Para transformarse en Cristo.
2012-08-12
Evangelio
Del santo Evangelio según san Juan 6, 41-51
En aquel tiempo, los judíos murmuraban contra Jesús, porque había dicho: «Yo soy
el pan vivo que ha bajado del cielo», y decían: «¿No es éste, Jesús, el hijo de José?
¿Acaso no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo nos dice ahora que ha
bajado del cielo?»
Jesús les respondió: «No murmuren. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el
Padre, que me ha enviado; y a ése Yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los
profetas: *
Todos serán discípulos de Dios*
. Todo aquél que escucha al Padre y
aprende de Él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de
aquél que precede de Dios. Ése sí ha visto al Padre.
Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus
padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Éste es el pan
que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que
ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que Yo
les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida». Palabra del Señor.
Oración introductoria
Jesús, dame fe para saber orar. No permitas que me dé miedo el silencio y el
sosiego. Haz que opte siempre por el camino de la escucha de tu Palabra. Quiero
reconocerte y adorarte en la Eucaristía.
Petición
Espíritu Santo, enséñame a reconocer tu presencia y acción en todo lo bueno que
hay en mi vida.
Meditación
Para transformarse en Cristo.
«El Señor Jesús, que por nosotros se ha hecho alimento de verdad y de amor,
hablando del don de su vida nos asegura que “quien coma de este pan vivirá para
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siempre”. Pero esta “vida eterna” se inicia en nosotros ya en este tiempo por el
cambio que el don eucarístico realiza en nosotros: “El que me come vivirá por mí”.
Estas palabras de Jesús nos permiten comprender cómo el misterio “creído” y
“celebrado” contiene en sí un dinamismo que lo convierte en principio de vida
nueva en nosotros y forma de la existencia cristiana. En efecto, comulgando el
Cuerpo y la Sangre de Jesucristo se nos hace partícipes de la vida divina de un
modo cada vez más adulto y consciente. [] No es el alimento eucarístico el que se
transforma en nosotros, sino que somos nosotros los que gracias a él acabamos por
ser cambiados misteriosamente. Cristo nos alimenta uniéndonos a él; “nos atrae
hacia sí” (Benedicto XVI, Exhortación apostólica
Sacramentum caritatis
, n. 70).
Reflexión apostólica
«La acción de gracias después de la comunión es un momento especialmente apto
para agradecer a Cristo el don de su Cuerpo y de su presencia en la Eucaristía,
presentarle la propia indigencia para obtener de Él especiales gracias y pedirle por
las intenciones más presentes en el corazón» (Manual del miembro del
Movimiento
Regnum Christi
, n. 234).
Propósito
Visitar a Cristo Eucaristía, o hacer una comunión espiritual, para agradecerle su
inmenso amor.
Diálogo con Cristo
Señor, el espejismo de las cosas del mundo me deslumbran y me impiden
reconocerte y darte el lugar que te corresponde en mi vida. Gracias por este
momento de oración. Confío me lleve a valorar la Eucaristía como mi lugar de luz,
de esperanza, de conversión; te pido la gracia de gozar sensiblemente de tu
presencia eucarística.
«¿Cómo lograr este amor apasionado a Cristo? Sólo hay un camino: el de la
intimidad con Él. Si ustedes desean enamorarse de Cristo, acudan frecuentemente,
sin prisas y con mucho amor, a la Eucaristía y al Evangelio»
(Cristo al centro,
n. 314).