XX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Pautas para la homilia
"Yo soy el pan vivo bajado del cielo".
La preparación del Banquete
La sabiduría de la que habla el libro de los proverbios es descrita con elementos
positivos como el ser justo, actuar en consecuencia, un don que se adquiere y
perfecciona en un contexto de vida. No es la persona que atesora muchos
conocimientos intelectuales y por tanto es equiparable a un gran erudito en
diversas artes y ciencias.
La persona que porta sabiduría en la biblia es la que hace lo correcto, posee una
disposición interior que se ve reflejada en las experiencias humanas, como una
realización personal. Es quien posee grandes dotes en la relación con los demás, en
definitiva es un saber vivir en todos los ámbitos de la vida humana. Se pueden
tener conocimientos en diversas materias, pero deben estar en virtud de ponerlas
en práctica en la vida cotidiana y sencilla.
La prudencia, el saber estar, comportarse, hacer lo correcto son aspectos
significativos de la sabiduría bíblica. Y se ponen de manifiesto en esta narración de
proverbios: simbolismos, imágenes, detalles... Intentan reflejar una perfección en
todo lo que rodea al gran banquete. Los invitados tienen una gran relevancia, para
el anfitrión que es quien convoca y prepara este convite.
Cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor
Vivir de acuerdo a unos parámetros de vida cristiana es lo que se pretende, desde
la visión del texto de Efesios. Tomar en consideración cualidades propias de la
sabiduría como la sensatez, saber vivir el momento actual de nuestra vida, que en
consecuencia corresponde a cada uno de nosotros construir nuestra propia biografía
histórica.
Aprovechar el momento presente en el que vivimos en Cristo puede estar indicando
una centralidad de vida, pero además podemos vivirlo en clave de celebración, en
clima festivo, puesto que participamos junto a Cristo de una vida en el Espíritu.
La alegría podría ser la tónica dominante en nuestra experiencia cristiana, pues así
lo fue viviendo Jesús en su propio contexto de vida. Sentarse a la mesa junto con
personas mal vistas, era para Jesús uno de los momentos importantes, para
extender el Reino de Dios, ya en este mundo.
La gracia que nos comunica Dios a través de Jesucristo estaría orientada a
emplearnos a la tarea de ser seguidores del maestro y vivirlo con alegría,
entusiasmo, no de forma triste y anodina. La transmisión de la vida en el Espíritu
puede implicar una autenticidad de vida que redunda en nuestro propio ámbito
histórico. Así también nosotros podremos ser portadores de gracia que nos viene de
Cristo, y de ahí que puede ser el testimonio más autentico que se espera de
nosotros.
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
El texto de Juan es importante, pues nos da una serie de nociones sobre el
verdadero significado de la Eucaristía. Jesús mismo se identifica como el pan bajado
del cielo, manifestando con ello la propia vida y su origen divino.
La vitalidad que desprende el Evangelio implica la entrega de una vida, el sacrificio
realizado por Jesús. Pero no solo perdona los pecados y reconcilia al mundo, sino
que otorga una vida en máxima plenitud, en abundancia, no encuentra ni limites, ni
precedentes, está abierto a todos.
El mismo Jesús se da a comer, y en la comida que compartimos participamos con Él
de la gracia excelsa de Dios. La revelación que emplea Dios es la encarnación, la
venida al mundo bajo el ropaje humano, y es una toma de partido por el ser
humano. La utilización de los elementos sapienciales mediante la comida, son un
signo inequívoco de compartir el banquete del Reino de Dios.
Este compendio mostrado por Juan contiene los aspectos centrales de nuestra fe
cristiana: la encarnación, la pasión y muerte de Jesucristo, donde se ve la
verdadera humanidad de Jesús, comparte un amor tan grande que siendo Dios,
adopta la condición humana y se entrega a dicha causa. Pretende mostrar el mayor
gesto profético de la historia: La Eucaristía, verdadero vínculo que nos une como
pueblo de Dios.
Pero no podemos olvidar en ningún caso el hecho de la resurrección de Jesús, un
aspecto esencial que forma parte de la participación del banquete que anticipa la
vida eterna, que ya se ha iniciado, pero que se cumplirá en el último día. La
escatología que remite a los últimos tiempos, comienza desde este momento
presente, y así lo hacía Jesús al compartir mesa con todo tipo de personas, sin
importar su condición, ni su situación de vida. De esta manera el banquete se
convierte en el mayor signo del Reinado de Dios en este mundo.
Cuando participamos activamente de la Eucaristía y comulgamos a Jesús, podemos
experimentar una interrelación máxima: Jesús está en nosotros, pero a la vez
nosotros estamos en Él. Es una permanencia reciproca que otorga un cenit de vida,
sin precedentes, que cambia radicalmente la vida de cada uno de nosotros.
La vivencia que se produce en esta relación sin precedentes, es una vida total en el
ser humano, que va encaminado a la totalidad del mundo, es una Palabra que se
ofrece en su Cuerpo y Sangre, para introducirnos en una perspectiva trinitaria de
un profundo calado interior. La fuente de la vida que proviene del Padre, se
transmite a través del Hijo que se encarna y habita entre nosotros, y además nos
envuelve en la verdadera vida en plenitud por el Espíritu Santo.
Fr. Julio C. Carpio Gallego O.P.
Convento de S. Esteban (Salamanca)