Comentario al evangelio del Martes 07 de Agosto del 2012
Queridos amigos:
El miedo nos juega malas pasadas. No nos permite percibir las cosas como son: los discípulos
confunden a Jesús con un fantasma; además, nos envara, nos atenaza, no nos permite caminar: Pedro se
hunde en el agua. El miedo trastorna el conocimiento y la acción. Vamos a detenernos en el segundo
punto, el del episodio de Pedro.
¿Por qué se hunde Pedro? Porque se le ha acortado el horizonte. Camina sobre la superficie del agua
mientras tiene los ojos puestos en Jesús y permanece asido a su palabra; pero cuando aparta la mirada
de él y el Señor queda fuera de su horizonte visual-vital, cuando sólo se fija en el embate del oleaje,
cuando no resuena ya en su oído la invitación que Jesús le acaba de hacer, cuando en su campo de
experiencia solo aparece el empuje del viento y el estado del agua, Pedro se vuelve más pesado y ya no
acierta a sostenerse. Cuando se pierde de vista a Jesús, no nos podemos mantener a flote. Tendrá que
echarnos un cable: tendernos la mano, para que salgamos a flote.
No dejes que te envuelva por completo la circunstancia inmediata. Esta puede ser buena: un triunfo
deportivo, un ascenso en el trabajo, un éxito profesional, un encuentro afortunado, la solución de un
problema; puede ser mala: una enfermedad, un fracaso en tu ministerio, un desengaño, una cadena de
incomprensiones, la escasa o nula valoración de tus servicios, una herida que infligen a tu autoestima,
un revés de fortuna… La circunstancia te coloca en la cresta de la ola y te llena de euforia o te lleva a la
sima y te hundes. Para no ser víctima de ella, sitúala en el horizonte más amplio de tu vida: el bien
común, la suerte de los pobres y los sufrientes, el reino de Dios y su justicia, la presencia del Señor.
Vuestro amigo
Pablo Largo
Pablo Largo, cmf