XVIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti
MARTES
Lecturas
a.- Jr. 30, 1-2. 12-15. 18-22: Cambiará la suerte de las tiendas de Judá.
b.- Mt. 14, 22-36: Mándame ir hacia ti andando sobre el agua.
Vemos a Jesús en una de sus claras manifestaciones de su divinidad, como es,
caminar sobre las aguas. Manda a sus discípulos a subir a la barca y marcharse a la
otra orilla, mientras ÉL despide a la gente y busca un lugar para orar en el monte.
Mientras Jesús ora sólo en el Monte, los discípulos atraviesan por orden del Maestro
el lago hacia la otra orilla.
Es en el monte donde experimenta la cercanía de Dios, donde fluye la oración entre
Él y su Padre donde se efectúa un trueque inefable; encuentro admirable en la
quietud de la noche. Este impuso de orar, hace comprender la orden dada a los
apóstoles, quería soledad. Es el mediador entre Dios y los hombres (cfr. 1Tim. 2,
5). De noche, con vientos de tormenta en contra, Jesús viene al encuentro de los
discípulos, solo que caminando sobre las aguas, y a los discípulos les entra el
miedo. El les dice: «¡Animo!, que soy yo; no temáis.»Pedro le respondió: «Señor, si
eres tú, mándame ir donde ti sobre las aguas.»«¡Ven!», le dijo. Bajó Pedro de la
barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la
violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor,
sálvame!» Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: «Hombre de poca
fe, ¿por qué dudaste?» (vv. 27-31). En otro nivel, este milagro presenta a Jesús
como Dios; claramente es una teofanía, manifestación de Dios al hombre. Esos
hombres rudos, ahora experimentan su debilidad, puesto que están ante una
manifestacin divina. Slo Jesús puede decir: “Soy yo” (v. 27). Si cuando multiplica
el pan Cristo es presentado como Mesías esperado, ahora presenta su divinidad. En
la Biblia la soberanía de Dios, se manifiesta en el dominio sobre la naturaleza, tal
como Jesús que calma el mar, con palabras del viejo testamento (cfr. Ex. 3,14). La
hazaña de Pedro y Jesús, escena propia de Mateo, viene a significar que si es Jesús,
se despierta el deseo de ir a ÉL, y carece de peligro el mar. Efectivamente baja de
la barca y comienza a caminar sobre el agua, como Jesús, pero al fijar en el oleaje
y la fuerza del viento, se comienza a hundir, y por segunda vez invoca a Jesús,
quien lo toma de la mano y le reprocha su falta de fe. Con Jesús desaparecen las
dudas y se acrecienta la fortaleza. Subidos a la barca, Jesús recibe una confesión
de fe de parte de los apstoles: “Verdaderamente eres Hijo de Dios” (v. 33). Han
entendido los apóstoles el milagro de los panes y ahora esta manifestación de
caminar sobre el agua? Han reconocido a Quien tienen ante sí más allá de
razonamientos e inteligencias, experimentan al Hijo de Dios ante ellos. Es en la
figura de Pedro donde el evangelista centra su mirada, como primer apóstol, primer
creyente y modelo para sus compaeros. Comprender el “Soy yo”, lo atrae hacia
Cristo para estar con ÉL, guiado por la confianza y el amor. Si desfallece la
confianza, el hombre experimenta la el peligro de fuera, se convierte en presa de
las fuerzas que lo amenazan sino acude a la mano salvador de Cristo Jesús. Este
acto de fe de Pedro y los suyos, es fe y confianza en crecimiento, todavía pequeña.
Así y todo lo vivido por Pedro, lo convierte en modelo para todos los futuros
creyentes. De esta forma está la Iglesia ante Cristo, sabe que está sustraída de
todo peligro y preservada de hundirse en la historia, si mantiene viva la fe. Sin ella,
no se puede subsistir (cfr. Is. 7,9). Si bien este pasaje se puede aplicar al antiguo
Israel, pueblo de la alianza, también se puede proponer a la Iglesia, pueblo de la
nueva alianza, sólo que Jesús está en medio de ella y puede decirle cada día:
“Realmente, eres Hijo de Dios” (v.33), mientras nos conforta cuando nos recuerda:
“Animo! Soy yo! No tengáis miedo” (v. 27).
Teresa de Jesús nos invita a dialogar con el Señor y a confiar en que su compañía
es la mejor garantía de nuestro progreso en la oracin. “Oh Seor del mundo,
verdadero Esposo mío! le podéis vos decir, si se os ha enternecido el corazón de
verle tal, que no sólo queráis mirarle, sino que os holguéis de hablar con El, no
oraciones compuestas, sino de la pena de vuestro corazón, que las tiene El en muy
mucho , ¿tan necesitado estáis, Señor y Bien mío, que queréis admitir una pobre
compañía como la mía, y veo en vuestro semblante que os habéis consolado
conmigo? Pues ¿cómo, Señor, es posible que os dejen solo los ángeles, y que aun
no os consuela vuestro Padre? Si es así, Señor, que todo lo queréis pasar por mí,
¿qué es esto que yo paso por Vos? ¿De qué me quejo? Que ya he vergüenza de que
os he visto tal, que quiero pasar, Señor, todos los trabajos que me vinieren y
tenerlos por gran bien por imitaros en algo. Juntos andemos, Señor; por donde
fuereis, tengo de ir; por donde pasareis, tengo de pasar.” (Camino de Perfeccin
26,6).