Comentario al evangelio del Lunes 23 de Julio del 2012
Queridos amigos y amigas:
Una de las necesidades humanas que todos intentamos satisfacer es la necesidad de seguridad.
Empeñamos gran parte de nuestra vida en ir ganando parcelas de seguridad (un trabajo estable, un
hogar propio, un plan de pensiones para la jubilación,...), como si por medio de ellas consiguiéramos
espacios de felicidad. Pero a veces esa búsqueda de tanta seguridad nos lleva a vivir con cierta
ansiedad, porque una seguridad pide otra, y la cadena nunca se termina. Es como si cuantas más
seguridades tuviéramos, más inseguros nos sintiéramos... porque vamos acumulando tantas cosas que
al final tememos perderlas.
En el plano religioso también nos ocurre algo parecido. Queremos estar seguros, tener pruebas,
verificar que merece la pena la apuesta que estamos haciendo, sentir que Dios está con nosotros, en lo
que hacemos; y una de las pruebas a las que acudimos es a medir los frutos que obtenemos. Por eso, en
cuanto vemos que las cosas no salen como esperábamos o cuando recibimos los primeros reveses, nos
desanimamos, desconfiamos, ponemos todo en crisis, sentimos que Dios no nos acompaña. Al igual
que los fariseos que se acercan a Jesús, necesitamos “señales” que de alguna manera nos garanticen
que vamos por el buen camino. El profeta Miqueas nos recuerda las “señales” que Dios ha ido
realizando a lo largo de la historia en medio de su pueblo; señales que parecen estar olvidadas y que no
han servido para que el pueblo descubra lo que el Señor espera de él: respetar el derecho, amar la
fidelidad y obedecer humildemente a Dios. Dios ha hablado claro: nos llama a amarle
incondicionalmente. Y el amor no pide pruebas, pide fiarse, entrega gratuita y fidelidad. En nuestras
manos está el fiarnos plenamente o el vivir entre dos aguas, con la insatisfacción que ello crea. Seguir a
Jesús es una aventura de Amor que pide salir de uno mismo. Al hacer camino con él, como cuando
vamos por el monte, van apareciendo las señales que nos guían, que nos dicen que vamos por buen
camino y que nos llevan a las siguientes marcas. Como buenos peregrinos, carguemos nuestras
mochilas con lo imprescindible y atrevámonos a caminar; Él nos conducirá a buen puerto.
M.E.