EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Sábado de la vigésima semana del tiempo ordinario
Libro de Ezequiel 43,1-7a.
El hombre me llevó hacia la puerta que miraba al oriente,
y yo vi que la gloria del Dios de Israel venía desde el oriente, con un ruido
semejante al de las aguas caudalosas, y la tierra se iluminó con su Gloria.
Esta visión era como la que yo había visto cuando el Señor vino a destruir la
ciudad, y como la que había visto junto al río Quebar. Entonces caí con el rostro en
tierra.
La gloria del Señor entró en la Casa por la puerta que daba al oriente.
El espíritu me levantó y me introdujo en el atrio interior, y yo vi que la gloria del
Señor llenaba la Casa.
Y oí que alguien me hablaba desde la Casa, mientras el hombre permanecía de pie
junto a mí.
La voz me dijo: "Hijo de hombre, este es el lugar de mi trono, el lugar donde se
asienta la planta de mis pies. Aquí habitaré para siempre en medio de los israelitas.
El pueblo de Israel no profanará más mi Nombre: ni ellos ni sus reyes con sus
prostituciones, ni los cadáveres de sus reyes con sus tumbas.
Salmo 85(84),9ab-10.11-12.13-14.
Voy a proclamar lo que dice el Señor:
el Señor promete la paz,
la paz para su pueblo y sus amigos,
y para los que se convierten de corazón.
Su salvación está muy cerca de sus fieles,
y la Gloria habitará en nuestra tierra.
El Amor y la Verdad se encontrarán,
la Justicia y la Paz se abrazarán;
la Verdad brotará de la tierra
y la Justicia mirará desde el cielo.
El mismo Señor nos dará sus bienes
y nuestra tierra producirá sus frutos.
La Justicia irá delante de él,
y la Paz, sobre la huella de sus pasos.
Evangelio según San Mateo 23,1-12.
"Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés;
ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus
obras, porque no hacen lo que dicen.
Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que
ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.
Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus
mantos;
les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en
las sinagogas,
ser saludados en las plazas y oírse llamar 'mi maestro' por la gente.
En cuanto a ustedes, no se hagan llamar 'maestro', porque no tienen más que un
Maestro y todos ustedes son hermanos.
A nadie en el mundo llamen 'padre', porque no tienen sino uno, el Padre celestial.
No se dejen llamar tampoco 'doctores', porque sólo tienen un Doctor, que es el
Mesías.
Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros,
porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".
comentario del Evangelio por
San Benito (480-547), monje, copatrón de Europa
Regla monástica, cap. 7
“El que quiera ser más grande, que sea vuestro servidor”
La sagrada escritura, hermanos, nos dice a gritos: “Todo el que se ensalza
será humillado y el que se humilla será ensalzado”. Con estas palabras nos
muestra que toda exaltación de sí mismo es una forma de soberbia. El profeta nos
indica que él la evitaba cuando nos dice: “Seor, mi corazn no es ambicioso, ni
mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad” (Sal.
130,1)... Por tanto, hermanos, si es que deseamos ascender velozmente a la
cumbre de la más alta humildad y queremos llegar a la exaltación celestial a la que
se sube a través de la humildad en la vida presente, hemos de levantar con los
escalones de nuestras obras, aquella misma escala que se le apareció en sueños a
Jacob, sobre la cual contempló a los ángeles que bajaban y subían (Gn 28,12).
Indudablemente, a nuestro entender, no significa otra cosa ese bajar y subir sino
que por la altivez se baja y por la humildad se sube. La escala erigida representa
nuestra vida en este mundo. Pues, cuando el corazón se abaja, el Señor lo levanta
hasta el cielo.
Y así, el primer grado de humildad es que el monje mantenga siempre ante
sus ojos el temor de Dios y evite por todos los medios echarlo en olvido; que
recuerde siempre todo lo que Dios ha mandado... Y para vigilar alerta todos sus
pensamientos perversos, el hermano fiel a su vocación repite siempre dentro de su
corazn: “Solamente seré puro en su presencia si sé mantenerme en guardia contra
mi iniquidad”(Sal. 17,24). En cuanto a la propia voluntad, se nos prohíbe hacerla
cuando nos dice la Escritura: “Refrena tus deseos”. También pedimos a Dios en la
oracin “que se haga en nosotros su voluntad” (Si 18,30)...
Luego si “los ojos del Seor observan a buenos y malos”, si “el Seor mira
incesantemente a todos los hombres, para ver si queda algún sensato que busque a
Dios” (Pr. 15,3; Ps 13,2)... Cuando el monje haya remontado todos estos grados de
humildad, llegará pronto a ese grado de “amor a Dios que, por ser perfecto, echa
fuera todo temor”; gracias al cual, cuanto cumplía antes no sin recelo, ahora
comenzará a realizarlo sin esfuerzo, como instintivamente y por costumbre... sino
por amor a Cristo, por cierta santa con naturaleza y por la satisfacción que las
virtudes producen por sí mismas. Y el Señor se complacerá en manifestar todo
esto por el Espíritu Santo en su obrero.
"servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”