no impedimentos de comunicación y viaje. Nuestro
profeta Amós, era judío, pero se fue a tierras norteñas a increpar, denunciar y
condenar, el comportamiento corrompido de sus autoridades y lo hizo en un sitio
emblemático, Betel, antiguo lugar de culto. Este comportamiento, aun hoy en día
está prohibido: un extranjero no debe inmiscuirse en los entresijos de la política
interna del país a donde se ha trasladado. Estas son las normas, los designios de
Dios pueden seguir derroteros diferentes.
El buen y pobre hombre, guardaba el ganado y, a ratos perdidos, se ocupaba de
cultivar sicomoros. Se trata de una fruta semejante al higo, pero de menor tamaño
y calidad. Pese a ello, se ganaba un sobresueldo. Se trataba de pinchar, uno por
uno, cada fruto, cuando aún estaba creciendo, para que fuera más dulce. Llegada la
maduración, se extendían al sol para que se secasen y pudiera venderlos en el
mercado o elaborar una especie de mermelada consistente. Os preguntaréis, mis
queridos jóvenes lectores, ¿para qué tanto trabajo, si se trata de una especie
mediocre?. Os debo recordar que, en aquellos tiempos, no existía el azúcar, de
manera que el gusto dulce, que tanto atrae a los humanos, lo conseguían de las
frutas de las que os vengo hablando, higos y sicomoros, de los dátiles y la miel. Ya
os he explicado la poca calidad del sicomoro, os confieso que, en tantos viajes que
he hecho a Tierra Santa, no habré llegad a comer ni media docena.
Ya lo veis, un pobre pastor es el escogido por Dios para ser profeta en el
extranjero. El gobierno era corrupto y el pueblo padecía las consecuencias ¿no os
suena a cosa actual?. Amós no esperó reunir un grupo de indignados para
manifestarse, era fiel al Señor y valiente y se valió de sí mismo. Expuso su vida, fue
expulsado, pero algo consiguió. Aquella gente, como se le dirá al profeta Ezequiel,
sabrá que se les ha enviado un profeta para que no vayan desorientados y para que
el rey no abuse de su poder. Muchos, en aquel tiempo, serían mansos cabestros,
dejándose llevar por la pereza o miedo. Nada sabemos de ellos. El Cielo no ha
querido decirnos quienes eran, no sea que pudieran influirnos. Os confío, así en
privado, que estoy convencido de que más que economistas, teólogos y hasta
sacerdotes fieles cumplidores de su ministerio, la mayor carencia de hoy en día es
de profetas. Tal vez, seguramente, serán agitadores incómodos, por su coherencia,
austeridad y humildad, sabréis que son auténticos y os podéis fiar de ellos.
Hacedles caso. O preguntaos si el Señor os llama a una tal atrevida misión.
El fragmento evangélico es encantador, este año leemos el texto de Marcos, Lucas
y Mateo también nos lo recuerdan. Os lo recomiendo para una reflexión colectiva.
Me figuro que un día os reunís, vuestro grupo, tenga el nombre que tenga, e
invitéis a otros, provengan de donde sea. Un único requisito hay que exigir:
pretender partir de una actitud que abomine la pereza, el egoísmo, el presumir, la
ambición… ¿es mucho pedir?
Venidos del aburguesamiento, que nos envuelve y perjudica más que la
contaminación atmosférica tan cacareada. Leed y comentad el texto. Traducidlo al
lenguaje y circunstancias del hoy y aquí. No se trata de que acudáis a un cursillo de
técnicas de venta, a un manual de “como ganar amigos” al estilo del famoso libro
del americano. Nuestro mundo que sufre crisis, aparentemente económica, está
carcomido por parásitos, gente que quiere vivir del cuento, sin que se vea
demasiado, comodones, egocentristas. Buscan autoestima, imaginando que la
conseguirán sin esfuerzo. Buscan elevarse, sin aceptar sufrir fracasos. Sed
valientes, se trata de la más apasionante aventura que podáis vivir.
Mientras leía el texto, la austeridad del bagaje que recomienda el Maestro que
deben de llevar los discípulos, pensaba en la frase de Guy de Larigaudie: dos cosas
se precisan para viajar: un smoking y un saco de dormir. Aunque os choque el
lenguaje, si conocéis su vida y su muerte, os daréis cuenta de que cumplió con este
programa del Señor.
No esperéis a ser mayores para tratar de arreglar el mundo y “desfacer entuertos”.
En vuestra juventud anida a gusto la radical actitud profética que tanta falta nos
hace a todos.