EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Jueves de la decimoséptima semana del tiempo ordinario
Libro de Jeremías 18,1-6.
Palabra que llegó a Jeremías de parte del Señor, en estos términos:
"Baja ahora mismo al taller del alfarero, y allí te haré oír mis palabras".
Yo bajé al taller del alfarero, mientras el trabajaba en el torno.
Y cuando la vasija que estaba haciendo le salía mal, como suele pasar con la arcilla
en manos del alfarero, él volvía a hacer otra, según le parecía mejor.
Entonces la palabra del Señor me llegó en estos términos:
¿No puedo yo tratarlos a ustedes, casa de Israel, como ese alfarero? -oráculo del
Señor-. Si, como la arcilla en la mano del alfarero, así están ustedes en mi mano,
casa de Israel.
Salmo 146(145),1-2abc.2d-4.5-6.
¡Aleluya!
¡Alaba al Señor, alma mía!
Alabaré al Señor toda mi vida;
mientras yo exista, cantaré al Señor.
No confíen en los poderosos,
en simples mortales, que no pueden salvar:
cuando expiran, vuelven al polvo,
y entonces se esfuman sus proyectos.
Feliz el que se apoya en el Dios de Jacob
y pone su esperanza en el Señor, su Dios:
él hizo el cielo y la tierra,
el mar y todo lo que hay en ellos.
El mantiene su fidelidad para siempre,
Evangelio según San Mateo 13,47-53.
El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge
toda clase de peces.
Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo
bueno en canastas y tiran lo que no sirve.
Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de
entre los justos,
para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron.
Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se
parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo".
Cuando Jesús terminó estas parábolas se alejó de allí
comentario del Evangelio por
Concilio Vaticano II
Gaudium et Spes, 39, 2-3
«El Reino de los cielos se compara a una red que es arrojada en el mar»
Cierto, bien sabemos nosotros que de nada le sirve al hombre ganar el mundo
entero si se pierde a sí mismo (Lc 9, 25), no obstante la espera de una tierra nueva
no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta
tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna
manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir
cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin embargo,
el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana,
interesa en gran medida al reino de Dios.
Pues los bienes de la dignidad humana, la unión fraterna y la libertad; en una
palabra, todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después
de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de acuerdo con su
mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y
transfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal: «reino
de verdad y de vida; reino de santidad y gracia; reino de justicia, de amor y de
paz»(Rm 8,19-21). Misteriosamente, el Reino está ya presente en nuestra tierra;
espera su perfección cuando el Señor venga.
"servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”