La fe no es fruto del esfuerzo humano.
2012-08-09
Evangelio
Del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-23
En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta
pregunta a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Ellos
le respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros que Elías; otros, que
Jeremías o alguno de los profetas».
Luego les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?». Simón Pedro tomó la
palabra y le dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Jesús le dijo entonces: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha
revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los Cielos! Y Yo te digo a ti que
tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no
prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que
ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra
quedará desatado en el cielo». Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie
que Él era el Mesías.
A partir de entonces, comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a
Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos
sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al
tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, diciéndole: «No lo permita Dios,
Señor. Eso no te puede suceder a ti». Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo:
«¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque
tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!». Palabra del Señor.
Oración introductoria
Jesús, al igual que Pedro no me gusta, en muchas ocasiones, el camino que debo
recorrer para aspirar a la santidad. Por eso hoy, con mucha fe y esperanza, te
busco en la oración para suplicarte me concedas llegar a percibir tus sentimientos y
conocer a fondo tu corazón. Que el centro de mi oración seas Tú, y no tanto mis
problemas o dificultades personales.
Petición
Señor, que sepa reconocerte siempre como tu instrumento, porque Tú eres la única
fuente que emana el bien que puedo hacer.
Meditación
La fe no es fruto del esfuerzo humano.
«Es un don de Dios: “Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha
revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos”. Tiene su
origen en la iniciativa de Dios, que nos desvela su intimidad y nos invita a participar
de su misma vida divina. La fe no proporciona solo alguna información sobre la
identidad de Cristo, sino que supone una relación personal con Él, la adhesión de
toda la persona, con su inteligencia, voluntad y sentimientos, a la manifestación
que Dios hace de sí mismo. Así, la pregunta de Jesús: “Y vosotros, quién decís que
soy yo?”, en el fondo está impulsando a los discípulos a tomar una decisión
personal en relación a Él. Fe y seguimiento de Cristo están estrechamente
relacionados. Y, puesto que supone seguir al Maestro, la fe tiene que consolidarse y
crecer, hacerse más profunda y madura, a medida que se intensifica y fortalece la
relación con Jesús, la intimidad con Él. También Pedro y los demás apóstoles
tuvieron que avanzar por este camino, hasta que el encuentro con el Señor
resucitado les abrió los ojos a una fe plena» (Benedicto XVI, 21 de agosto de
2011).
Reflexión apostólica
«[La meditación] También puede ser un desarrollo contemplativo: la contemplación
de un misterio o hecho de la vida del Señor, de la Santísima Virgen o de la historia
de la salvación (ver las personas, escuchar sus palabras, considerar las acciones), y
sus implicaciones para la propia vida, hasta llegar a los afectos y a las mociones de
la voluntad que engendren una mayor adhesión a Dios» (Manual del miembro del
Movimiento Regnum Christi , n. 227).
Propósito
Renunciar a oír música mientras me transporto a la escuela, lugar de trabajo o a
mis actividades cotidianas, y ofrecerlo a Dios por aquellas personas que han
perdido su fe.
Diálogo con Cristo
Gracias, Señor, porque siendo Hijo de Dios, has dado tu vida por mí, porque me
amas. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu Palabra. Tú me conoces,
sabes de mi debilidad, de mi temor al sacrificio, al dolor, por eso confío en Ti y
pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la
alegría que nunca me abandone.
«En tu camino buscarás razones para creer y encontrarás algunas de mucho valor;
pero lograrás creer y mantener tu fe si siempre te fías de Dios»
(Cristo al centro , n. 1000).