XV Domingo del Tiempo Ordinario B
Am 7, 12-15; Sal 84; Ef 1, 3-14; Mc 6, 7-13
Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder
sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino,
fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: "Calzados
con sandalias y no vistáis dos túnicas." Y les dijo: "Cuando entréis en una
casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no
os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros
pies, en testimonio contra ellos. "Y yéndose de allí, predicaron que se
convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos
enfermos y los curaban.
El domingo anterior, veíamos a Cristo que se maravillaba de la falta de fe de
aquellos que le habían visto crecer en su pueblo natal. La liturgia de esta
semana va por la línea del profetismo, por el Bautismo todos los creyentes
participamos de la función de Cristo como sacerdote, profeta y rey; y por el
Bautismo se nos confirma la elección que sobre nosotros realiza Dios, que
nos elige y nos llama a la santidad. En este sentido, las bendiciones de la
Epístola a los Efesios que se expresan a través de las palabras: amor,
santidad, don gratuito, revelación del misterio, elección y llamamiento a la
santidad, estas no son sólo bendiciones de las que el pueblo de la antigua
alianza era consciente, sino que son expresiones del don gratuito y libre que
Dios nos concede al hacernos sus hijos.
El evangelio nos presenta el envío de Cristo a los apóstoles, envío que está
señalando que todo fiel creyente es un hombre en misión, pues si por el
Bautismo Dios nos ha elegido como sus hijos, también por el Bautismo hemos
sido revestidos del carácter profético. Todo creyente está llamado a ser un
profeta-enviado de Dios, pues estamos llamados a anunciar aquello que no es
nuestro, estamos llamados a anunciar y a dar gratis aquello que gratis hemos
recibido. El Papa Benedicto XVI dice: Tras la pasin y la resurreccin de
Cristo el carácter universal de la misión de los apóstoles se hará explícito.
Cristo enviará a los apstoles “por todo el mundo” (Mc 16, 15), a “todas las
gentes” (Mt 28, 19; Lc 24,47, “hasta los confines de la tierra” (Hch 1, 8). Y
esta misión continúa. Siempre continúa el mandamiento del Señor de reunir a
los pueblos en la unidad de su amor. Esta es nuestra esperanza y este es
también nuestro mandamiento: contribuir a esa universalidad, a esta
verdadera unidad en la riqueza de las culturas, en comunión con nuestro
verdadero Seor Jesucristo (Benedicto XVI, Catequesis: Los apstoles,
testigos y enviados de Cristo, 22 de marzo de 2006).
Ser cristiano, como ser profeta, no es una profesión o modo de vivir, es una
vocación a la que Dios llama, es Él quien nos elige no somos nosotros. El
profeta Amós, como los doce apóstoles y como tantos otros, son llamados y
enviados. Este llamado implica vivir de la fe y denunciar el mal-el pecado,
además de predicar la buena nueva de la salvación. Así el profeta Amós en la
primera lectura y los apóstoles en el evangelio son ejemplos de una
respuesta válida a la vocación a la que Dios les había llamado. Nosotros, por
el bautismo, estamos revestidos de Aquel que nos envía, pero también
hemos de aceptar las consecuencias de la misión que nos ha sido confiada.
Con frecuencia nos hallamos solos y sin protagonismos; entonces toda la
fuerza estará en el poder de la Palabra de Dios y en la fe que la hace posible.
El Papa Benedicto XVI dice: característica (de los apstoles) es la de
"haber sido enviado". El mismo término griego apóstolos significa
precisamente "enviado, mandado", es decir, embajador y portador de un
mensaje; debe actuar por tanto como encargado y representante de un
mandante. Una vez más sale a primer plano la idea de una iniciativa de otro,
la de Dios en Jesucristo, a la que se está plenamente obligado; pero sobre
todo subraya el hecho de que se ha recibido una misión de parte de Él que
hay que cumplir en su nombre, poniendo absolutamente en segundo plano
cualquier interés personal (Benedicto XVI, San Pablo como apstol, 10 de
septiembre de 2008).
La Iglesia, es la continuadora de esta misión, por ello es también liberadora
de tantas esclavitudes que sufre el hombre hoy. Por eso, la Constitución
Lumen gentium del Concilio Vaticano II expresa que en la naturaleza del ser
de la Iglesia, ésta se concibe en cuanto que está en una continua misión
evangelizadora con relación a los hombres. La Iglesia es un pueblo profético
que está llamado a proclamar las maravillas de Dios. Dentro de ella todos los
creyentes estamos llamados a sentirnos animados del Espíritu de Cristo
resucitado que nos da fuerza para denunciar el mal y conquistar un
verdadero espíritu de libertad interior. Jesucristo no nos ha dejado solos,
pues nos ha dicho que está con nosotros todos los días hasta el fin del
mundo.
Al respecto del envío de los apstoles dice San Gregorio: Se aade muy
oportunamente: “Delante de Él, a toda ciudad y lugar, a donde Él había de
venir”. El Seor sigue a sus predicadores. La predicacin prepara y entonces
el Señor viene a vivir en nuestra alma, cuando preceden las palabras de la
exhortación y la verdad se recibe así en la mente. Por esto dice Isaías a los
predicadores (Is 40,3): “Preparad los caminos del Seor, enderezad las
sendas que a Él conducen”
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar.