Lectio Divina: 20º Domingo De Tiempo Ordinario B
Autor: P. Chuno, C.M.
Tabla de contenidos
Ambientación:
Oración inicial
1. Lectio: ¿Qué dice el texto?
2. Meditatio: ¿Qué me dice? ¿Qué nos dice el texto?
3. Oratio: ¿Qué le digo al Señor motivado por su Palabra?
4. Contemplatio: ¿Qué me lleva a hacer el texto?
Oración final
LA PALABRA HOY: Proverbios 9,1-6; Salmo 33; Efesios 5,15-20; Juan 6,51-58
Ambientación: Al centro: un pan grande, un cirio y la frase: El que me coma vivirá
por mí.
Cantos sugeridos: Yo soy el pan de vida; En su mesa hay amor
Ambientación:
Jesús estaba junto a Dios, pero ha bajado a este mundo y ha preparado un
banquete en el que ofrece un pan que es su propia carne, su misma persona. Para
el que se alimenta de él acogiéndolo con fe, se convierte en un pan de vida eterna
que permite entrar en una comunión inesperada con Dios.
Esa comunión es la que nos permite darnos cuenta de lo que el Señor quiere HOY
de nosotros.
Oración inicial
Señor Jesús,
Tú que nos has dejado tu cuerpo y tu sangre,
como verdadera comida y verdadera bebida,
que te has dado Tú mismo,
dándonos tu carne,
dándote Tú todo, en cuerpo y alma,
quedándote en la Eucaristía,
para vivificarnos con tu vida,
transformándonos para que nosotros
tengamos vida en ti,
danos la gracia de experimentar tu presencia viva
y así tener la gracia de adherirnos vivencialmente a ti,
para vivir como Tú quieres y esperas de nosotros.
Abre nuestro corazón y ayúdanos
a sentirte presente y vivo junto a nosotros
sintiendo que eres Tú el que nos vivificas
y transformas con tu vida.
AMEN.
1. Lectio: ¿Qué dice el texto?
Jn 6, 51-58
Motivación: El cuerpo humano se alimenta de pan y vino; también la fraternidad
necesita alimentarse día a día para no morir de “desnutrición”; la caridad exige
siempre un esfuerzo por salir del propio egoísmo; por eso siempre está necesitada
de una ayuda que la vivifique; esa ayuda no es otra sino el cuerpo y la sangre de
Cristo, que se nos entrega como alimento, solidarizándose en todo con los
hombres, sus hermanos. Escuchemos.
Forma de leerlo:
Proclamar el texto en voz alta (todos de pie).
Cada uno puede leer en voz alta el versículo que más le llamó la atención
(sentados).
Preguntas para la lectura:
¿Cómo se presenta Jesús? ¿Qué dice sobre Él mismo?
¿Qué reacción provoca en los judíos? ¿De qué discuten?
¿Cómo les responde Jesús? ¿Qué significa para sus discípulos “comer su carne” y
“beber su sangre”?
¿Cómo define Jesús a su Padre? ¿Cuál es el poder del Padre?
Otros textos bíblicos para confrontar: Lc 22,19; 1Co 11,24; Jn 15,4-5.
2. Meditatio: ¿Qué me dice? ¿Qué nos dice el texto?
Motivación: El Evangelio de hoy es sumamente exigente, si queremos tomarlo en
serio. Nos ayuda a entender dónde está el secreto de la vida verdadera.
Actualicemos y acerquemos a nuestra existencia concreta lo que nos ha sugerido la
lectura de este texto.
¿De qué manera te ayuda la celebración de la Eucaristía a alimentar tu vida de fe?
¿Cómo te ayuda a profundizar tu relación con Jesús y con el Padre?
¿Busco la Eucaristía como el alimento vital y fundamental para vivir lo que el Señor
quiere y espera de mí?
¿Vivo la comunión eucarística como el momento donde el Señor me llena de su
presencia viva?
Luego de un tiempo de meditación personal, compartimos con sencillez nuestra
reflexión, lo que el texto ME dice a mi propia realidad y situación personal.
3. Oratio: ¿Qué le digo al Señor motivado por su Palabra?
Motivación: Jesús ha eliminado todas las distancias que separaban al ser humano
de Dios, nos ha comunicado la vida del Padre y se ha hecho pan de vida eterna
para todo el que cree en él. Presentemos al Señor, orando lo que nos ha sugerido la
reflexión de este texto.
Luego de un tiempo de oración personal, podemos compartir en voz alta nuestra
oración, siempre dirigiéndonos a Dios mediante la alabanza, la acción de gracias o
la súplica confiada.
Se puede, también, recitar el salmo responsorial que corresponde a este domingo
(Salmo 33).
4. Contemplatio: ¿Qué me lleva a hacer el texto?
Motivación: Es ahora San Juan Gabriel Perboyre, el que nos habla de la grandeza
de la Eucaristía. Antes de celebrar la misa pronuncia estaba profunda y hermosa
súplica:
Heme aquí, ¡oh mi divino Salvador! Que a pesar de mi indignidad, voy a darte un
ser que tú no tienes, el ser sacramental. ¡Y bien! yo te ruego y te conjuro que obres
en mí la misma maravilla que voy a realizar sobre este pan, en virtud de los
poderes que Tú me has confiado. Que cuando yo diga: esto es mi cuerpo, digas
también Tú de tu indigno servidor: `este es mi cuerpo’. Haz, por tu omnipotencia y
tu infinita misericordia, que yo me cambie y transforme totalmente en Ti. Que mis
manos sean las manos de Jesús, que mis ojos sean los ojos de Jesús, que mi
lengua sea la lengua de Jesús; que todos mis sentidos y todo mi cuerpo sólo sirvan
para glorificarte; pero sobre todo transforma mi alma y todas sus potencias: que mi
memoria, que mi inteligencia, que mi corazón, sean la memoria, la inteligencia y el
corazón de Jesús; que mis operaciones, mis sentimientos sean semejantes a tus
operaciones, a tus sentimientos; y que, como tu Padre decía de Ti: `Yo te he
engendrado hoy’, puedas Tú decir lo mismo de mí y agregar también con tu Padre
celestial: `he ahí a mi hijo bienamado, objeto de mis complacencias’. Sí, destruye
en mí todo lo que no sea tuyo; haz que yo no viva sino de Ti, para Ti, a fin de que
también yo pueda de mi parte decir como tu gran apóstol: `no soy yo quien vive,
es Jesucristo que vive en mí’.
Compromiso:
Agradecer a Dios por el don de la Eucaristía, por su presencia en ella; orar por
aquellos que viven alejados del Pan de vida eterna.
Vivir durante la semana como una persona eucarística: haciendo de mi vida un pan
partido y compartido con los demás.
Oración final
CREO Señor
que está vivo y presente en la Eucaristía,
que tu Carne es verdadera comida,
que tu Sangre es verdadera bebida,
que Tú vienes a mí y me transformas,
que Tú me unes más a ti en tu amor total…
que en la Eucaristía, estás Tú TODO, Dios y hombre verdadero,
que la Eucaristía es el don máximo de tu amor hacia nosotros,
que Tú te das como alimento para impulsarnos a ti,
Creo Señor, pero ven Tú en mi ayuda para que cada vez más, viva por ti y para ti,
siendo Tú todo para mí. AMÉN.
Con permiso de somos.vicencianos.org