D OMINGO XXXIII, CICLO “B”
+ El Evangelio de hoy forma parte de un discurso de Jesús que ocupa todo el
capítulo 13 de San Marcos . Este discurso tiene lugar en Jerusalén, cuando Jesús
anunció que de las hermosas construcciones del templo no quedaría piedra sobre
piedra, sino que todo sería destruido. Esto se cumplió 40 años más tarde, cuando
durante la guerra ente judíos y romanos, Jerusalén fue destruida, el templo incendiado y
muchos judíos masacrados, vendidos como esclavos o dispersados.
+ Después de anunciar esto, el Señor trata de lo que sobrevendrá después de
esta terrible experiencia, concretamente: del fin del mundo.
No porque fuese a suceder inmediatamente después de la caída de Jerusalén ,
sino porque la destrucción de Jerusalén es como una profecía , un tipo , una señal del
fin del mundo, que aparece descrito con un lenguaje muy impresionante y extraño para
nosotros, lleno de imágenes y símbolos (propios de la literatura apocalíptica). Se
describen aquí los hechos con palabras tomadas de los profetas del Antiguo
Testamento, en los que el Juicio de Dios es narrado con imágenes grandiosas, en las
que no solamente se conmovían los hombres ante la amenaza de Dios, sino también
toda la naturaleza responde aterrorizada : el sol la luna y las estrellas se esconden
llenos de miedo ante el enojo de Dios. Estos textos no pretenden llenarnos de miedo
(según los manipulan las sectas), sino mostrarnos la fuerza y el poder del Señor , que
interviene visiblemente en la historia de los hombres para manifestar su Salvación a los
que tienen fe, a todos los que esperamos que Cristo venga por segunda vez desde el
Cielo, para manifestar definitivamente la fuerza de su Reino (Reino de Dios)
+ “Entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y
gloria...”
Suena extraño para nosotros este título, pero es muy común entre los judíos. En
principio, se refiere a un hombre en general; perteneciente a la raza humana. Pero desde
el profeta Daniel, que habla de un misterioso “Hijo del hombre” se transforma en
título de un futuro enviado de Dios que vendría sobre las nubes con gran poder y gloria,
para juzgar a los pecadores y establecer el Reino de Dios.
Es el título que Jesús elige para sí mismo (para evitar el equívoco título de
“Mesías”); y la noche en que fue juzgado y condenado, Él usó estas palabras para
anunciar su Segunda Venida, esta vez como Rey victorioso y omnipotente.
+ ¿Y porqué leemos este Evangelio hoy?
Porque estamos ya próximos al fin del año Litúrgico (el próximo Domingo es
Cristo Rey, y luego comienza el Adviento) y es bueno que reflexionemos sobre los
hechos de la historia, pasados, presentes y futuros: la caída de Jerusalén no ha sido un
hecho político más en la historia del mundo antiguo, sino un signo muy importante en
la historia de la Salvación: un signo del fin del mundo.
Jesucristo profetizó ambas cosas, en una profecía que entrelazaba ambos
hechos. Y así como el primero se cumplió (la ruina de Jerusalén), así se cumplirá
también infaliblemente el segundo: el fin del mundo.
¿Terror? ¿Miedo? ¿Angustia?
Nada de eso. Es Cristo que viene a buscarnos para llevarnos con Él al Cielo,
para coronarnos (como a María) y hacernos reyes de cielos nuevos y tierra nueva, en
los que el pecado, el dolor y la muerte no tendrán ya ningún lugar: es el día de nuestra
liberación.
Jesús resucitado y glorioso es el Hijo del hombre esperado. Si antes vino
humildemente y oculto para padecer y morir por nosotros, ahora viene como Rey
glorioso para establecer sobre la tierra lo que obtuvo para nosotros por medio de
su Pasión y Resurrección.
Los profetas habían hablado de este día como un día terrible, de juicio y de
castigos. Y sin duda que lo será, para quienes no han esperado a Cristo, han combatido
contra su Reino, han perseguido a la Iglesia, han llevado una vida amontonando pecado
tras pecado y llenos de soberbia, odio y egoísmo no han hecho sino maldades.
En cambio ¡que consoladoras las palabras de Jesús para sus elegidos!
“El Hijo del hombre enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a
sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del Cielo”. (ídem Iª Lect.).
Ahora bien:
- ¿Cuántos cristianos esperan la Segunda Venida de Cristo?
- ¿Cuántos cristianos esperan con gozo , con esperanza, con “impaciencia”, la Segunda
Venida de Cristo?
Esta esperanza es, en cierto modo, como un “termmetro” de nuestra fe: si
queremos saber cuanta fe tenemos, preguntémonos con qué intensidad esperamos a
Cristo ... y si tenemos miedo, preguntémonos porqué tememos a Cristo...
- El último grito de la Biblia: “Ven, Seor Jesús” , gritan el Espíritu Santo y la
Iglesia... Y Jesús contesta: “Sí, vengo pronto...”
- Así lo vivían los primeros cristianos, llenos de fe y amor a Cristo. Fe hasta el
martirio... ¿Y nosotros? Lo repetimos en cada Misa, pero ¿con fe?
Lo profesamos en el Credo: “... desde allí ha de venir a juzgar...” pero
¿pensamos en este acontecimiento con alegría?
La rutina, la desesperación, el aburrimiento de la vida y la tristeza muchas veces
entran en nuestro corazón por no esperar esto ... Estamos en la antesala de una
fiesta... resurrección y Vida Eterna. ¿O no?... Esta expectativa debe encender de
sabiduría de nuestros esfuerzos por seguir a Cristo, y ser fieles en lo poco y en lo
mucho...
+ Desde la caída de Jerusalén, ya está viniendo a nosotros el Señor glorioso .
Viene para instaurar su Reino, y así como al fin de los tiempos enviará a los ángeles
como mensajeros celestiales para reunir a sus elegidos, así ahora nos envía a como
mensajeros... a nosotros , que cada día clamamos “venga a nosotros tu Reino” , como
Él nos ha enseñado... pero que tenemos también que colaborar con su establecimiento.
+ Por eso tenemos que anunciar con nuestras vidas y con nuestras palabras a
todo el mundo que Cristo ha muerto y ha resucitado por nosotros... Y hacerlo con una
vida nueva , por la fe y el Bautismo, que tenemos que vivir en la Iglesia y llevar a los
demás, para ir abriendo paso al Señor que ya viene con gloria para reinar sobre todo el
universo.
Amén
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel