Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Agosto 22
Memoria de la Bienaventurada Virgen María, Reina del Universo
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Un hijo se nos ha dado * El Señor reina, vestido de
majestad. * Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo
Textos para este día:
Isaías 9, 1-3. 5-6:
El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierra de
sombras, y una luz les brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en
tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín. Porque la
vara del opresor, y el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebrantaste
como el día de Madián. Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva
a hombros el principado, y es su nombre: «Maravilla de Consejero, Dios guerrero,
Padre perpetuo, Príncipe de la paz.» Para dilatar el principado, con una paz sin
límites, sobre el trono de David y sobre su reino. Para sostenerlo y consolidarlo con
la justicia y el derecho, desde ahora y por siempre. El celo del Señor de los
ejércitos lo realizará.
Salmo 92:
El Señor reina, vestido de majestad, / el Señor, vestido y ceñido de poder. R.
Así está firme el orbe y no vacila. / Tu trono está firme desde siempre, / y tú eres
eterno. R.
Tus mandatos son fieles y seguros; / la santidad es el adorno de tu casa, / Señor,
por días sin término. R.
Lucas 1, 26-38:
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea
llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la
estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
-«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo:
-«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu
vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se
llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará
sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel:
-«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó:
-«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya
está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó:
-«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y la dejó el ángel.
Homilía
Temas de las lecturas: Un hijo se nos ha dado * El Señor reina, vestido de
majestad. * Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo
1. ¿María Reina?
1.1 Hay cristianos que, con escrúpulos nacidos de su amor a la Sagrada Escritura,
se preocupan o llegan incluso a renegar del título de "Reina del Universo" aplicado a
la Santa Virgen María. Piensan que ello da más espacio a la fantasía que a la verdad
revelada y que es más fruto de un sentimentalismo piadoso que una realidad seria
y de genuino provecho para la teología.
1.2 Por eso es bueno remitirnos a aquel documento que instituyó la memoria de
María, Reina del Universo. De ello podemos leer en la Constitución apostólica de
S.S. Pío XII sobre la realeza de María, del 11 de octubre de 1954. Esta Constitución
suele nombrarse por sus primeras palabras en latín: "Ad Caeli Reginam". El texto
que sigue es de Pío XII, en los números del 13 al 19 del original, aunque aquí
seguimos nuestra numeración usual.
2. La madre del Creador
2.1 El argumento principal, en que se funda la dignidad real de María, evidente ya
en los textos de la tradición antigua y en la sagrada Liturgia, es indudablemente su
divina maternidad. De hecho, en las Sagradas Escrituras se afirma del Hijo que la
Virgen dará a luz: Será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de
David, su padre, y reinará en la casa de Jacob eternamente, y su reino no tendrá
fin; y, además, María es proclamada Madre del Señor. Síguese de ello lógicamente
que Ella misma es Reina, pues ha dado vida a un Hijo que, ya en el instante mismo
de su concepción, aun como hombre, era Rey y Señor de todas las cosas, por la
unión hipostática de la naturaleza humana con el Verbo.
2.2 San Juan Damasceno escribe, por lo tanto, con todo derecho: Verdaderamente
se convirtió en Señora de toda la creación, desde que llegó a ser Madre del
Creador; e igualmente puede afirmarse que fue el mismo arcángel Gabriel el
primero que anunció con palabras celestiales la dignidad regia de María.
3. María en el plan de salvación
3.1 Mas la Beatísima Virgen ha de ser proclamada Reina no tan sólo por su divina
maternidad, sino también en razón de la parte singular que por voluntad de Dios
tuvo en la obra de nuestra eterna salvación.
3.2 ¿Qué cosa habrá para nosotros más dulce y suave -como escribía Nuestro
Predecesor, de feliz memoria, Pío XI- que el pensamiento de que Cristo impera
sobre nosotros, no sólo por derecho de naturaleza, sino también por derecho de
conquista adquirido a costa de la Redención? Ojalá que todos los hombres, harto
olvidadizos, recordasen cuánto le hemos costado a nuestro Salvador; "Fuisteis
rescatados, no con oro o plata, ... sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un
Cordero inmaculado". No somos, pues, ya nuestros, puesto que Cristo "por precio
grande" nos ha comprado.
3.3 Ahora bien, en el cumplimiento de la obra de la Redención, María Santísima
estuvo, en verdad, estrechamente asociada a Cristo; y por ello justamente canta la
Sagrada Liturgia: Dolorida junto a la cruz de nuestro Señor Jesucristo estaba Santa
María, Reina del cielo y de la tierra.
3.3 Y la razón es que, como ya en la Edad Media escribió un piadosísimo discípulo
de San Anselmo: Así como... Dios, al crear todas las cosas con su poder, es Padre y
Señor de todo, así María, al reparar con sus méritos las cosas todas, es Madre y
Señor de todo: Dios es el Señor de todas las cosas, porque las ha constituido en su
propia naturaleza con su mandato, y María es la Señora de todas las cosas, al
devolverlas a su original dignidad mediante la gracia que Ella mereció. La razón es
que, así como Cristo por el título particular de la Redención es nuestro Señor y
nuestro Rey, así también la Bienaventurada Virgen [es nuestra Señora y Reina] por
su singular concurso prestado a nuestra redención, ya suministrando su sustancia,
ya ofreciéndolo voluntariamente por nosotros, ya deseando, pidiendo y procurando
para cada uno nuestra salvación.
4. Un argumento teológico
4.1 Dadas estas premisas, puede argumentarse así: Si María, en la obra de la
salvación espiritual, por voluntad de Dios fue asociada a Cristo Jesús, principio de la
misma salvación, y ello en manera semejante a la en que Eva fue asociada a Adán,
principio de la misma muerte, por lo cual puede afirmarse que nuestra redención se
cumplió según una cierta "recapitulación", por la que el género humano, sometido a
la muerte por causa de una virgen, se salva también por medio de una virgen; si,
además, puede decirse que esta gloriosísima Señora fue escogida para Madre de
Cristo precisamente para estar asociada a El en la redención del género humano "y
si realmente fue Ella, la que, libre de toda mancha personal y original, unida
siempre estrechísimamente con su Hijo, lo ofreció como nueva Eva al Eterno Padre
en el Gólgota, juntamente con el holocausto de sus derechos maternos y de su
maternal amor, por todos los hijos de Adán manchados con su deplorable pecado";
se podrá de todo ello legítimamente concluir que, así como Cristo, el nuevo Adán,
es nuestro Rey no sólo por ser Hijo de Dios, sino también por ser nuestro Redentor,
así, según una cierta analogía, puede igualmente afirmarse que la Beatísima Virgen
es Reina, no sólo por ser Madre de Dios, sino también por haber sido asociada cual
nueva Eva al nuevo Adán.
4.2 Y, aunque es cierto que en sentido estricto, propio y absoluto, tan sólo
Jesucristo -Dios y hombre- es Rey, también María, ya como Madre de Cristo Dios,
ya como asociada a la obra del Divino Redentor, así en la lucha con los enemigos
como en el triunfo logrado sobre todos ellos, participa de la dignidad real de Aquél,
siquiera en manera limitada y analógica. De hecho, de esta unión con Cristo Rey se
deriva para Ella sublimidad tan espléndida que supera a la excelencia de todas las
cosas creadas: de esta misma unión con Cristo nace aquel regio poder con que ella
puede dispensar los tesoros del Reino del Divino Redentor; finalmente, en la misma
unión con Cristo tiene su origen la inagotable eficacia de su maternal intercesión
junto al Hijo y junto al Padre.
4.3 No hay, por lo tanto, duda alguna de que María Santísima supera en dignidad a
todas las criaturas, y que, después de su Hijo, tiene la primacía sobre todas ellas.
Tú finalmente -canta San Sofronio- has superado en mucho a toda criatura... ¿Qué
puede existir más sublime que tal alegría, oh Virgen Madre? ¿Qué puede existir más
elevado que tal gracia, que Tú sola has recibido por voluntad divina?. Alabanza, en
la que aun va más allá San Germán: Tu honrosa dignidad te coloca por encima de
toda la creación: Tu excelencia te hace superior aun a los mismos ángeles. Y San
Juan Damasceno llega a escribir esta expresión: Infinita es la diferencia entre los
siervos de Dios y su Madre.
5. Reina en el orden de la gracia
5.1 Para ayudarnos a comprender la sublime dignidad que la Madre de Dios ha
alcanzado por encima de las criaturas todas, hemos de pensar bien que la
Santísima Virgen, ya desde el primer instante de su concepción, fue colmada por
abundancia tal de gracias que superó a la gracia de todos los Santos.
5.2 Por ello -como escribió Nuestro Predecesor Pío IX, de feliz memoria, en su Bula-
Dios inefable ha enriquecido a María con tan gran munificencia con la abundancia
de sus dones celestiales, sacados del tesoro de la divinidad, muy por encima de los
Angeles y de todos los Santos, que Ella, completamente inmune de toda mancha de
pecado, en toda su belleza y perfección, tuvo tal plenitud de inocencia y de
santidad que no se puede pensar otra más grande fuera de Dios y que nadie, sino
sólo Dios, jamás llegará a comprender.
5.3 Además, la Bienaventurada Virgen no tan sólo ha tenido, después de Cristo, el
supremo grado de la excelencia y de la perfección, sino también una participación
de aquel influjo por el que su Hijo y Redentor nuestro se dice justamente que reina
en la mente y en la voluntad de los hombres. Si, de hecho, el Verbo opera milagros
e infunde la gracia por medio de la humanidad que ha asumido, si se sirve de los
sacramentos, y de sus Santos, como de instrumentos para salvar las almas, ¿cómo
no servirse del oficio y de la obra de su santísima Madre para distribuirnos los
frutos de la Redención?
5.4 Con ánimo verdaderamente maternal -así dice el mismo Predecesor Nuestro,
Pío IX, de ilustre memoria- al tener en sus manos el negocio de nuestra salvación,
Ella se preocupa de todo el género humano, pues está constituida por el Señor
Reina del cielo y de la tierra y está exaltada sobre los coros todos de los Angeles y
sobre los grados todos de los Santos en el cielo, estando a la diestra de su
unigénito Hijo, Jesucristo, Señor nuestro, con sus maternales súplicas impetra
eficacísimamente, obtiene cuanto pide, y no puede no ser escuchada.
5.5 A este propósito, otro Predecesor Nuestro, de feliz memoria, León XIII, declaró
que a la Bienaventurada Virgen María le ha sido concedido un poder casi inmenso
en la distribución de las gracias; y San Pío X añade que María cumple este oficio
suyo como por derecho materno.
6. Vivir esta verdad de nuestra fe
6.1 Gloríense, por lo tanto, todos los cristianos de estar sometidos al imperio de la
Virgen Madre de Dios, la cual, a la par que goza de regio poder, arde en amor
maternal.
6.2 Mas, en estas y en otras cuestiones tocantes a la Bienaventurada Virgen, tanto
los Teólogos como los predicadores de la divina palabra tengan buen cuidado de
evitar ciertas desviaciones, para no caer en un doble error; esto es, guárdense de
las opiniones faltas de fundamento y que con expresiones exageradas sobrepasan
los límites de la verdad; mas, de otra parte, eviten también cierta excesiva
estrechez de mente al considerar esta singular, sublime y -más aún- casi divina
dignidad de la Madre de Dios, que el Doctor Angélico nos enseña que se ha de
ponderar en razón del bien infinito, que es Dios.
6.3 Por lo demás, en este como en otros puntos de la doctrina católica, la "norma
próxima y universal de la verdad" es para todos el Magisterio, vivo, que Cristo ha
constituido "también para declarar lo que en el depósito de la fe no se contiene sino
oscura y como implícitamente".
6.4 De los monumentos de la antigüedad cristiana, de las plegarias de la liturgia, de
la innata devoción del pueblo cristiano, de las obras de arte, de todas partes hemos
recogido expresiones y acentos, según los cuales la Virgen Madre de Dios sobresale
por su dignidad real; y también hemos mostrado cómo las razones, que la Sagrada
Teología ha deducido del tesoro de la fe divina, confirman plenamente esta verdad.
De tantos testimonios reunidos se entreforma un concierto, cuyos ecos resuenan en
la máxima amplitud, para celebrar la alta excelencia de la dignidad real de la Madre
de Dios y de los hombres, que ha sido exaltada a los reinos celestiales, por encima
de los coros angélicos.
Fr. Nelson Medina, O.P.