EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Lunes de la decimonovena semana del tiempo ordinario
Libro de Ezequiel 1,2-5.24-28c.
El día cinco del mes -era el año quinto de la deportación del rey Joaquín-
la palabra del Señor llegó a Ezequiel, hijo del sacerdote Buzí, en el país de los
caldeos, a orillas del río Quebar. Allí la mano del Señor descendió sobre él.
Yo miré, y vi un viento huracanado que venía del norte, y una gran nube con un
fuego fulgurante y un resplandor en torno de ella; y de adentro, de en medio del
fuego, salía una claridad como de electro.
En medio del fuego, vi la figura de cuatro seres vivientes, que por su aspecto
parecían hombres.
Yo oí el ruido de sus alas cuando ellos avanzaban: era como el ruido de aguas
torrenciales, como la voz del Todopoderoso, como el estruendo de una multitud o
de un ejército acampado. Al detenerse, replegaban sus alas.
Y se produjo un estruendo sobre la plataforma que estaba sobre sus cabezas.
Encima de la plataforma que estaba sobre sus cabezas, había algo así como una
piedra de zafiro, con figura de trono; y encima de esa especie de trono, en los más
alto, una figura con aspecto de hombre.
Entonces vi un fulgor como de electro, algo así como un fuego que lo rodeaba
desde lo que parecía ser su cintura para abajo; vi algo así como un fuego y una
claridad alrededor de él:
como el aspecto del arco que aparece en las nubes los días de lluvia, así era la
claridad que lo rodeaba. Este era el aspecto, la semejanza de la gloria del Señor. Al
verla, caí con el rostro en tierra y oí una voz que hablaba.
Salmo 148(147),1-2.11-12ab.12c-14a.14bcd.
¡Aleluya!
Alaben al Señor desde el cielo,
alábenlo en las alturas;
alábenlo, todos sus ángeles,
alábenlo, todos sus ejércitos.
Los reyes de la tierra y todas las naciones,
los príncipes y los gobernantes de la tierra;
los ancianos, los jóvenes y los niños,
alaben el nombre del Señor.
Porque sólo su Nombre es sublime;
su majestad está sobre el cielo y la tierra,
y él exalta la fuerza de su pueblo.
¡A él, la alabanza de todos sus fieles,
y de Israel, el pueblo de sus amigos!
¡Aleluya!
Evangelio según San Mateo 17,22-27.
Mientras estaban reunidos en Galilea, Jesús les dijo: "El Hijo del hombre va a ser
entregado en manos de los hombres:
lo matarán y al tercer día resucitará". Y ellos quedaron muy apenados.
Al llegar a Cafarnaún, los cobradores del impuesto del Templo se acercaron a Pedro
y le preguntaron: "¿El Maestro de ustedes no paga el impuesto?".
"Sí, lo paga", respondió. Cuando Pedro llegó a la casa, Jesús se adelantó a
preguntarle: "¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes perciben los impuestos y las
tasas los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?".
Y como Pedro respondió: "De los extraños", Jesús le dijo: "Eso quiere decir que los
hijos están exentos.
Sin embargo, para no escandalizar a esta gente, ve al lago, echa el anzuelo, toma
el primer pez que salga y ábrele la boca. Encontrarás en ella una moneda de plata:
tómala, y paga por mí y por ti".
comentario del Evangelio por
San Ambrosio (hacia 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia
Comentario del Salmo 48,14-15
«Los hijos son libres»
Cuando Cristo reconcilió el mundo con Dios, personalmente no tuvo necesidad
de reconciliación el mismo. El que no tuvo ni sombra de pecado no podía expiar sus
propios pecados. Así, cuando le pidieron los judíos el didracma del tributo que,
según la Ley, se tenía que pagar por el pecado, pregunto a Pedro: «Simón, ¿ los
reyes del mundo a quien le cobran impuestos? ¿ A sus hijos o a los extraños?»
Pedro contestó:«A los extraños». Jesús le dijo:«Los hijos están exentos. Sin
embargo, para no escandalizarlos, ve al lago, echa el anzuelo, coge el primer pez
que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por
mí y por ti».
Cristo dio a entender con esto que él no estaba obligado a pagar para expiar
pecados propios, porque no era esclavo del pecado, sino que, siendo como era Hijo
de Dios, estaba exento de toda culpa. El Hijo libera y el esclavo está sujeto al
pecado. Por tanto es libre de todo, Jesús no tiene por qué dar ningún precio en
rescate de sí mismo, el precio de su sangre es más que suficiente para satisfacer
por los pecados de todo el mundo. El que nada debe esté en perfectas condiciones
para satisfacer por los demás.
Pero yo veo más. Cristo no necesita pagar por la redención y la expiación
de los pecados personales. Si tú consideras a todo hombre creyente, tu le puedes
decir que ninguno debe pagar por su propia expiación, porque Cristo ha expiado
por la redención de todos.
"servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”