Confiar en la Providencia divina.
2012-07-14
Evangelio
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 24-33
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: «El discípulo no es más que el
maestro, ni el criado más que su señor. Si al Señor de la casa lo han llamado
Satanás, ¡qué no dirán de sus servidores!
No teman a los hombres. No hay nada oculto que no llegue a descubrirse; no hay
nada secreto que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno
día, y lo que les diga al oído, pregónenlo desde las azoteas.
No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman,
más bien, a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo.
¿No es verdad que se venden dos pajaritos por una moneda? Sin embargo, ni uno
solo de ellos cae por tierra si no le permite el Padre. En cuanto a ustedes, hasta los
cabellos de su cabeza están contados. Por lo tanto, no tengan miedo, porque
ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo.
A quien me reconozca delante de los hombres, Yo también lo reconoceré ante mi
Padre, que está en los cielos; pero al que me niegue delante de los hombres, Yo
también lo negaré ante mi Padre, que está en los cielos». Palabra del Señor.
Oración introductoria
Dame, Señor, la fe, la esperanza y la caridad para vivir el estilo de vida que me
propone tu Evangelio. La mentira domina al mundo con medios cada vez más
veloces y sofisticados, mientras la evangelización parece tomar un ritmo lento. Por
eso te pido que ilumines mi oración, de modo que ésta me dé la luz y fuerza para
responder, con prontitud y generosidad, a lo que me toca hacer.
Petición
Señor, dame la valentía necesaria para cumplir tu voluntad en cada momento de mi
vida.
Meditación
Confiar en la Providencia divina.
«También nosotros, en la oración debemos ser capaces de llevar ante Dios nuestras
fatigas, el sufrimiento de ciertas situaciones, de ciertas jornadas, el compromiso
cotidiano de seguirlo, de ser cristianos, y también el peso del mal que vemos en y
alrededor de nosotros, porque Él nos da esperanza, nos hace sentir su cercanía, nos
da un poco de luz en el camino de la vida. [] Cada día en la oración del Padre
Nuestro le pedimos al Señor: "Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo".
Reconocemos, por ello, que hay una voluntad de Dios con nosotros y para nosotros,
una voluntad de Dios en nuestras vidas, que debe convertirse cada día más en la
referencia de nuestro querer y de nuestro ser; reconocemos entonces que es en el
"cielo" donde se hace la voluntad de Dios y que la "tierra" se vuelve "cielo", lugar
de la presencia del amor, de la bondad, de la verdad, de la belleza divina, solo si en
ella se hace la voluntad de Dios» (Benedicto XVI, 1 de febrero de 2012).
Reflexión apostólica
«La formación humana busca la adquisición de una personalidad rica y equilibrada,
dotada con virtudes y valores humanos, y que sirva de base sólida para la acción
sobrenatural de la gracia. Para lograrla, primeramente el Movimiento invita a
atender a la formación de una conciencia recta, según la ética natural y la doctrina
evangélica, bajo la guía del Magisterio de la Iglesia» (Manual del miembro del
Movimiento Regnum Christi , n. 387).
Propósito
Pedir a Dios la fuerza para salir de mí mismo y poder adecuar, sin temor, mi
voluntad a la suya.
Diálogo con Cristo
Jesús, te reconozco como mi Dios y Señor, acepto el estilo de vida propuesto en tu
Evangelio como el camino que me puede llevar a la santidad. Pero es un camino
arduo, contra corriente, porque el mal tiene muchas y nuevas caras y las
tentaciones se multiplican. Ataques vienen de todos lados: familia, amigos, medios
de comunicación. Pero también para Ti fue difícil, así que ayúdame a no quejarme,
a tener la sabiduría y la fortaleza para defender siempre tu verdad y buscar medios
eficaces para mi formación permanente, medio por el cual puedo convertirme en un
eficaz discípulo y misionero.
«Por “formación” entendemos configurar todo nuestro ser humano a la misión que
desde la eternidad Dios nos ha asignado, como nos dijo san Pablo: “Nos predestinó
a ser conformes con la imagen de su Hijo”
( Cristo al centro, n. 1066).