Comentario al evangelio del Lunes 03 de Septiembre del 2012
Anunciar el año de gracia
Nos metemos con Jesús en la sinagoga de Nazaret. Es sábado, y
Jesús se pone en pie para leer las Escrituras. Le toca un mensaje de gracia: llevar la buena noticia a los
pobres, libertad a los presos y oprimidos y anunciar el año favorable del Señor. Lo sorprendente es su
comentario: “Hoy se cumple esta palabra delante de vosotros” Él es el profeta, se identifica como el
consagrado para anunciar al pueblo tan buenas noticias, tiempos felices para los hombres.
Nos pueden sorprender las reacciones de sus paisanos de Nazaret. Tan volubles, tan humanas. De
entrada, se admiran de la belleza y autoridad de sus palabras; como tantas veces, la gente quedaba
seducida. Pero pronto aparecen las malas hierbas que crecen en el corazón humano, y de las que, con
frecuencia, habla Jesús, y todo se tuerce: la hipocresía, la envidia, la religión formalista, la imagen de
Dios manipulada, el pecado no reconocido, lo que sea.
Además, el profeta Jesús, en su mensaje y en sus proyectos, no cautivaba demasiado las expectativas
de la gente de su pueblo. Presentaba un proyecto, universal y de servicio, para pobres y cautivos que
no juzgaban adecuado a lo que les pertenecía por paisanaje.
¿Y nosotros? Acordándonos de la parábola del sembrador, sabemos con qué facilidad pasamos de una
acogida fervorosa de la Palabra al olvido y la actitud tibia con Jesús. (Y no pensemos en el rechazo o la
infidelidad).
Más sutil y más torcida sería la reacción de los que se niegan al Dios de la “gracia y liberación”. Y es
el Dios que nos revela Jesús. ¡Reacción que se da! Estiman que es un Dios de rebajas porque no se
insiste en el castigo, en la ira y en la desolación. ¿Cómo es posible la afición a tantas revelaciones
recientes con mensajes terribles que nos amenazan con mil castigos inminentes de Dios?
Qué bien estaría que nosotros, como seguidores de Jesús, fuéramos siempre anunciadores de “tiempos
de gracia”, de libertad, de perdón, de justicia. Y si acaso esto puede llevarnos a momentos de ser mal
mirados (¡ilusos, buenistas, dais armas al enemigo, ingenuos!) el Señor nos dirá la última palabra.
Conrado Bueno, cmf