Comentario al evangelio del Jueves 23 de Agosto del 2012
Algunos estudiosos de la Escritura insinúan que el texto evangélico de hoy está formado por dos
parábolas inicialmente independientes que se han agrupado por su afinidad. La primera (vv. 1-10) nos
habla claramente de la voluntad salvífica del Padre, que invita al banquete del Reino a hombres y
mujeres de toda raza, lengua, pueblo y nación, y de la dureza de corazón con que el primer Israel fue
rechazando esa invitación. Una vez más Israel podemos ser nosotros: unos nos vamos al campo, otros a
nuestros negocios, otros… y la llamada del Señor pasa a un segundo lugar. No falta quien llega a
responder con violencia a los enviados del Señor. Pocos versículos antes el evangelista ha recogido lo
que solemos llamar la parábola de los viñadores homicidas.
La segunda parábola (vv. 11-14) advierte de que no todos los invitados que llegan a acercarse al
banquete lo hacen en las condiciones adecuadas. Hay quien no lleva un traje apropiado. Las palabras
usadas por Jesús nos resultan duras: “atadlo, echadlo fuera, allá será el llanto y el crujir de dientes”. En
casi todos nuestros países hay normas y costumbres que indican cómo hemos de vestirnos según la
circunstancia: nadie en su sano juicio se pone la misma ropa para ir a bañarse a la playa que para asistir
a un funeral. La Carta a los Colosenses nos invita a revestirnos de “profunda compasión, amabilidad,
humildad, mansedumbre, paciencia”; la dirigida a los Efesios a lucir el cinturón de la verdad y la
coraza de la justicia. Que el amor real y efectivo al Padre y a los hermanos, hecho gestos concretos de
vida, sea nuestro mejor traje.
Pedro Belderrain, cmf