Familia que reza unida, permanece unida.
2012-08-17
Evangelio
Del santo Evangelio según san Mateo 19, 3-12
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y, para ponerle una trampa, le
preguntaron: «¿Le está permitido al hombre divorciarse de su esposa por cualquier
motivo?».
Jesús les respondió: «¿No han leído que el creador, desde un principio los hizo
hombre y mujer, y dijo: “Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, para
unirse a su mujer, y serán los dos una sola cosa?”. De modo que ya no son dos,
sino una sola cosa. Así pues, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».
Pero ellos replicaron: «Entonces ¿por qué ordenó Moisés que el esposo le diera a la
mujer un acta de separación, cuando se divorcia de ella?».
Jesús les contestó: «Por la dureza de su corazón, Moisés les permitió divorciarse de
sus esposas; pero al principio no fue así. Y Yo les declaro que quienquiera que se
divorcie de su esposa, salvo el caso de que vivan en unión ilegítima, y se case con
otra, comete adulterio; y el que se case con la divorciada, también comete
adulterio».
Entonces le dijeron sus discípulos: «Si ésa es la situación del hombre con respecto
a su mujer, no conviene casarse». Pero Jesús les dijo: «No todos comprenden esta
enseñanza, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido. Pues hay hombres
que, desde su nacimiento, son incapaces para el matrimonio; otros han sido
mutilados por los hombres, y hay otros que han renunciado al matrimonio por el
Reino de los cielos. Que lo comprenda aquel que pueda comprenderlo». Palabra del
Señor.
Oración introductoria
Señor, quiero encontrarme contigo en este momento de oración, esperando tener la
docilidad de corazón para no convertir esta meditación en un interrogatorio, en
exigencias, en quejas o para pedirte lo que creo necesitar. ¡Ven Espíritu Santo!
Petición
Jesús, ayúdame a nunca ser duro de corazón.
Meditación
Familia que reza unida, permanece unida.
«Sin la confianza en Dios, sin la confianza en Cristo, que nos da también la
capacidad de la fe y de la vida, la familia no puede sobrevivir. Lo vemos hoy. Sólo
la fe en Cristo, sólo la participación en la fe de la Iglesia salva a la familia; y, por
otra parte, la Iglesia sólo puede vivir si se salva la familia. Yo ahora no tengo la
receta de cómo se puede hacer esto. Pero creo que debemos tenerlo siempre
presente. Por eso, tenemos que hacer todo lo que favorezca a la familia: círculos
familiares, catequesis familiares, enseñar la oración en familia. Esto me parece muy
importante: donde se hace oración juntos, está presente el Señor, está presente la
fuerza que puede romper incluso la "esclerocardía", la dureza de corazón que,
según el Señor, es el verdadero motivo del divorcio. Sólo la presencia del Señor, y
nada más, nos ayuda a vivir realmente lo que desde el inicio el Creador quiso y el
Redentor renovó. Enseñar la oración en familia y así invitar a la oración con la
Iglesia. Y encontrar luego todos los demás modos» (Benedicto XVI, 2 de marzo de
2006).
Reflexión apostólica
«No olviden los padres de familia que la educación de los hijos es una tarea que
corresponde a ambos cónyuges y que el común acuerdo en esta delicadísima tarea
es imprescindible para lograr el objetivo. Sepan ambos organizar sus
responsabilidades profesionales y sociales, sus descansos y vacaciones, de manera
que puedan convivir con sus hijos y aportarles, cada uno, lo que le corresponde en
la maduración y desarrollo de su personalidad» (Manual del miembro del
Movimiento Regnum Christi , n. 285).
Propósito
Concretar algunos medios para propiciar la oración familiar: bendecir los alimentos,
reflexionar el Evangelio del domingo, rezar el rosario, ir a misa juntos,
peregrinación a un santuario mariano, etc.
Diálogo con Cristo
Jesús, concédeme vivir la auténtica caridad fraterna, especialmente con mi familia y
con mi equipo en el Regnum Christi . Que nos ayudemos unos a otros a vivir
santamente y a perseverar en nuestra vocación cristiana.
«Cuando en la familia o en el trabajo nos toque dar una negativa, o tengamos que
comunicar una noticia desagradable o aportar una corrección que podría herir a
alguien, hagámoslo con la mayor caridad. Hagamos ver que a pesar de que se trate
de una negativa o de un remedio doloroso, lo único que pretendemos es el bien»
(Cristo al centro, n.251).