“Aquí tienes a tu madre”.
Jn 19, 25-27
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
SANTA MARIA DEL MONTE CARMELO
La búsqueda de la sabiduría, la escucha de la Palabra y el cumplimiento de la voluntad de Dios
son temas que iluminan el sentido más verdadero de la devoción a la Virgen del Carmelo,
según la más pura y genuina tradición de la orden.
Antes incluso de ser Santa María del Monte Carmelo para el pueblo fiel, o sea, la imagen
familiar que presenta el escapulario a las almas del purgatorio para llevarlas al cielo, María
es, en la espiritualidad del Carmelo, la custodia de la Palabra , la Virgen del silencio y de
la oración, la Madre de la contemplación y de la vida mística. Es la que lleva a los fieles,
como guía sabia, por los senderos de la santa montaña, conduciéndolos hasta la cumbre
que es Cristo. Como Madre espiritual, engendra a sus hijos a la vida de gracia en la
Iglesia , pero los acompaña asimismo con el ejemplo y la intercesión, y con una
delicadeza absolutamente materna, en cada etapa de la vida espiritual, a través de las
noches oscuras y los días luminosos de la vida. Y, siempre en la línea del Evangelio, marca
más profundamente, en aquellos que se dejan plasmar por su presencia y acción
materna, una santidad completamente mariana, interior en la contemplación, generosa en
el servicio.
María, sede de la sabiduría, nos conduce a Cristo, sabiduría viva, y forma discípulos y
discípulas de la divina sabiduría. María, discípula del Señor, reúne y forma discípulos y
discípulas de la divina Palabra, nueva savia vital que nos hace, con y como la eucaristía,
miembros consanguíneos del mismo cuerpo de Cristo.
ORACION
OH, Virgen santísima, Madre del Creador y Salvador del mundo, abogada de los pecadores.
Es justo que, des- pues de haber dado gracias a Jesucristo, Hijo tuyo y Redentor mío
por haberse entregado con amor por mi, pecador, y por haberme entregado su santísimo
cuerpo, también te dé gracias a ti, Reina celestial, porque de ti tomó la humanidad este
Verbo divino, tu Hijo y mi Dios y Creador. Con humildad suplico tu clemencia, porque eres
Reina del cielo y Madre de la misericordia y de este misericordioso Señor, y —puesto que de
la plenitud de tu gracia reciben de ti redención los prisioneros, consuelo los afligidos, perdón
de sus pecados los pecadores; obtienen gracia y gloria los justos, salud los enfermos y
grande gloria los Ángeles— te suplico que me comuniques tu benevolencia, OH Señora y
Madre de la misma gracia y misericordia. Tú, OH Señora, eres la escala del cielo, la estrella
del mar, la puerta del paraíso, la esposa del Padre eterno, la madre del Hijo y tabernáculo
del Espíritu Santo, sellada por el Padre con su poder, por el Hijo con su sabiduría y por el
Espíritu Santo con su bondad (Jaime Montañés, carmelita español del siglo XVII, citado en
E. Boaga, Con Maria nelle vie di Dio. Antologia della rnarianità carmelitana, Roma 2000, p.
100).
"Y la Madre de Dios es mía, porque Jesús es mío" (S. Juan de la Cruz )