XX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Segunda Lectura: Ef 5,15-20:
Traten de entender cuál es la voluntad de Dios
“San Pablo, en la lectura de la carta a los Efesios, les desea que sean
colmados del don del Espíritu que les permitirá comprender la voluntad del Señor y
vivir en ella. El mundo de hoy tiene curiosidad de conocer todo, mucho más
nosotros deberemos tener la curiosidad de conocer la voluntad de Dios: ¿qué podría
ser más interesante, más importante, más esencial para nosotros que conocer lo
que Dios quiere, conocer la voluntad de Dios, el rostro de Dios? Esta curiosidad
interior debería ser también nuestra curiosidad por conocer mejor, de modo más
completo, la voluntad de Dios.
Debemos responder y despertar esta curiosidad en los demás, curiosidad por
conocer verdaderamente toda la voluntad de Dios, y así conocer cómo podemos y
cómo debemos vivir, cuál es el camino de nuestra vida. Así pues, deberíamos dar a
conocer y comprender -en la medida de lo posible- el contenido del Credo de la
Iglesia, desde la creación hasta la vuelta del Señor, hasta el mundo nuevo. La
doctrina, la liturgia, la moral y la oración -las cuatro partes del Catecismo de la
Iglesia católica- indican esta totalidad de la voluntad de Dios.
También es importante no perdernos en los detalles, no dar la idea de que el
cristianismo es un paquete inmenso de cosas por aprender. En resumidas cuentas,
es algo sencillo: Dios se ha revelado en Cristo. Pero entrar en esta sencillez -creo
en Dios que se revela en Cristo y quiero ver y realizar su voluntad- tiene contenidos
y, según las situaciones, entramos en detalles o no, pero es esencial hacer
comprender por una parte la sencillez última de la fe.
Creer en Dios como se ha revelado en Cristo es también la riqueza interior de
esta fe, las respuestas que da a nuestras preguntas, también las respuestas que en
un primer momento no nos gustan y que, sin embargo, son el camino de la vida, el
verdadero camino; en cuanto afrontamos estas cosas, aunque no nos resulten tan
agradables, podemos comprender, comenzamos a comprender lo que es realmente
la verdad. Y la verdad es bella. La voluntad de Dios es buena, es la bondad misma.
Por eso, toda la oración de Jesús está en su adhesión amorosa de su corazón
de hombre al “misterio de la voluntad” del Padre (Ef 1, 9). De aquí deriva la
invocacin que dirigimos a Dios en el Padrenuestro: “Hágase tu voluntad en la
tierra como en el cielo”: junto con Cristo y en Cristo, también nosotros pedimos
entrar en sintonía con la voluntad del Padre, llegando así a ser sus hijos también
nosotros.
Nosotros, porque creemos en Dios, cada día en la oración del Padrenuestro
pedimos al Seor: “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6, 10). Es
decir, reconocemos que existe una voluntad de Dios con respecto a nosotros y para
nosotros, una voluntad de Dios para nuestra vida, que se ha de convertir cada día
más en la referencia de nuestro querer y de nuestro ser; reconocemos, además,
que es en el ‘cielo’ donde se hace la voluntad de Dios y que la ‘tierra’ solamente se
convierte en ‘cielo’, lugar de la presencia del amor, de la bondad, de la verdad, de
la belleza divina, si en ella se cumple la voluntad de Dios.
En la oración de Jesús al Padre, en aquella noche terrible y estupenda de
Getsemaní, la ‘tierra’ se convirti en ‘cielo’; la ‘tierra’ de su voluntad humana,
sacudida por el miedo y la angustia, fue asumida por su voluntad divina, de forma
que la voluntad de Dios se cumplió en la tierra. Esto es importante también en
nuestra oración: debemos aprender a abandonarnos más a la Providencia divina,
pedir a Dios la fuerza de salir de nosotros mismos para renovarle nuestro ‘sí’, para
repetirle que ‘se haga tu voluntad’, para conformar nuestra voluntad a la suya. Es
una oración que debemos hacer cada día, porque no siempre es fácil abandonarse a
la voluntad de Dios, repetir el ‘sí’ de Jesús, el ‘sí’ de María. Los relatos evangélicos
de Getsemaní muestran dolorosamente que los tres discípulos, elegidos por Jesús
para que estuvieran cerca de él, no fueron capaces de velar con él, de compartir su
oración, su adhesión al Padre, y fueron vencidos por el sueño. Pidamos al Señor
que seamos capaces de velar con él en la oración, de seguir la voluntad de Dios
cada día incluso cuando habla de cruz, de vivir una intimidad cada vez mayor con el
Seor, para traer a esta ‘tierra’ un poco del ‘cielo’ de Dios.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)