EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Vigésimo primer Domingo del tiempo ordinario
Libro de Josue 24,1-2a.15-17.18b.
Josué reunió en Siquém a todas las tribus de Israel, y convocó a los ancianos de
Israel, a sus jefes, a sus jueces y a sus escribas, y ellos se presentaron delante del
Señor.
Entonces Josué dijo a todo el pueblo: "Así habla el Señor, el Dios de Israel: Sus
antepasados, Téraj, el padre de Abraham y de Najor, vivían desde tiempos antiguos
al otro lado del Río, y servían a otros dioses.
Y si no están dispuestos a servir al Señor, elijan hoy a quién quieren servir: si a los
dioses a quienes sirvieron sus antepasados al otro lado del Río, o a los dioses de los
amorreos, en cuyo país ustedes ahora habitan. Yo y mi familia serviremos al
Señor".
El pueblo respondió: "Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros
dioses.
Porque el Señor, nuestro Dios, es el que nos hizo salir de Egipto, de ese lugar de
esclavitud, a nosotros y a nuestros padres, y el que realizó ante nuestros ojos
aquellos grandes prodigios. El nos protegió en todo el camino que recorrimos y en
todos los pueblos por donde pasamos.
Además, el Señor expulsó delante de nosotros a todos esos pueblos y a los
amorreos que habitaban en el país. Por eso, también nosotros serviremos al Señor,
ya que él es nuestro Dios.
Salmo 34(33),2-3.16-17.18-19.20-21.22-23.
Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor;
que lo oigan los humildes y se alegren.
Los ojos del Señor miran al justo
y sus oídos escuchan su clamor;
pero el Señor rechaza a los que hacen el mal
para borrar su recuerdo de la tierra.
Cuando ellos claman, el Señor los escucha
y los libra de todas sus angustias.
El Señor está cerca del que sufre
y salva a los que están abatidos.
El justo padece muchos males,
pero el Señor lo libra de ellos.
El cuida todos sus huesos,
no se quebrará ni uno solo.
La maldad hará morir al malvado,
y los que odian al justo serán castigados;
Pero el Señor rescata a sus servidores,
y los que se refugian en él no serán castigados.
Carta de San Pablo a los Efesios 5,21-32.
Sométanse los unos a los otros, por consideración a Cristo.
Las mujeres deben respetar a su marido como al Señor,
porque el varón es la cabeza de la mujer, como Cristo es la Cabeza y el Salvador de
la Iglesia, que es su Cuerpo.
Así como la Iglesia está sometida a Cristo, de la misma manera las mujeres deben
respetar en todo a su marido.
Maridos, amen a su esposa, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella,
para santificarla. El la purificó con el bautismo del agua y la palabra,
porque quiso para sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún
defecto, sino santa e inmaculada.
Del mismo modo, los maridos deben amar a su mujer como a su propio cuerpo. El
que ama a su esposa se ama a sí mismo.
Nadie menosprecia a su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida. Así hace
Cristo por la Iglesia,
por nosotros, que somos los miembros de su Cuerpo.
Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los
dos serán una sola carne.
Este es un gran misterio: y yo digo que se refiere a Cristo y a la Iglesia.
Evangelio según San Juan 6,60-69.
Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién
puede escucharlo?".
Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza?
¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?
El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son
Espíritu y Vida.
Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el
primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a
entregar.
Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo
concede".
Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de
acompañarlo.
Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?".
Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida
eterna.
Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".
comentario del Evangelio por
San [Padre] Pio de Pietrelcina (1887-1968), capuchino
Epistolario 3, 980; GF, 196s
«Tú tienes palabras de vida eterna»
Ten paciencia y persevera en la práctica de la meditación. Al principio
conténtate con no adelantar sino a pasos pequeños. Más adelante tendrás piernas
que no desearán sino correr, mejor aún, alas para volar.
Conténtate con obedecer. No es nunca fácil, pero es a Dios a quien hemos
escogido. Acepta no ser sino una pequeña abeja en el nido de la colmena; muy
pronto llegarás a ser una de estas grandes obreras hábiles para la fabricación de la
miel. Permanece siempre delante de Dios y de los hombres, humilde en el amor.
Entonces el Señor te hablará en verdad y te enriquecerá con sus dones.
Ocurre a menudo que las abejas, al atravesar los prados, recorren grandes
distancias antes de llegar a las flores que han escogido; seguidamente, fatigadas
pero satisfechas y cargadas de polen, vuelven a entrar en la colmena para realizar
allí la transformación silenciosa, pero fecunda, del néctar de las flores en néctar de
vida. Haz tú lo mismo: después de escuchar la Palabra, medítala atentamente,
examina los diversos elementos que contiene, busca su significado profundo.
Entonces se te hará clara y luminosa; tendrá el poder de transformar tus
inclinaciones naturales en una pura elevación del espíritu; y tu corazón estará cada
vez más estrechamente unido al corazón de Cristo.
"servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”