Ciclo B. XVI Domingo del Tiempo Ordinario
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos
¿Se considera usted una persona compasiva? Se lo pregunto porque es el tema del
evangelio de hoy (Mc 6, 30-34), que nos habla de la compasión de Jesús. Jesús
tiene compasión de sus apóstoles, que regresan cansados después de la misión, y
tiene compasión de la gente, que viene a su encuentro y que anda como ovejas sin
pastor. Sin duda mucha de esa gente venía de los pueblos misionados por los
apóstoles, conmocionada por lo que habían visto y oído (Mc 6, 7-13). La compasión
de Jesús para con los apóstoles, le lleva a buscar un sitio tranquilo donde puedan
descansar un rato. Su compasión para con la gente le lleva a volver a hablarles del
Reino y a curar a cuantos lo necesitan (Lc 9,11). Con equitativa caridad, empezó
por compartir con los apóstoles y terminó atendiendo al pobre pueblo…
La compasión, en cuanto expresión del amor misericordioso, es lo máximo en Dios
y en Jesucristo. Cara a nosotros, claro. Es la virtud de la que Dios hace más gala en
el Antiguo Testamento, siempre compasivo con su pueblo. Hasta que un buen día,
en un exceso de su compasión, decidió hacerse hombre en Jesucristo para hacer
suyo el dolor de los que sufren y compadecerse de nuestras miserias. Es lo que
muestran las parábolas de la misericordia del evangelio de S. Lucas (Vean en
especial las dos del c.5). Obviamente la compasión debe ser también lo máximo en
el cristiano. En nosotros, que seremos tanto más y mejores cristianos cuanto mayor
sea nuestra compasión.-Sin compasión, nos volvemos egoístas, inhumanos y
estériles. Con compasión, nos abrimos a los demás y somos humanos y creativos.
Es el caso de San Vicente.
De la compasión se han dicho cosas bellas y verdaderas. Por ejemplo, que es la flor
de la misericordia, y que su fruto es el amor afectivo (ternura) y efectivo (hechos).
Yo prefiero referirme a los siguientes elementos que conforman la compasión, a
saber, la atención, la comprensión, la aceptación, la ayuda y la búsqueda de
colaboración. Sabiendo que cuanto mejor los practicamos más compasivos somos y
viceversa. ¿Va usted por la vida siempre atento a las necesidades de los demás?
¿Las comprende y hace suyas entrando en sus sentimientos y sufrimientos? Si la
respuesta es SI, entonces usted está en vías de tener un corazón compasivo
Tendrá un corazón compasivo si, a lo anterior, junta la ayuda y la búsqueda de
colaboración. Ante todo la ayuda, pues, como decía S. Vicente de Paul, “la mano
tiene que hacer todo lo posible por conformarse con el corazón”. Su compasión será
perfecta si, al mismo tiempo que actúa, busca reforzar su acción de ayuda haciendo
que otros muchos entren en el problema. Entonces, la compasión, además de ser
efectiva se torna eficaz y duradera o permanente. Es lo más difícil, pero también lo
mejor, el grado más perfecto de la compasión. Y es lo que hizo Jesús, cuando,
compadecido del pobre pueblo que andaba como ovejas sin pastor, pidió
colaboradores (Mt 9, 32-36).
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)