Ciclo B. XVII Domingo del Tiempo Ordinario
Pedro Guillén Goñi, C.M.
El evangelio de hoy nos presenta el conocido pasaje del milagro de la multiplicación
de los panes (Jn. 6, 1-15). Es un canto a la solidaridad, compasión, ternura y
sensibilidad del Señor. Mucha gente sigue a Jesús porque desea conocer su
doctrina. Atraídos por la fama de sus prodigios, todos quieren que cure sus
enfermedades y les dé la paz que necesitan. El Señor se apiada de ellos y los
alimenta.
Destaca la primera reacción de los discípulos cuando el Señor les manda que dieran
de comer. Al principio eluden la responsabilidad porque les resultaba imposible
satisfacer esa petición. Sin embargo, se dan cuenta que la iniciativa y la creatividad
es más fuerte que sus propios temores y, aceptando el reto con la ayuda milagrosa
del Señor, logran salir airosos de la situación. La compasión y la solidaridad están
por encima de las dificultades cuando el corazón generoso y la mente dispuesta se
ofrecen para ayudar a los demás.
Siempre se ha asociado este pasaje de la multiplicación de los panes con la
Eucaristía. De esta manera pasamos del signo material y humano, el pan, al signo
espiritual de la Eucaristía como alimento del Cuerpo de Cristo. Se acercaba la
Pascua y el Señor adelanta el sentido que le iba a dar a esta fiesta como acción de
gracias y encuentro con Dios y con los hombres. Si sentimos necesidad del pan
material también tendremos que buscar con ansia el propio Cuerpo de Cristo que se
nos ofrece como alimento para nutrir nuestra fe y para adherirnos plenamente a su
pasión, muerte y resurrección.
Solidaridad-amor y Eucaristía se identifican. No pueden caminar separadas. Sería
contradictorio e injusto pretender compartir la mesa del Señor cerrando nuestro
corazón a las necesidades de los demás. El pan y los peces, según el texto
evangélico, no están para satisfacer necesidades personales sino para compartirlos
con los otros.
La contribución solidaria, por pequeña que sea, cinco panes y dos peces no parecía
nada para tanta gente, puede ser una fuente inagotable de bondad y ternura.
Estamos llamados a gestos sencillos pero significativos que demuestren la presencia
amorosa de Cristo en nuestro actuar diario. Solamente así descubriremos la fuerza
de la solidaridad y el pan eucarístico en nuestro diario caminar.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)