Dar la propia vida, por amor, es iniciativa y llamada de Dios.
2012-07-16
Evangelio
Del santo Evangelio según san Mateo 10, 34–11, 1
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: «No piensen que he venido a traer la
paz a la tierra; no he venido a traer la paz, sino la guerra. He venido a enfrentar
* al hijo con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y los
enemigos de cada uno serán los de su propia familia.*
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama
a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y
me sigue, no es digno de mí.
El que salve su vida, la perderá y el que la pierda por mí, la salvará.
Quien los recibe a ustedes, me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que
me ha enviado.
El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que
recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo.
Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños,
por ser discípulo mío, Yo les aseguro que no perderá su recompensa».
Cuando acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, Jesús partió de ahí para
enseñar y predicar en otras ciudades. Palabra del Señor.
Oración introductoria
Señor, gracias por este momento de oración. Concédeme la luz para salir de esa
falsa paz en la que acomodo mi vida, evitando el compromiso auténtico de mi fe.
Espíritu Santo, lléname de tu gracia para poder profundizar en lo que me quieres
decir hoy por medio del Evangelio.
Petición
Señor, concédeme que mi entrega en el Regnum Christi esté marcada siempre por
el sello de la generosidad y de la alegría.
Meditación
Dar la propia vida, por amor, es iniciativa y llamada de Dios.
«¿En qué se funda el martirio? La respuesta es sencilla: en la muerte de Jesús, en
su sacrificio supremo de amor, consumado en la cruz a fin de que pudiéramos tener
la vida. Cristo es el siervo que sufre, de quien habla el profeta Isaías, que se
entregó a sí mismo como rescate por muchos. Él exhorta a sus discípulos, a cada
uno de nosotros, a tomar cada día nuestra cruz y a seguirlo por el camino del amor
total a Dios Padre y a la humanidad: “El que no toma su cruz y me sigue —nos
dice— no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su
vida por mí, la encontrará”. Es la lógica del grano de trigo que muere para germinar
y dar vida. Jesús mismo “es el grano de trigo venido de Dios, el grano de trigo
divino, que se deja caer en tierra, que se deja partir, romper en la muerte y,
precisamente de esta forma, se abre y puede dar fruto en todo el mundo”»
(Benedicto XVI, 11 de agosto de 2010).
Reflexión apostólica
«El ejercicio de la abnegación puede ser muy variado: el cumplimiento esmerado y
fiel del propio deber; el cultivo de una voluntad firme contra las veleidades de los
sentimientos y las emociones; el dominio y temple del carácter; el control de las
reacciones emotivas desordenadas; y la renuncia a todo aquello que impida la
donación a Dios y a los demás » (Manual del miembro del Movimiento Regnum
Christi , n. 117).
Propósito
Renunciar a algo que me guste mucho, para ofrecerlo por alguien que necesite
encontrase con Dios.
Señor, bien sabes que quiero ser santo pero que fácilmente olvido que la santidad
se fragua en la renuncia, la abnegación, la generosidad, el desinterés, el olvido
personal, para favorecer el bien de los demás. Permite comprobar que hay mayor
felicidad en el dar que en el recibir y ayúdame a edificar mi santidad en la vivencia
cotidiana de las virtudes que engrandecen mi amor a Ti y a mi prójimo, a ése más
próximo, que luego olvido.
«El apostolado debe ir respaldado por virtudes sólidas, especialmente por la
obediencia, la caridad, la humildad, la abnegación y mortificación, la paciencia, la
fortaleza y la modestia. Las virtudes son para el apóstol lo que los cauces o diques
para una corriente de agua»
( Cristo al centro, n. 134).