Ciclo B. XV Domingo del Tiempo Ordinario
Julio César Villalobos, C.M.
Continuar la obra del Maestro
¿Sabes Jesús? Cuántas veces nos muestras que eres grande, cuántas veces
proclamamos en nuestro Credo que eres Todopoderoso y no te creemos. ¿Te
acuerdas Jesús cuando en el evangelio de Marcos Tú decías que te maravillabas de
la falta de fe de los tuyos? (cf.Mc.6,6). Tantas bendiciones recibimos de ti, Señor, y
no queremos darnos cuenta; todavía, Jesús, no nos convencemos que nosotros
también podemos actuar en tu nombre. Tanta gente, Señor, hay que todavía no te
ama, no te conoce o se cierra a tu amor y necesitas nuestras manos para
bendecirlos a ellos, nuestros labios para proclamar que Tú vives y reinas, nuestros
brazos para consolar a tanta gente que ha perdido la esperanza, nuestros pies para
caminar por aquellos caminos que nos quieras llevar para dar a conocer tu
mensaje.
¿Nos habremos preguntado en algún momento por qué el mundo está como está?,
¿por qué el mundo está dejando de creer en Dios y de creerle a Él? La respuesta
puede sonar muy simple o sencilla: porque le estamos ayudando a Dios para que
este mundo tenga un nuevo y renovado sentido. Si alguien nos pregunta: “oye,
¿por qué no vas a la parroquia que están necesitando gente que se comprometa
para evangelizar?”, “¿qué tal si entras a este grupo parroquial o a este servicio
misionero?”. La respuesta ya la tenemos prefabricada: “no tengo tiempo”, “eso no
es para mí”, “tengo mucho trabajo que hacer en casa”, “yo no sé leer ni escribir”,
“tengo miedo, mejor no”…
Ams reconoce de dnde viene y cuáles son sus “dificultades” para estar en el
camino del Seor: “No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de
higos” (Am.7,12-15), pero también se abre a la gracia de Dios y a su querer: “El
Seor me sac de junto al rebao y me dijo: ve y profetiza a mi pueblo Israel”.
Algo especial quiere Dios de cada uno de nosotros sus hijos y todavía nos cerramos.
Qué ingratos somos con Dios!!! Tanto nos da Él, ¿y cómo le pagamos? El que
seamos débiles, pecadores, o que no podamos hablar, o que no tengamos tiempo,
nunca será excusa para agradar a Dios y hacer que otros también le agraden.
“Él nos eligi en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuéramos
santos” (Ef.1,3-14). Tanto nos quiere Dios para su obra redentora que nos llama
santos. Desde que nos hemos bautizado se nos ha dado esta gracia como en
semilla. El mundo de hoy necesita hombres y mujeres que le crean más a Dios para
que este mundo sea como Dios quiere que sea: santo.
Una vez le pregunté a un grupo de personas: “¿saben cuánta gente necesit Jesús
para evangelizar?, sólo 12 y a veces nos quejamos de que no tengamos gente para
hacer tal o cual trabajo en nuestra parroquia”. Y según el evangelio de hoy: “llam,
Jesús, a los doce y los fue enviando de dos en dos, DÁNDOLES AUTORIDAD sobre
espíritus inmundos” (Mc.6,7-13). ¿Sabemos que Dios nos da la autoridad para
hablar y actuar en su nombre? Y a veces somos tan cerrados que queremos
terminar de creer. Una vez me encontré con un amigo sacerdote y le decía: “si
todos le creyéramos más a Dios, este mundo sería distinto”, “si nosotros los
sacerdotes creyéramos más en lo que Dios nos ha dado, podríamos ayudar a
tantísima gente”, “si los laicos juntamente con nosotros creyéramos cuánta
bendición hemos recibido de Dios, mucha gente creyera más en Él y por
consiguiente se animarían también a actuar como Dios nos pida” (cf.Filp.2,5).
La Iglesia hace lo que hace Jesús. La Iglesia está llamada a continuar la obra del
Maestro, para que el mundo crea..
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)