Ciclo B. XVII Domingo del Tiempo Ordinario
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos
El milagro de la multiplicación de los panes que nos cuenta Juan (6, 1-15) tiene
varias lecturas. La más obvia es la de que Jesús, movido a compasión, sació el
hambre del gentío que le seguía. La compasión de Jesús es de nuevo aquí la razón
de ser del milagro, como lo fue de cuanto Él hizo y dijo, según les comenté en mi
carta del domingo pasado. Pero veamos estas otras posibles lecturas: la
eucarística, que está en el propósito de Juan, para quien el milagro de Jesús, siendo
tan grande, importa sólo como signo de otra multiplicación: la de la eucaristía.
Jesús se multiplicará a sí mismo por millones, cada día, para darse a comer a
millones… La lectura sociológica, que gusta mucho a los socialistas y comunistas,
para quienes lo único importante del relato es el hambre del pueblo y la cuestión
social que plantea.
Para mí, el milagro de la multiplicación de los panes plantea varias interesantes
preguntas. Esta, por ejemplo: ¿hubiera hecho Jesús el milagro si no hay el
muchacho que aporta los cinco panes y los dos peces? No lo sé. Probablemente sí,
pero lo cierto es que sólo lo hizo cuando contó con la colaboración del muchacho.
Como Dios que era, no hubiera necesitado de nadie ni de nada para hacer el
milagro, pero sólo lo hizo cuando alguien le ofreció algo. La conclusión del hecho es
obvia: para hacer las cosas Dios cuenta con nosotros, con nuestra colaboración.
Fue así en el milagro y es así en todo, incluidos el cuidado del mundo y el desarrollo
humano. Será bueno que lo recordemos.
Después de la compasión de Jesús, la colaboración fue el otro elemento
indispensable en la realización del milagro. El tercer elemento fue la distribución o
reparto de los panes entre la gente, previamente sentados en grupos de 50 (Lc
9,14). La distribución de la ayuda (y de la riqueza), es casi siempre un problema
muy difícil, tanto que un gran economista llegó a decir que el problema del hambre
en el mundo es sobre todo un problema de distribución. En el caso de Jesús, se
contó con la colaboración de los apóstoles -(de nuevo la colaboración!)- , y de la
misma gente, que supo mantenerse ordenada, (quizá choqueada por el milagro que
estaban presenciando). Sin duda todos nosotros tenemos experiencias de lo difícil
que es y se hace un buen reparto de cosas.
El recojo y acopio de las sobras es otro elemento importante. Se llenaron 12
canastas, observa Juan. Lo curioso es que la orden de recoger las sobras procedió
de Jesús: que nada se desperdicie, dijo. Una buena lección, sobre todo en nuestros
días, para quienes viven en abundancia y despilfarro. ¿Te sobra algo? Date un
tiempo, haz un esfuerzo, recoge lo que te sobra y envíalo a tu parroquia o a los
Traperos de Emaús. Casi ya no queda espacio para comentar el elemento final del
milagro. Es la naturalidad (humildad, sencillez, etc.) de Jesús, sobre todo cuando la
gente intenta proclamarlo Rey (Jn 6, 15). ¿Cuál de estos 5 elementos suelen
faltarles, que es por lo que no hacen todo el bien que podrían hacer?
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)