“LA CARIDAD HUMANIZA”
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el sexto domingo de Pascua
(13 de Mayo de 2012)
El texto del Evangelio de este domingo (Jn. 15,9-17), continúa la reflexin sobre la “vid y los
sarmientos”, acentuando que la comunin indispensable con Cristo se da por el amor: “Como el
Padre me am, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor… Este es mi
mandamiento: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que
dar la vida por los amigos…” (Jn. 9,12-13).
El cristianismo solo es captado cuando se entiende que en el centro de su mensaje está el tema
de la “caridad”. En primera instancia el cristianismo se diferencia de todas las otras propuestas
religiosas, porque en sí no es una mera búsqueda de perfección espiritual individual, ni es una gran
idea. El Papa Benedicto cuando inició su pontificado centró este inicio con una encíclica que
reflexiona sobre la caridad: “Deus Caritas est” (Dios es amor), poniendo el tema del amor en el
centro de nuestra fe y considerando este tema como una clave del anuncio evangelizador, que la
Iglesia debe realizar en este inicio del siglo XXI. Por eso el Papa seala: “Hemos creído en el amor
de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser
cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con
una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientacin decisiva” (1).
Es en la caridad en donde encontramos el fundamento del amor a los hermanos y sobre todo la
opción preferencial por los pobres y excluidos, que se reitera en el acontecimiento Aparecida y en
su documento, que refleja la preocupación que la Iglesia tiene por todas las formas de marginación
y exclusión que se dan en nuestro continente. La caridad cristiana, la búsqueda de globalizar la
solidaridad y la opción preferencial por los pobres son componentes esenciales del discipulado y la
misión de los cristianos, sin esto el cristianismo perdería su misma identidad.
El documento de Aparecida seala: “Nuestra fe proclama que “Jesucristo es el rostro humano
de Dios y el rostro divino del hombre”. Por eso la opción preferencial por los pobres está implícita
en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su
pobreza. Esta opción nace de nuestra fe en Jesucristo, el Dios hecho hombre, que se ha hecho
nuestro hermano (Heb. 2,11-12). Ella, sin embargo, no es ni exclusiva, ni excluyente” (392).
“Si esta opcin está implícita en la fe cristolgica, los cristianos, como discípulos y misioneros,
estamos llamados a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro sufriente
de Cristo que nos llama a servirlos en ellos: “Los rostros sufrientes de los pobres son rostros
sufrientes de Cristo”. Ellos interpelan el núcleo del obrar de la Iglesia, de la pastoral y de nuestras
actitudes cristianas. Todo lo que tenga que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres
reclama a Jesucristo: “Cuanto lo hicieron con uno de estos hermanos más pequeos, conmigo lo
hicieron” (Mt. 25,40). Juan Pablo II destac que este texto bíblico “ilumina el misterio de Cristo”.
Porque en Cristo el grande se hizo pequeo, el fuerte se hizo frágil, el rico se hizo pobre” (393).
Es cierto que desde una visión materialista del hombre y solo consumista, la opción por los
pobres, y el buscar para sí mismo no idolatrizar los bienes materiales, también serán considerados
como algo antinatural.
En esta reflexión quiero agradecer la comprensión de nuestra gente que expresa esta opción por
los más pobres, con la generosidad demostrada en la colecta del 1% cuaresmal. Lo importante es
que cada colecta expresa el gesto de búsqueda de conversión ejercitándose en la comunión de
bienes. Con esta colecta muchos hermanos necesitados podrán mejorar sus techos, viviendas
precarias, agrandar algún ambiente y arreglar letrinas y baños.
Hoy en el siglo XXI, la Iglesia reitera aquello que ya realizaba en sus inicios en el siglo II,
cuando San Justino (año 155), en el contexto de la celebración dominical, describe en sus escritos
la actividad caritativa de la Iglesia, unida a la misma Eucaristía o Misa; los que poseen, según sus
posibilidades y cada uno cuanto quiera, entregan sus ofrendas al Obispo; éste, con lo recibido,
sustenta a los huérfanos, a las viudas y a los que se encuentran en necesidad por enfermedad u
otros motivos, así como también a los presos y forasteros.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas