COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires –
ciclo 2012)
5 de agosto de 2012 – 18º domingo durante el año
Evangelio según San Juan 6, 24-35 (ciclo B)
Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no
estaban en el lugar donde el Señor había multiplicado los panes,
subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al
encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: “Maestro, cuándo
llegaste?”. Jesús les respondió: “Les aseguro que ustedes me
buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta
saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que
permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre;
porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello”. Ellos le
preguntaron: “Qué debemos hacer para realizar las obras de
Dios?”. Jesús les respondió: “La obra de Dios es que ustedes crean
en aquel que él ha enviado”. Y volvieron a preguntarle: “Qué
signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la
Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo". Jesús
respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del
cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de
Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo". Ellos le
dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan". Jesús les respondió:
"Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el
que cree en mí jamás tendrá sed.”
“Jesús, Pan de Vida, aliméntanos con tu Palabra, aliméntanos con
tu Eucaristía!”
El Evangelio nos dice que Jesús es el Pan de Vida, es la Eucaristía, es la
presencia viva de Dios. Este Dios, este Cristo, el resucitado, se nos presenta
como un alimento imperecedero, que no caduca, que no se gasta, que de
alguna manera no se consume, que SI es para nosotros pero que nosotros
nos transformamos en él y no ese alimento se transforma en nosotros.
La presencia de Cristo es un signo de su presencia permanente, para dar a
la humanidad de cada tiempo el verdadero Pan de Vida, por eso decimos
que Cristo nos alimenta y es actual, es vigente; nos alimentó en el siglo V,
nos alimentó en el siglo XVI, nos alimentó en el siglo XX y nos sigue
alimentando y robusteciendo en este siglo XXI. Así, entre luces y sombras,
ante complicaciones, dificultades y problemas, siempre el Señor está
presente para abastecer las necesidades últimas y fundamentales de cada
ser humano y de toda la humanidad.
La Iglesia es el lugar donde Dios obra y la Eucaristía es el momento
privilegiado donde se descubre la potencia de Cristo y se alcanza la
capacidad de repetir el prodigio por Él cumplido, por Él realizado: “Yo soy el
Pan vivo bajado del cielo, quien me coma no tendrá hambre, quien me beba
no tendrá sed”
Vemos una relación que no es reductiva sino que se relaciona, se inter-
comunica: el Pan Espiritual, no excluye al pan material; pero el pan material
no tiene la última palabra sino que tiene que ser trascendido por el Pan
Espiritual, por la presencia de Dios, por su Palabra, por la oración, por el
reconocimiento de su cercanía, porque es Dios capaz de saciar nuestra
alma, nuestro apetito de infinito, de absoluto. No podemos vivir
reductivamente solo al consumo, solo a lo experimental, solo a lo de hoy.
De aquí la importancia de saber que nosotros tenemos que trascender.
“Vengan a mi -dice Jesús- escuchen y vuestra alma tendrá vida.” Es vital
saber que fuimos comprados a un gran precio, pero siempre Dios nos dice
“mi yugo es suave y el peso liviano” y, como dice San Pablo, “nadie podrá
separarme jamás del amor de Cristo”. Pero para poder luchar, para poder
superar la fatiga, para poder reposar ante tanto cansancio, para poder ser
renovado, fortalecido, está la Eucaristía.
Cuando entra Cristo, Dios, en nuestra vida, nos robustece y va alejando de
nosotros todo signo y todo vestigio de pecado. Seamos conscientes de lo
que recibimos y responsables de aquello que entregamos. Nadie nos podrá
separar del amor de Cristo Jesús. ¡Jesús, Pan de Vida, aliméntanos con tu
Palabra, aliméntanos con tu Eucaristía!
Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén