Ciclo B. XXI Domingo del Tiempo Ordinario
Pedro Guillén Goñi, C.M.
Jesús se sigue presentando en el evangelio de San Juan como “el Pan de Vida” y
esta definición escandaliza a los judíos y les resulta incomprensible a sus propios
discípulos. La reacción de los oyentes es violenta y muchos se retiran. Jesús se
siente incomprendido y confundido y descubre cómo le van abandonando los que
no creen en Él. “¿También Uds. quieren marcharse?” será la pregunta directa que el
Señor hace a sus discípulos para provocarles una reacción de sinceridad y de
decisin plena. “Seor, ¿a quién iremos?, Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn. 6,
68) será la respuesta de Pedro para apagar la duda y mantener viva la llama de la
esperanza y de la convicción en el Señor.
La repuesta de Pedro implica una reafirmación de la fe en Jesús y una opción
preferencial por Él sobre el resto de ofertas que nos ofrece la vida. Ante un mundo
secularizante en el que vivimos estas palabras implican descubrir y revitalizar la
presencia del Señor aunque nademos a contracorriente. Una fe madura y adulta
nos lleva a descubrir la verdad del Señor sin suavizar su mensaje y a creer en
aquellas situaciones donde nos resulta difícil aceptar los planes que Dios tiene para
con nosotros.
A partir de octubre del presente año, Su Santidad el Papa Benedicto XVI inaugura el
año de la fe. Se nos va a pedir vivir la fe desde una auténtica y renovada
conversión al Señor; comprometernos en favor de una nueva evangelización para
redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la
fe y suscitar en todo creyente la aspiración a confesarla con plenitud y renovada
convicción, con confianza y esperanza para sentirnos fieles al Señor. Es un nuevo
reto que nos obliga a redescubrir los contenidos de la fe “profesada, celebrada,
vivida y rezada” en palabras de Benedicto XVI.
Nos urge, entonces, vivir la alegría de la fe que profesamos en el ámbito de
nuestras experiencias diarias e irradiar esas mismas convicciones con el testimonio
de una vida coherente a los planteamientos de Cristo para ser “luz del mundo” y
testigos del Señor resucitado en una sociedad que hace presente la fe en muchas
oportunidades pero que, a la vez, la indiferencia, incomprensión y hasta rechazo en
ciertos ambientes obstaculiza la manifestación personal y comunitaria de lo que
creemos, sentimos y vivimos.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)