XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
¡Felicidades, querido Cardenal Julio!
Este domingo dedicamos nuestra reflexión dominical excepcionalmente a una
persona extraordinaria y querida por todos en Bolivia: nuestro querido Cardenal
Julio Terrazas, que hoy celebra sus bodas de oro sacerdotales. Desde el mundo
entero nos unimos a su alegría por sus 50 años de vida sacerdotal, que han sido y
son un regalo de Dios para la evangelización de Bolivia y de la iglesia universal.
Muchas felicidades.
El cardenal Julio Terrazas Sandoval, Arzobispo de Santa Cruz de la Sierra en
Bolivia, ha vivido todo su ministerio sacerdotal y episcopal en el marco eclesial de la
constitución del CELAM (1955) y de su evolución a lo largo de los años hasta que en
la V Asamblea, en Aparecida, fuera el portavoz de la misma ante los medios de
comunicación. Por eso aquella idea matriz de la “opción por los pobres”, presente
en las conferencias episcopales, de raíz profundamente evangélica y seña de
identidad de la historia de la Iglesia, con sus calificativos añadidos, como
“preferencial” y como “evangélica”, constituye también una de las señales de la
identidad del cardenal Julio por su gran trayectoria humana, cristiana y ministerial
al servicio de los pobres de la tierra tanto en los lugares en los que ha ejercido su
misión pastoral como en la doctrina presente en todo su magisterio.
Pero el Cardenal Julio es una persona tan valiosa que su vida no se puede describir
fácilmente, ni en una página periodística ni siquiera en un artículo amplio, sin correr
el riesgo de omitir, descuidar o relativizar algo relevante de su itinerario humano,
creyente y ministerial. Del padre Julio tenemos que resaltar su fuerte personalidad,
su fe profunda y comprometida y su espíritu incansable de servicio como marca de
su identidad sacerdotal ejercida desde el presbiterado hasta el episcopado.
En este momento de su vida nos congratulamos con él y con toda la comunidad
eclesial boliviana, que hoy, día 29 de Julio del 2012, celebra la gran fiesta por su
sacerdocio, a través del cual los que le conocemos hemos podido sentir el carisma
profético de su palabra alentadora, la firmeza de su gran autoridad moral puesta al
servicio del Reino de Dios, desde la experiencia y la misión de la Iglesia.
Recientemente he tenido el honor y la gracia de compartir con él la peregrinación a
la tierra de Jesús, donde siguiendo el camino del Señor hemos vivido la gran alegría
de la renovación de las promesas sacerdotales, en el huerto de los Olivos, donde el
mismo Jesús, único sacerdote de la Nueva Alianza, realizó su ofrenda sacerdotal a
Dios Padre, entregándose a él por medio de su Pasión para comunicarnos la vida de
su Espíritu de amor y encontrar en él la salvación y la vida.
En el cardenal Julio se percibe siempre la entrega generosa y fiel de un hombre con
los pies en la tierra boliviana que le vio nacer y con el corazón en el Dios de la vida,
que resucitó a Jesús y comunicó su Espíritu a la Iglesia, haciéndose particularmente
presente en los testigos consagrados de la fe y particularmente en los sacerdotes,
entre los cuales se encuentra, sin duda, este insigne sucesor de los Apóstoles, su
Eminencia el Cardenal Julio Terrazas Sandoval. Gracias a Dios por su persona y por
su vida.
Me permito en este día de homenaje, de acción de gracias a Dios y de alegría por
su testimonio sacerdotal, entresacar una serie de hitos que publiqué hace un par de
años en el libro colectivo, a él dedicado, Julio Terrazas, su camino, su palabra, su
vida. Servidor de todos, y que permiten evocar, sin pretender ser exhaustivos, los
momentos claves y fundamentales de su vida, para poder percibir a través de ellos,
la multiforme gracia de Dios, que inundó su corazón e impregnó siempre su
espíritu, convirtiéndolo en todas sus responsabilidades personales y ministeriales en
la personalidad de más autoridad moral en Bolivia y una de las más sobresalientes
en el contexto de la Iglesia universal y latinoamericana.
Al final, para quien le sirva, va también mi reflexión dominical en torno al
maravilloso relato evangélico del reparto del pan entre la multitud, propio de este
domingo.
HITOS EN LA VIDA DEL CARDENAL JULIO
Nacimiento
En 1936, el 7 de Marzo, nació Julio Terrazas Sandoval, en Vallegrande, diócesis de
Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, en el seno de una familia numerosa. Realizó
estudios básicos y parte de los secundarios en su ciudad natal.
Vocación Redentorista
En 1950, el párroco de Vallegrande apareció un día en casa para proponerle que
continuara sus estudios en la ciudad de Cochabamba, becado por el Obispado de
esa Diócesis. Julio tenía 14 años.
En 1952 entró en el Seminario de los PP. Redentoristas de San Bernardo (Chile) y
allí sacó su Título de Bachiller.
En 1956 hizo su noviciado en Salta (Argentina).
En 1957 pronunció su profesión religiosa como redentorista. Cursó estudios de
Filosofía y Teología en el Instituto San Alfonso de los PP. Redentoristas de Villa
Allende, en Córdoba (Argentina).
Ordenación Sacerdotal
En 1962, el 29 de Julio, recibió el sacramento del orden sacerdotal en Vallegrande.
El Obispo Bernardo Frey, Obispo Auxiliar y luego Obispo de Potosí, fue quien lo
ordenó sacerdote.
Ministerio Sacerdotal
En 1962 prosiguió estudios superiores y obtuvo el título de Pastoral Social en la
Universidad de EMACAS (Lille-Francia).
Desde 1968 hasta 1978 fue párroco y vicario foráneo de la parroquia de
Vallegrande y Superior de la comunidad Redentorista de esa ciudad.
En 1973 fue designado Delegado al Capítulo General de su Congregación en Roma.
Ordenación Episcopal
En 1978, el 15 de abril, el padre Julio Terrazas fue elegido Obispo Titular de Apisa
Mayor y nombrado auxiliar de La Paz.
En 1978, el 8 de junio, recibió la consagración episcopal de manos del Cardenal
Maurer, Arzobispo de Sucre, fundador de la Hermandad entre la Diócesis alemana
de Tréveris y la Arquidiócesis de Sucre.
Ministerio episcopal en La Paz
Desde 1978 hasta 1981 fue obispo auxiliar de La Paz, siendo Arzobispo Mons. Jorge
Manrique. Fueron años difíciles, de dictaduras, enfrentamientos sociales, golpes de
estado y muchas muertes en la sociedad y también en la Iglesia. Su voz se alzó en
defensa de la vida y de los derechos de las personas.
En 1980, el 20 de Marzo, moría asesinado en La Paz el padre jesuita Luis Espinal.
La homilía del Obispo Julio revelaba su fuerza profética y su enorme autoridad
moral en la fidelidad al Evangelio y en su búsqueda de caminos de libertad. Habló
de paz, justicia, amor, fraternidad y reconciliación.
En sus primeros años de Episcopado presidió la Comisión Episcopal de laicos,
juventud y vocaciones en la Conferencia Episcopal Boliviana.
Ministerio episcopal en Oruro
En 1982, el 9 de Enero, fue nombrado Obispo Titular de Oruro, tomando posesión
de la diócesis en el mes de marzo.
En 1983 fue delegado al Congreso mundial de vocaciones.
Desde 1985 ha sido Presidente de la Conferencia Episcopal Boliviana.
Desde 1987 es Presidente de la Comisión de Hermandad con Hildesheim y Tréveris
de la Conferencia Episcopal Boliviana.
Arzobispo de Santa Cruz de la Sierra
En 1991, el 6 de febrero, fue promovido a la sede metropolitana de Santa Cruz de
la Sierra, de la cual tomó posesión el 14 de abril del mismo año.
En 1992, del 12 al 28 de Octubre, asistió a la IV Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Santo Domingo, República Dominicana.
Mons. Julio participó en la redacción del tema de la promoción humana, la parte
más profética del documento.
En 1997 Mons. Julio convocó el II Sínodo Arquidiocesano de Santa Cruz, que
concluyó en 2001 y contribuyó a la revitalización de la Iglesia cruceña, al desarrollo
de las comunidades eclesiales de base, a la estructuración comunitaria y
participativa de la Iglesia y a la promoción de las vocaciones sacerdotales.
El Cardenal Julio Terrazas Sandoval
En 2001, el 21 de Febrero, fue creado cardenal por el Papa Juan Pablo II, del cual
recibió el título de San Juan Bautista de Rossi en Roma.
En 2004 fue el enviado papal especial para la celebración del X Congreso
Eucarístico Nacional de Argentina realizado en Corrientes, que tuvo lugar del 2 al 5
de Septiembre.
En 2005 participó en el Cónclave del 18 al 19 de abril, del cual salió elegido como
Papa Benedicto XVI. En la Curia Romana es miembro del Pontificio Consejo para los
Laicos y de la Pontificia Comisión para América Latina.
Desde 2006 hasta 2009 ha sido Moderador del Consejo Latinoamericano y Caribeño
de Líderes Religiosos de la Conferencia Mundial de Religiones por la Paz y
vicepresidente a nivel mundial de esta institución.
En 2007 participó en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del
Caribe, Aparecida, República Federal del Brasil, que se celebró del 13 al 31 de
Mayo. De ella fue portavoz ante los medios de comunicación social.
En 2007 la Asamblea del CELAM lo eligió Presidente del Departamento de Justicia y
Solidaridad, para impulsar, a la luz del Evangelio, la Doctrina Social y una pastoral
social orientada a la promoción de la vida y la solidaridad, a la promoción humana y
la liberación integral del ser humano.
En 2008 el Cardenal Julio presidió en Quito la representación de Bolivia en el Tercer
Congreso Americano y Misionero, evento que tenía la finalidad de cumplir con el
mandato de Aparecida, el lanzamiento de la Misión Continental y Permanente:
“América con Cristo escucha, aprende y anuncia”.
En 2010, el 12 de Noviembre, La Facultad Teológica de Tréveris le otorgó el más
alto grado académico universitario, concediéndole el título de Doctor Honoris Causa,
por su audacia y maestría en el anuncio de la Buena Nueva liberadora de
Jesucristo, su solidaridad con los oprimidos, su capacidad de diálogo, su decidido
compromiso a favor de la Iglesia Latinoamericana y su incansable esfuerzo por la
Hermandad entre las Diócesis de Tréveris, Hildesheim y la Iglesia Boliviana.
Baste este elenco de hitos en la vida del Padre Julio para hacernos una primera idea
de su impresionante trayectoria vital, llena de dinamismo, impregnada con el
Espíritu de Dios e inspirada en la fuerza del Evangelio.
P. José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura
El reparto del pan, signo de la misión
En el episodio evangélico del reparto de pan entre la multitud (Jn 6,1-15) hay una
gran influencia del relato de milagro del profeta Eliseo (2 Re 4,42-44), de las
referencias de las acciones de Jesús sobre el pan y el vino en la última cena, y de la
repetición regular de las palabras y acciones eucarísticas de Jesús en el culto
cristiano primitivo. Con ello el evangelio expresa el dinamismo misionero que la
presencia del Señor Jesús imprime en sus discípulos al implicarlos directamente en
el partir el pan y repartirlo entre las multitudes hambrientas. Hoy podemos decir
que el pan partido y compartido es un milagro al alcance de la humanidad y se
convierte en un signo que nos da la vida, que refuerza la fraternidad y la
solidaridad entre los cristianos y nos interpela sobre el hambre y la miseria que
sufren grandes masas de la humanidad.
Pero trascendiendo el género literario de milagro y la historicidad de los hechos
narrados en los evangelios acerca del reparto organizado y solidario del pan como
don y signo del Reino de Dios lo esencial es la manifestación del Mesías Jesús a
través de un signo y una enseñanza que hoy constituyen una auténtica alternativa
al sistema social del mundo globalizado. Lo admirable no es la “multiplicación” de
panes, sino su “reparto” entre los necesitados. El milagro no consiste en multiplicar
sino en dividir. Lo que es digno de admiración y rompe la lógica matemática es el
pan compartido y repartido. Y este pan compartido sacia a todos. Éste es el gran
milagro que la Iglesia proclama desde el Evangelio y desde la Eucaristía. Frente al
milagro diabólico del enriquecimiento capitalista que consiste en multiplicar y
superproducir, manteniendo el crecimiento económico como objetivo prioritario del
sistema, a costa de los empobrecidos, el milagro evangélico del reparto del pan, en
su realidad histórica y simbólica, consiste en dividir y compartir. La Eucaristía es
sacramento que anuncia y anticipa una nueva realidad mesiánica, proclamando la
muerte de Jesús, un cuerpo roto, como dinamismo liberador en una humanidad
injusta y en una sociedad consumista.
En descampado y abatida está también hoy la mayor parte de la humanidad,
carente de las necesidades más vitales, sin pan, sin casa, sin trabajo o con escasez
de recursos. Benedicto XVI acaba de decir en Caritas in Veritate, 27: “En la era de
la globalización, eliminar el hambre en el mundo se ha convertido también en una
meta que se ha de lograr para salvaguardar la paz y la estabilidad del planeta. El
hambre no depende tanto de la escasez material, cuanto de la insuficiencia de
recursos sociales, el más importante de los cuales es de tipo institucional. Es decir,
falta un sistema de instituciones económicas capaces, tanto de asegurar que se
tenga acceso al agua y a la comida de manera regular y adecuada desde el punto
de vista nutricional, como de afrontar las exigencias relacionadas con las
necesidades primarias y con las emergencias de crisis alimentarias reales,
provocadas por causas naturales o por la irresponsabilidad política nacional e
internacional”.
Jesús invita a sus discípulos a realizar el milagro: «Dadles vosotros de comer».
Probablemente ellos pensarían que el milagro consiste en multiplicar los alimentos,
y creerían que el problema es comprar. En cambio Jesús no compra ni multiplica,
sino que parte y reparte. Jesús les muestra que, más que “comprar”, el camino a
seguir es “organizarse” “partir” y compartir. Jesús da una lección excepcional para
que nosotros aprendamos a hacer el milagro y resolvamos esa cuestión que la
humanidad tiene pendiente: el hambre. Bendecir el pan significa comprender que
los bienes que da la tierra, en especial los que son necesarios para vivir con
dignidad, no nos pertenecen, sino que son don de Dios para toda la humanidad, y si
obramos en consecuencia y compartimos lo que tenemos, si organizamos nuestras
relaciones económicas de acuerdo con esta convicción, si superamos así la injusticia
que estructura nuestro planeta, habrá pan para todos y sobrará. Por eso el reparto
de los panes adquiere su pleno significado en el reparto del pan eucarístico.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura