Ciclo B. XXI Domingo del Tiempo Ordinario
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos
Les daré mi carne en comida, dijo Jesús a la gente y a sus discípulos (Jn 6, 51.55).
Pero ¿quiso Jesús decir en verdad lo que dijo o hay que entenderlo de otro modo?
La respuesta nos la da el evangelio de hoy (Jn 6, 60-69) y es categóricamente
afirmativa. Jesús quiso decir lo que dijo y lo sostuvo, a pesar de que a muchos de
sus discípulos no les gust y empezaron a irse… Es muy duro, es demasiado lo que
pides, le dijeron mientras se iban, dejándolo casi solo. Pero Jesús no se retractó. No
les dijo: no se vayan, no es lo que ustedes piensan. Porque sí era realmente lo que
ellos pensaban: que el pan de vida eterna que les había prometido era su propia
carne…
Era realmente lo que Jesús había dicho y lo que ellos le habían entendido: comer su
carne . Pero no era en la forma en la que ellos se lo imaginaban… Para Pedro y los
apóstoles, que pese a todo, le permanecieron fieles, debió ser una muy grata
sorpresa cuando, en la Última Cena, Jesús tomó pan y después de bendecirlo se lo
dio diciendo: tomen y coman: esto es mi cuerpo (Mc 14, 22). Pedro debió haberse
sonreído mientras pensaba en su interior: entonces así era de fácil aquello (lo de
comer su carne). Y nosotros que pensábamos que tendríamos que comer su carne a
mordiscos. Habrá recordado también las palabras que le dijo a Jesús: Señor, no
sabemos cómo será eso de comer tu carne, pero estamos seguros de que la cosa
resultará, pues siempre resultó bien cuanto te propusiste, aunque pareciera
imposible (Jn 6, 68-69). Y comieron su carne, pero como si fuera un poco de pan.
Aún hoy hay muchos, empezando por los evangélicos, que no creen que el pequeño
pan de la eucaristía sea el cuerpo de Cristo, el pan de vida que se nos da en
comida. La cosa está tan clara, que uno se asombra y escandaliza de que no crean.
Abundando en lo que les dije en el párrafo anterior, les invito a leer sin prejuicios lo
que dicen los sinópticos (Mt 26,26; Mc 14,22; Lc 22,19), Juan (Jn 6,51) y Pablo (1
Cor 11, 24). Es Pablo quien nos dice que “el que come el pan o bebe la copa del
Seor indignamente, peca contra el cuerpo y la sangre del Seor…; come y bebe su
propia condenación por no reconocer el cuerpo del Señor (1 Cor 11, 27.29). ¿¡Qué
más se puede decir para hacer creer que Jesús se nos hace presente y se nos da en
la eucaristía!?
Es una verdadera pena, por decir lo menos, el no querer creer en la presencia real
de Jesús en la eucaristía. Quienes no tienen esta fe no acogen la gracia del Padre
Dios que los lleva a Jesús (Jn 6, 43-45) ni aceptan la acción del Espíritu que les
lleva a creer en las cosas verdaderamente espirituales (Jn 6, 63), como es el
misterio de la eucaristía. Es lo que quiere decir Jesús cuando afirma que sus
palabras son espíritu y vida (Jn 6, 63). Son vida, porque quienes las acogen tienen
la vida de Jesús; y son espíritu, porque es el Espíritu del Señor quien nos lleva a
dar testimonio de Jesús (Jn 15, 26-27)
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)