XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
CRISIS TEMPORAL, PERO CRISIS
Padre Pedrojosé Ynaraja
El episodio de la multiplicación de los panes y los peces goza de gran
espectacularidad y, se diría en el lenguaje de hoy, que es mágico. Evidentemente,
para mí es asombroso y una muestra del gran Amor de Dios. Abandonamos durante
unos domingos la lectura en la misa del evangelio de Marcos, cediendo la narración
al de San Juan. Voy a hacer un inciso, que espero no lo consideréis extemporáneo,
mis queridos jóvenes lectores. Es una reflexión aplicable al fragmento evangélico de
hoy y, en general, a todo texto revelado. Tomad, pues, nota.
Lo que somos, y nuestra apariencia, es consecuencia de la herencia genética
recibida de nuestros padres. Aunque parezca evidente, no es del todo exacto.
Durante el tiempo que permanecimos desarrollándonos en el seno de nuestra
madre, determinadas circunstancias pudieron influir en nosotros. Os pongo
ejemplos generales, para que por una parte lo entendáis, sin que tengáis
aplicároslo necesariamente a cada uno de vosotros. Durante los nueve meses de
gestación, pudo nuestra madre sufrir una enfermedad o, por desconocimiento,
recibir una medicación adversa, o sufrir una caída o que la exposición a radiaciones
adversas, sean de una central nuclear o de una exposición imprudente a rayos X.
Cualquiera de estas circunstancias, amén de nuestra posición y la del cordón
umbilical, pudieron influir en lo que somos o, más bien, en cómo somos.
Acabado el inciso, aterrizo en el texto evangélico. Dios inspiró a unos autores de
diversa cultura y condición social, en un país y en una época determinada, que
intervinieron en la redacción y fijación del texto que nos ha llegado. Conocer el
paisaje de Tierra Santa e imbuirse de él, ayuda a comprender detalles que, de otra
manera, nos pasarían desapercibidos. Algunos de estos agentes son importantes,
otros de menor calibre. Al que me voy a referir es un ejemplo de estos últimos.
San Juan nos dice que Jesús multiplicó unos panes de cebada.
Pese a que había probado en otras ocasiones los elaborados con este cereal, he
querido asegurarme de sus características, ahora que me resultaba fácil
conseguirlo. Acudí a una tienda de alimentos biológicos naturales y compré harina
de cebada. En mi pequeña panificadora doméstica, me limité a ponerla, añadiendo
exclusivamente levadura y agua. A partir de este momento, la maquina se
encargaría de amasarlo, dejarlo fermentar y hornearlo.
Pasaron las 4h 20m de rigor, momento en que, precisamente, tenía hambre.
Procedí a comer aquello. En realidad procedimos, ya que estaba acompañado. A los
tres nos gustó. A mí especialmente, que estaba pensando en la multitud
hambrienta que rodeaba al Maestro, en aquel lugar de la baja Galilea, donde
mucha gente había escuchado embelesada al Señor.
Aquel gentío tenía hambre temporal, pero transitoria. En mi entorno viven, y a
muchos conozco, personas que pasan hambre y no precisamente temporal. La crisis
que sufrimos, que ha dejado sin empleo a muchos, a otros hasta ha cortado los
vínculos familiares o de instituciones benéficas generosas que les ayudaban. Hace
tiempo que les araña el estómago. Recuerdo haber pasado por una situación
semejante cuando era pequeño, durante los años de la postguerra civil. De
racionamiento adquiríamos lo poco que se nos ofrecía, que llamábamos pan negro.
Actualmente, yo y los míos, no pasamos hambre, pero al masticar el pan casero de
cebada que acababa de elaborar, me he acordado de entonces, he pensado
también en los que nos ayudaron a que fuera más llevadera la situación adversa.
El texto dice que un muchacho, generosamente, cedió lo que tenía en el zurrón.
Pequeña generosidad, pero total generosidad, no podía dar más.
A este altruismo sigue la magnificencia del Señor y, consecuentemente, la multitud
sacia su hambre. ¿Y si hoy en día todos los que tenemos algo, mucho o poco,
fuéramos generosos como aquel chaval, no cambiaría nuestro entorno, pese a que
no interviniesen autoridades políticas, económicas o financieras?
El episodio de la multiplicación es de gran calado, quedan algunos domingos para ir
adentrándonos. Así lo haré.