COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires – ciclo
2012)
12 de agosto de 2012 – 19º domingo durante el año
Para recordar:
El próximo miércoles 15 de agosto, es la Solemnidad de Nuestra Señora de la
Asunción , Patrona de nuestra diócesis; a Ella -que ha sido tan fiel y tan perseverante,
que ha tenido la gracia del privilegio de la Maternidad Divina- le pedimos que nos
ayude a anhelar, a procurar, a trabajar, a buscar y decir que dónde está la Madre
podamos estar nosotros, sus hijos. Que la Virgen despeje todos los obstáculos que
podamos encontrar en el camino para poder seguir avanzando como verdaderos hijos de
Dios, como verdaderos cristianos y tratarnos entre nosotros como hermanos. Deseo para
todos ¡una feliz fiesta patronal diocesana!
Evangelio según San Juan 6,41-51 (ciclo B)
Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: "Yo soy el pan bajado del cielo". Y
decían: "¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su
madre. ¿Cómo puede decir ahora: 'Yo he bajado del cielo'?" Jesús tomó la palabra y les
dijo: "No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que
me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas:
Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene
a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.
Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el
desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo, para
que aquel que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de
este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".
Es interesante destacar aquí, la presencia de Dios siempre al lado de su pueblo en el
camino del desierto. Es decir que todos nosotros estamos caminando por un desierto. Un
desierto que a veces es ausencia de personas; o un desierto que está colmado de
personas pero en el que, también a veces, el ser humano se encuentra solo y con
angustia.
Hay un “pan venido del cielo” y el agua que “surgirá de la roca”; dos signos vitales, el
pan y el agua que necesitamos para vivir. No son sólo signos indicativos sino también
eficaces; signos del Señor que nos va comunicando el alimento vital para nuestra propia
vida.
La fe en Jesús es en primer plano, siempre; pero esta fe tiene que estar unida a los
Signos vitales
sacramentos de la fe. Son inseparables, tanto la fe como los sacramentos. Vemos que la
fe exige el sacramento y el sacramento es incomprensible sin la fuerza de la fe. De allí
la importancia que nuestro trato, nuestra relación y vinculación con Cristo y con la
Iglesia sea a través del ámbito de la fe.
El Santo Padre, Benedicto XVI, nos invita para el próximo mes de octubre a iniciar el
Año de la Fe para revitalizarla, fortalecerla, purificarla, tomando más conciencia de
aquello que nos une y saber que Jesucristo no es una ideología sino que es la Persona
Viva , en Él y en la Iglesia. Porque en la Iglesia encontramos a Cristo y Cristo se nos da
a través de la Iglesia. Es el único que sacia plenamente y “quien lo come no muere y
tiene la vida.”
Pidamos al Señor que fortalezca nuestra fe; que sepamos que ha sido querido por le
Padre y el Padre envió a Cristo, y por medio de Cristo nosotros conocemos al Padre. Por
eso “el que cree tiene vida eterna”, el que cree en Jesús es lo máximo, es el mejor
conocimiento. Así como nosotros tenemos que conocer muchísimas cosas, sería
incompleto si no nos abrimos a la trascendencia. Y la fe es un verdadero conocimiento
que no puede faltar al hombre, porque si le falta fe, es incompleto; si le falta fe, está
mutilado; si le falta fe, no tiene plenitud de vida.
Que el Señor purifique nuestra fe para reconocerlo a El como verdadero Pan, como
verdadera Agua; dos signos vitales que el ser humano no puede prescindir de ellos
porque se muere. Como no podemos prescindir de Cristo porque si prescindimos de
Cristo, también nosotros nos agotamos y nos morimos. Porque quien lo come no muere.
Les dejo mi bendición en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén