Domingo XVI Ordinario del ciclo B.
Meditemos antes de iniciar la gran obra de nuestra vida.
Meditación de MC. 6, 30-34.
Texto del Evangelio de hoy.
"Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían
hecho, y lo que habían enseñado. El les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar
desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de
manera que ni aun tenían tiempo para comer. Y se fueron solos en una barca a un
lugar desierto. Pero muchos los vieron ir, y le reconocieron; y muchos fueron allá a
pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él. Y salió Jesús y
vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no
tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas" (MC. 6, 30-34).
Meditación del Evangelio.
Introducción.
Estimados hermanos y amigos:
Durante los Domingos del presente ciclo B de la Liturgia de la Iglesia, estamos
considerando el Evangelio de San Marcos, una obra en que se destacan, tanto los
éxitos, como los fracasos que caracterizaron, el Ministerio público de Jesús. Sin
duda alguna, merece la pena detenernos unos minutos para recordar, cómo Jesús,
a pesar del rechazo que sufrió, siguió cumpliendo la voluntad de Nuestro Santo
Padre de redimirnos por medio de su Pasión, muerte y Resurrección, pues ello nos
sirve de estímulo, ya que muchos nos desanimamos, apenas percibimos una simple
dificultad, en nuestra vida.
"Y luego el Espíritu le impulsó al desierto. Y estuvo allí en el desierto cuarenta
días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían"
(MC. 1, 12-13).
San Marcos nos dice que, cuando Jesús fue bautizado, el Espíritu Santo lo
impulsó a pasar cuarenta días en el desierto, para disponerlo a afrontar y
confrontar, el sufrimiento que caracterizó su Ministerio público, y las horas que
antecedieron a su muerte. Recordemos que Jesús se hizo semejante a nosotros en
todos los aspectos de la vida, exceptuando la comisión de pecados, porque la Ley
de dios tiene que cumplirse cabalmente, y en la misma se nos informa de que,
nadie ni nada que le pertenezca a Nuestro Santo Padre plenamente, puede estar
marcado por las manchas de la impureza.
Si Jesús evitó las ocasiones de pecar para poder pertenecerle plenamente a
Nuestro Santo Padre, no se aprovechó de su Divinidad para beneficiarse a Sí
mismo, aunque sí lo hizo, con todos los beneficiarios de los prodigios que realizó.
Jesús no solo fue tentado en el desierto, pues también lo fue de una manera que
quizás no podemos vislumbrar, cuando no solo fue rechazado por muchos de sus
hermanos de raza, pues también fue despreciado por algunos de sus familiares,
cuando fracasaban sus intentos de predicar el Evangelio y de hacer el bien, y
cuando le entregó su espíritu a Nuestro Santo Padre en la cruz.
El Espíritu Santo impulsó a Jesús a irse al desierto. Muchas veces nos
empeñamos en no pensar en las dificultades que caracterizan nuestra vida porque
las tales nos agobian, pues, en vez de buscar la forma de resolverlas, y de esperar
que llegue el tiempo oportuno para lograr tan sano propósito, perdemos el tiempo
pensando en las mismas, de tal forma, que acabamos sufriendo por sufrir.
Las tentaciones de Jesús de que nos habla San Marcos en su Evangelio, se
prolongaron durante cuarenta días. Este hecho me hace pensar que no debemos
impacientarnos contemplando los problemas que tenemos, porque, o se resolverán
cuando menos lo esperemos, o Dios nos dará la forma de sobrellevarlos durante
muchos años, si estima que ello nos ayudará a ser purificados y santificados.
Aunque no poseemos la comprensión de las razones que mueven a Dios a actuar de
un modo incomprensible para nosotros, tenemos la plena seguridad de que El no
nos hace daño porque le gusta vernos padecer, pues consiente nuestros
sufrimientos, porque sabe que podemos extraer importantes lecciones de los
mismos, y, por ello, son imprescindibles, para que podamos crecer, a nivel
espiritual.
Jesús fue tentado por Satanás el Diablo en el desierto, y también estuvo rodeado
por animales salvajes, pero, en medio de tan desesperada situación, los ángeles lo
sirvieron. Dios nunca permitirá que afrontemos problemas que no pueden ser
soportados por nosotros, y, si nos permite sobrevivir a dificultades excepcionales,
porque sabe que las vamos a superar exitosamente, también nos enviará auxilios
excepcionales para lograr tan magno propósito, tal como hizo con Jesús, en el
desierto de Judea, enviándole ángeles que lo sirvieron. .
A pesar de las incomprensiones que caracterizaron el Ministerio público de
Nuestro Salvador, fueron muchos los que le oyeron decir, con voz alta y clara, las
siguientes palabras:
"el tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed
en el evangelio" (CF. MC. 1, 15).
¿Cómo podían creer los oyentes de Jesús que eran muy pobres o estaban
enfermos que el Reino de Dios se acercaba a ellos, si su situación vital a veces era
extremadamente difícil?
Quizá nos imaginamos que el Reino de dios no puede ser diferente al falso
concepto de felicidad que muchos han adoptado. Si consideramos que la felicidad
consiste en alcanzar muchos dones espirituales y una gran riqueza material,
podemos decir, sin temor a equivocarnos, que, la felicidad completa, en esta tierra,
es inalcanzable para todos los habitantes del orbe, independientemente de que
seamos pobres o ricos, y de que estemos sanos o enfermos.
Llegará el día en que nuestra tierra será el Reino de Dios, y, tal como se nos ha
inculcado desde que somos cristianos esta idea, no existirá el padecimiento, pero,
tanto en el futuro que añoramos, como en el presente lleno de dificultades que
vivimos, el Reino de Dios, no es un mundo en que existe la plenitud de la felicidad,
sino una Persona que, cuando nos entrega su vida, y correspondemos su amor sin
tacañería, hace de nuestra tierra un paraíso, en que, algún día, nos hará
experimentar la plenitud de la felicidad, no tal como pensamos que debe ser según
nuestro concepto de habitantes de un mundo materialista y sin Dios, sino como la
concibe, el Dios que es el Todo que todos necesitamos.
Para ser miembros del Reino de Dios, además de creer en la realidad del
cumplimiento del designio divino sobre nosotros, debemos estar dispuestos a vivir
el proceso de la conversión al Dios Uno y Trino. Nos es necesario adaptarnos al
cumplimiento de la voluntad de Nuestro Santo Padre, pero ello no sucede porque El
es egoísta y desea manipularnos, sino porque quiere enseñarnos a amarnos con el
amor que nos acoge en su presencia, por más que ello parece una utopía
inconcebible, si tenemos en cuenta las situaciones de marginación y desprecio, que
caracterizan a mucha gente.
La conversión no puede realizarse plenamente en nuestra vida, si no somos
humildes como para reconocernos débiles y expuestos a caer en el pecado. La
reparación de nuestros pecados, no por miedo a la condenación eterna, sino para
corregir el mal que hemos hecho, porque ello es parte de lo que quiere Nuestro
Santo Padre que hagamos, no puede realizarse perfectamente, si no creemos en el
Evangelio.
En el capítulo primero del Evangelio de San Marcos, se sintetiza perfectamente la
labor realizada por Nuestro Señor, tanto de evangelizarnos, como de redimirnos.
Jesús aparece en el citado texto predicando el Evangelio con una sabiduría
sorprendente (MC. 1, 21-22), expulsando demonios, -lo cual puede interpretarse
como el enfrentamiento del Señor con las fuerzas del mal hasta conseguir
derrotarlas- (MC. 1, 23-27. 32-34), y también aparece curando enfermos (MC. 1,
32-34), y se involucró tanto en la realización de su obra, que acabó ocupando el
lugar de un leproso (MC. 1, 40-45). Como sabemos, los leprosos eran considerados
malditos de Dios, y tenían que vivir aislados, por razones que, aunque eran
higiénicas, también eran inhumanas.
Al leer los cuatro Evangelios, nos percatamos de que Jesús llevó a cabo su obra
sin intentar adaptarse a los líderes de las diferentes facciones en que se dividió el
Judaísmo con el paso de los siglos, lo cual hizo que tuviera muchos enemigos. San
Marcos nos cuenta que, utilizando el pretexto de la curación de un hombre que
tenía una mano seca, los fariseos y herodianos, a pesar de que estaban
enemistados, tomaron la resolución de unirse, para acabar con la vida del Hijo de
María (MC. 3, 1-6).
Dado que, a pesar del acoso que Jesús sufría por parte de los fariseos, no cesaba
de realizar su obra salvadora, algunos de su clan intentaron hacer que sus
seguidores lo estimaran falto de juicio. No sabemos si ellos actuaron de tal manera
previendo que la vida de Nuestro Salvador corría peligro, o si actuaron indignados,
porque Jesús, en vez de buscar seguidores entre sus familiares, los buscó entre
extraños. Los intérpretes de la Ley religiosa, por su parte, se aprovecharon de
aquella situación tan difícil para Jesús, para afirmar que el Mesías estaba
endemoniado, para buscar el apoyo de sus seguidores, con tal que Jesús fuera
lapidado (MC. 3, 20-35).
Hay un pasaje en el Evangelio de San Marcos que no consideramos durante los
Domingos del presente ciclo litúrgico, que es impresionante. En la región de
Gerasa, un personaje agresivo, que rompía las cadenas con que era atado, le salió
al paso al Mesías, y Jesús lo liberó de su mal, e hizo de él un evangelizador que
produjo frutos admirables entre quienes, teniendo la oportunidad de mantener su
status social cuidando cerdos, y la posibilidad de gozarse de que su convecino se
integró a la sociedad, hubieran preferido no ver morir a los citados animales,
porque les importaba más el dinero que ganaban, que la vida de aquel hombre a
quien tanto habían maltratado. Lo sorprendente de dicha historia, no es que
sucedió hace veinte siglos, sino que se ha repetido muchas veces desde aquel
tiempo hasta nuestros días, y aún habrá gente que se interese más por los bienes
efímeros que por el bienestar de quienes sean muy pobres, o estén gravemente
enfermos (MC. 5, 1-20).
Jesús les dijo a quienes comisionó para que predicaran en los lugares en que El
iba a pasar, cuando pronunció su discurso misionero:
"Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que
no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo de
Hombre" (MT. 10, 23).
Jesús les recomendó a sus seguidores que rehuyeran a las persecuciones cuando
los envió a predicar sin su ayuda, porque aún estaban iniciándose en la
evangelización, y no quería hacerles muy difícil la misión que realizaron, porque era
la primera que llevaron a cabo, sin que el Mesías los acompañara. La Historia es
testigo de cómo los Apóstoles no rehuyeron al Martirio, y de cómo San Juan,
aunque no fue asesinado, fue desterrado a Patmos, donde convivió con cristianos
maltratados, de los cuales, muchos fueron asesinados.
Los Apóstoles se dejaron maltratar, siguiendo el ejemplo de Jesús, pues, aunque
el Señor fue rechazado por muchos de sus familiares, hubo un día en que fue a
Nazaret a anunciarles el Evangelio (MC. 6. 1-6A. LC. 4, 16-30), y volvió a ser
rechazado por quienes amaba, muchos de los cuales intentaron asesinarlo, aunque
se les escapó de las manos, porque, según nos dice San Lucas, no había llegado la
hora de su muerte, y de su posterior Resurrección y glorificación.
¿Se desanimó Jesús cuando se convenció de que sus familiares y vecinos no
serían sus seguidores, y abandonó su actividad evangelizadora? San Marcos nos
dice que el Señor buscó seguidores que compartieran su pensamiento (MC. 6, 7-
13), y siguió cumpliendo su misión, tal como lo hizo, desde que superó las
tentaciones del desierto, heroicamente.
Hay situaciones en que debemos superar dificultades antes de superar problemas
que teníamos antes de percatarnos de que existían más motivos por los que
preocuparnos. A veces recibo cartas de gente que sufre mucho, en que me
preguntan: ¿Cómo es posible que se nos complique la vida tanto? ¿Tan difícil es
tener un poco de felicidad? ¿Tenemos que estar toda la vida sufriendo?
Si recordamos que mucha gente tiene un concepto erróneo de la felicidad, -un
concepto que no solo es erróneo para quienes somos cristianos, pues también lo es
para quienes, aunque no creen en Dios, se han dado cuenta de que la felicidad
perfecta no existe en esta tierra-, nos percatamos de lo que le dije a uno de mis
clientes que se me acercó un día cuando vendía el cupón de la ONCE, y me dijo que
se sentía totalmente fracasado. Cuando el buen hombre me dejó hablar, le dije
que, de la misma manera que no podemos ser plenamente felices, tampoco
podemos ser totalmente desdichados. Mi cliente se quedó pensando unos instantes,
me agradeció aquella frase espontánea, y más nunca lo vi tan triste como aquel
día.
Jesús superó el rechazo de los suyos redoblando su actividad, y organizando a los
voluntarios que lo acompañaban, para que produjeran más frutos, pero su felicidad
fue muy corta, pues todos sufrieron un enorme dolor, aunque lo hicieron de una
forma muy especial, quienes fueron discípulos de San Juan el Bautista (MC. 6, 14-
29), a quien Herodes encarceló para darle gusto a su amante, y le mandó amputar
la cabeza, para no quedar mal, incumpliendo la promesa que le hizo a su sobrina,
de concederle lo que le pidiera, por haber bailado, el día de su cumpleaños, ante él,
y sus invitados.
Al meditar el Evangelio de hoy (MC. 6, 30-34), si tenemos en cuenta que Jesús,
que era un evangelizador infatigable, organizó un retiro espiritual para estar con
sus discípulos a solas, ello probablemente sucedió, porque, tanto El como sus
amigos, estaban terriblemente afectados, por causa de la muerte de San Juan el
Bautista. A lo largo de los años que he predicado la Palabra de Dios en Internet, me
he encontrado con cristianos que han empezado a predicar el Evangelio más o
menos formados para ello, que, a fuerza de ser víctimas de contrariedades, han
desistido de realizar el trabajo que iniciaron con tanta ilusión. Yo mismo, que en la
actualidad no puedo contar los millones de lectores que tengo, cuando empecé a
predicar en Internet, y en seis meses solo encontré un lector, me planteé
seriamente la posibilidad de desistir, una posibilidad que gracias a Dios deseché.
Imaginaos a alguien que trabaja unas 16 horas al día para serle rentable a la
empresa en que le han contratado, que escribe un texto semanal a altas horas de la
madrugada, y que tarda cinco meses en recibir un primer comentario de un lector.
Gracias a Dios que superé el desánimo que me invadió.
1. Pensemos sobre cómo realizamos nuestro trabajo en la viña del Señor.
San Pedro les escribió unas palabras a los dirigentes cristianos lectores de su
primera carta, que son aplicables, por los religiosos y laicos, que trabajamos en la
viña del Señor.
"Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y
testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria
que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de
ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con
ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado,
sino siendo ejemplos de la grey" (1 PE. 5, 1-3).
Tal como podemos constatar en los Evangelios, no todos los discípulos de Jesús,
tenían la pretensión de servir a los hombres, sin esperar ganancia alguna, a cambio
del ofrecimiento de sus servicios.
"Y llegó a Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais
entre vosotros en el camino? Mas ellos callaron; porque en el camino habían
disputado entre sí, quién había de ser el mayor. Entonces él se sentó y llamó a los
doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el
servidor de todos. Y tomó a un niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándole en
sus brazos, les dijo: El que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a
mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió" (MC. 9, 33-
37).
"Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo: Maestro,
querríamos que nos hagas lo que pidiéremos. El les dijo: ¿Qué queréis que os
haga? Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu
derecha, y el otro a tu izquierda. Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís.
¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo
soy bautizado? Ellos dijeron: Podemos. Jesús les dijo: A la verdad, del vaso que yo
bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados;
pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos
para quienes está preparado.
Cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse contra Jacobo y contra Juan.
Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes
de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad.
Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre
vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será
siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para
servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (MC. 10, 35-45).
Jesús no desea que sus predicadores empiecen a anunciar el Evangelio sin ser
conscientes de lo problemático que ello puede ser. Por eso, a quienes desean saber
cuál será su ganancia por trabajar en la viña del Señor, les dice claramente:
"De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o
hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del
evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos,
hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida
eterna" (CF. MC. 10, 29-30).
¿Cómo se sintieron los seguidores de Jesús que pretendían ser engrandecidos por
medio de la predicación en términos humanos, cuando supieron que San Juan el
Bautista falleció, por serle fiel a Dios?
¿Merece la pena ser apóstol o discípulo de Jesús en situaciones desesperadas en
que se puede perder la vida?
¿Cómo es posible que Dios desampare a quienes más lo aman?
"Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían
hecho, y lo que habían enseñado" (MC. 6, 30).
¿Qué hacemos y enseñamos en la viña del Señor?
¿Saben quienes nos conocen que todos nuestros actos están inspirados en la fe
que profesamos?
"Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos
sujetan en tu nombre. Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He
aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del
enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan,
sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos" (LC. 10, 17-
20).
Cuando Jesús les dijo a sus discípulos que nada les dañaría, se refirió al hecho de
que nadie detendría la difusión del Cristianismo plenamente jamás. Tales creyentes,
no debían entender que, por predicar el Evangelio, iban a ser privados de sufrir, de
la misma manera que no debían gloriarse de sus logros, porque los mismos no eran
obra de ellos, sino del Espíritu Santo. Los predicadores debemos ser felices porque
Dios nos ama, pero no debemos presumir de los éxitos que cosechamos, porque
somos meros instrumentos, en las manos de Nuestro Santo Padre.
2. ¿Cómo percibimos las enseñanzas de Jesús?
La relación de Jesús con sus evangelizadores, no es como la relación existente
entre los profesores y sus alumnos. Mientras que los profesores dan clases sobre
una determinada materia, Jesús es un Maestro que, para ser conocido plenamente
por sus discípulos, tiene que convivir con ellos. La evangelización no es
adoctrinamiento, sino dar a conocer a una Persona.
Jesús no predicó exclusivamente pronunciando bellos discursos, pues también lo
hizo ejemplificando todo lo que anunció, por medio de sus vivencias.
Veamos cómo Jesús nos compromete a realizar la misión que nos encomienda,
porque sabe que podemos llevarla a cabo.
"Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los
demonios, y para sanar enfermedades. Y los envió a predicar el reino de Dios, y a
sanar a los enfermos" (LC. 9, 1-2).
"Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes
envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir. Y les
decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al
Señor de la mies que envíe obreros a su mies" (LC. 10, 1-2).
Tal como vimos al considerar brevemente LC. 10, 17-20, el Señor examinó la
misión realizada por sus discípulos, con la doble intención de aumentar su
disposición a servir a Nuestro Santo Padre, y de hacer más eficaces sus actividades.
No nos conformemos trabajando mediocremente en la viña del Señor, si podemos
ser más útiles, para colaborar en la plena instauración, del Reino de Dios en
nuestra tierra.
Jesús corregía a sus discípulos cuando no querían servir a Nuestro Santo Padre
en los hombres gratuitamente, sino obteniendo beneficios, como si la
evangelización fuera un trabajo humano, y no una comisión divina, y cuando
cometían errores. Jesús corregía a sus amigos cuando estaba solo con ellos, con tal
de que no se sintieran intimidados por la gente. Igualmente, si queremos corregir a
alguien que trabaja en nuestras comunidades religiosas físicas o virtuales,
hagámoslo cuando estemos solos con esa persona, y no ante quienes pueda
sentirse ridiculizada.
"Cuando se alejó de la multitud y entró en casa, le preguntaron sus discípulos
sobre la parábola. El les dijo: ¿También vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No
entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar,
porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía,
haciendo limpios todos los alimentos. Pero decía, que lo que del hombre sale, eso
contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los
malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las
avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la
soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al
hombre" (MC. 7, 17-23).
Jesús corregía a sus discípulos públicamente, cuando lo que les decía no podía ser
un motivo para que nadie pensara de ellos que eran malvados. A modo de ejemplo,
cualquiera hubiera entendido que, en el siguiente extracto del Evangelio de San
Marcos, el Maestro no hubiera sido molestado, por quienes querían que sus hijos
fueran bendecidos por el Señor, considerando que el Mesías era superior a los tales,
ya que los niños y las mujeres, eran vistos, por los israelitas, como esclavos.
"Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que
los presentaban. Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí,
y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el
que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y tomándolos en los
brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía" (MC. 10, 13-16).
Jesús ayuda a sus discípulos a discernir situaciones difíciles.
"Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo,
diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él.
Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como
muerto, de modo que muchos decían: Está muerto. Pero Jesús, tomándole de la
mano, le enderezó; y se levantó. Cuando él entró en casa, sus discípulos le
preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera? Y les dijo: Este
género con nada puede salir, sino con oración y ayuno" (MC. 9, 25-29).
Recordemos cómo durante el tiempo de Cuaresma se nos insiste en que debemos
valernos del ayuno para eliminar todo lo que hay en nuestro interior que nos aleja
de Dios y de nuestros prójimos los hombres, de la práctica de la oración para no
perder la fe, y de la caridad, para poner en práctica todo el conocimiento que el
Señor nos inculca, por medio de su Palabra.
¿Por qué no constatamos que mucha gente se convierte al Evangelio de salvación
por nuestro conducto?
¿Podemos hacer algo para mejorar nuestra actividad en la viña del Señor?
¿Es infructífera nuestra misión evangelizadora porque los actos que realizamos, al
ser pecaminosos, desmienten los discursos que pronunciamos?
Sirvámonos del ayuno, la oración y la caridad, para aprender a ser muy humildes,
y para ser mejores trabajadores, en la viña del Señor.
Cuando Jesús se percata de que nuestra actividad en la Iglesia se hace lenta y
pesada, nos interpela para que recuperemos nuestro ritmo de trabajo.
"Habían olvidado de traer pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca. Y él
les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la
levadura de Herodes. Y discutían entre sí, diciendo: Es porque no trajimos pan. Y
entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Qué discutís, porque no tenéis pan? ¿No entendéis
ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón? ¿Teniendo ojos no veis, y
teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis? Cuando partí los cinco panes entre cinco
mil, ¿cuántas cestas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Doce. Y
cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de los pedazos
recogisteis? Y ellos dijeron: Siete. Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?" (MC. 8, 14-
21).
Jesús quiere que sus mensajeros conozcan la realidad del ambiente en que se
desenvuelven, y que actúen en conformidad con dicho conocimiento.
"Salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el
camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy
yo? Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los
profetas. Entonces él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo
Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo" (MC. 8, 27-29).
"Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron que les mostrase
señal del cielo. Mas él respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís: Buen
tiempo; porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad;
porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto
del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis! La generación mala y adúltera
demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Y
dejándolos, se fue" (MT. 16, 1-4).
"Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo:
Maestro, deseamos ver de ti señal (demandaban una señal que acreditara a Jesús
como enviado de Dios a sus ojos). El respondió y les dijo: La generación mala y
adúltera (pecadora) demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del
profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres
noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres
noches (tal como Jonás estuvo tres días dentro del cetáceo, yo estaré muerto otros
tres días, con sus respectivas noches). Los hombres de Nínive se levantarán en el
juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la
predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar. La reina del Sur se
levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino de los
fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en
este lugar" (MT. 12, 38-42).
Jesús reflexiona con nosotros sobre los sucesos que acaecen en este tiempo, por
cuya visión es cuestionada la fe que profesamos.
"En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos
cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús,
les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más
pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos
pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé,
y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en
Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente"
(LC. 13, 1-5).
Es fácil culpar a Dios por todo lo que nos sucede y no nos gusta, porque tenemos
que creer que alguien es el responsable de todo lo que nos acontece que nos
desagrada. No sigamos manteniendo la creencia de que los pobres y enfermos
pagan el castigo merecido, ora por sus pecados, ora por la conducta licenciosa de
sus antepasados. Todo lo que nos sucede debe ser aprovechado para que podamos
ser purificados y santificados. No perdamos nuestro valioso tiempo pensando en
culpas ni en culpables, porque no está en nuestras manos la posibilidad de moldear
el mundo según los criterios que rigen nuestra mentalidad, y, dado que el
sufrimiento aparece en nuestra vida a veces sin ser invocado, intentemos ser
felices, y hagamos que tan apasionante reto, le dé sentido a nuestra existencia.
Jesús nos prepara para afrontar situaciones difíciles, sin que perdamos la fe que
nos caracteriza.
"He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes
como serpientes, y sencillos como palomas. Y guardaos de los hombres, porque os
entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán; y aun ante
gobernadores y reyes seréis llevados por causa de mí, para testimonio a ellos y a
los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis;
porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar. Porque no sois
vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros. El
hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se
levantarán contra los padres, y los harán morir. Y seréis aborrecidos de todos por
causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Cuando os
persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis
de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo de Hombre. El
discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor. Bástale al
discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia
llamaron Belcebú, ¿cuánto más a los de su casa?" (MT. 10, 16-25).
"Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis
aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo" (JN. 16, 33).
Jesús nos recuerda a quienes trabajamos en la viña del Señor, las necesidades
que caracterizan la vida de los pobres y enfermos, para que las remediemos, en
conformidad con nuestras posibilidades que, aunque suelen ser escasas, el hecho
de no poder solventar tales situaciones plenamente, no debe inducirnos a
desanimarnos, y a desamparar a quienes tienen carencias.
"Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a
Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? Pero esto decía para
probarle; porque él sabía lo que había de hacer" (JN. 6, 5-6).
Jesús no solo nos insta a que hagamos el bien, pues El nos sirve de ejemplo a
imitar.
"Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos,
y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en
el pueblo. Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban
desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus
discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al
Señor de la mies, que envíe obreros a su mies" (MT. 9, 35-38).
Jesús nos pide que no hagamos de la evangelización una doctrina sectaria. Para
el Hijo de María, es más trascendental la resolución de los problemas de los
hombres, que las prescripciones legales.
"Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una
mano. Y le acechaban para ver si en el día de reposo le sanaría, a fin de poder
acusarle. Entonces dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en
medio. Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la
vida, o quitarla? Pero ellos callaban. Entonces, mirándolos alrededor con enojo,
entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él
la extendió, y la mano le fue restaurada sana. Y salidos los fariseos, tomaron
consejo con los herodianos contra él para destruirle" (MC. 3, 1-6).
Jesús predicó contra el cumplimiento de los deseos de venganza.
"Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su
rostro para ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron y
entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos. Mas no le
recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén. Viendo esto sus discípulos
Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del
cielo, como hizo Elías, y los consuma? Entonces volviéndose él, los reprendió,
diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha
venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra
aldea" (LC. 9, 51-56).
No intentemos adaptar a Jesús a la consecución de nuestros intereses como
quisieron hacerlo los samaritanos que se negaron a hospedarlo cuando vieron que
no lograrían su objetivo, ni pretendamos condenar a quienes no acepten nuestras
creencias. El Evangelio se propone, no se impone.
Aunque los discípulos de Jesús eran instruidos al mismo tiempo que el Mesías
evangelizaba a sus oyentes, el Señor perfeccionaba la formación de sus
colaboradores, estando a solas con ellos.
"Con muchas parábolas como estas les hablaba la palabra (a las multitudes),
conforme a lo que podían oír (en conformidad con su capacidad de entendimiento
de las verdades divinas). Y sin parábolas no les hablaba; aunque a sus discípulos en
particular les declaraba todo" (MC. 4, 33-34).
"Habiendo salido de allí, caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiese.
Porque enseñaba a sus discípulos, y les decía: El Hijo del Hombre será entregado
en manos de hombres, y le matarán; pero después de muerto, resucitará al tercer
día. Pero ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo de preguntarle" (MC. 9,
30-32).
Jesús nos da ejemplo de cómo debemos escuchar a nuestros interlocutores,
aunque se dé el caso de que el diálogo con ellos sea difícil de mantener (JN. 4, 3-
42). No satanicemos a quienes no comparten nuestra manera de pensar, y
busquemos la forma de compartir nuestro tiempo con ellos, tal como lo hizo Jesús
con la samaritana de Sicar.
Jesús es exigente con nosotros, pero, al mismo tiempo, nos ayuda a aceptarnos
como somos, lo cual no significa que debemos renunciar a la posibilidad de
perfeccionarnos.
"No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el
reino. Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan,
tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye.
Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón" (LC. 12, 32-
34).
Jesús es severo a la hora de corregir a los hipócritas.
"Luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él; y entrando
Jesús en la casa, se sentó a la mesa. El fariseo, cuando lo vio, se extrañó de que no
se hubiese lavado antes de comer. Pero el Señor le dijo: Ahora bien, vosotros los
fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de
rapacidad y de maldad. Necios, ¿el que hizo lo de fuera, no hizo también lo de
adentro? Pero dad limosna de lo que tenéis, y entonces todo os será limpio. Mas ¡ay
de vosotros, fariseos! que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis
por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello.
¡Ay de vosotros, fariseos! que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las
salutaciones en las plazas. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! que sois
como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima no lo saben.
Respondiendo uno de los intérpretes de la ley, le dijo: Maestro, cuando dices
esto, también nos afrentas a nosotros. Y él dijo: ¡Ay de vosotros también,
intérpretes de la ley! porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden
llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis. ¡Ay de vosotros, que edificáis
los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros padres! De modo que sois
testigos y consentidores de los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos
los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso la sabiduría de Dios también
dijo: Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos matarán y a otros
perseguirán, para que se demande de esta generación la sangre de todos los
profetas que se ha derramado desde la fundación del mundo, desde la sangre de
Abel hasta la sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el templo; sí, os digo
que será demandada de esta generación. ¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley!
porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los
que entraban se lo impedisteis.
Diciéndoles él estas cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a estrecharle en
gran manera, y a provocarle a que hablase de muchas cosas; acechándole, y
procurando cazar alguna palabra de su boca para acusarle" (LC. 11, 37-54. MT.
23).
Concluyamos esta meditación, comprometiéndonos a procurarnos el tiempo
necesario para adquirir el conocimiento de la Palabra de Dios, y pidiéndole a
Nuestro Santo Padre, que nos ayude a ser buenos cristianos.
José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com