Todo lo ha hecho bien
Tenemos dificultades para entender nuestro mundo, nuestra marcha,
nuestro ritmo. ¡Tanta riqueza, tantos recursos, tanta ciencia! Dios mío y
tanto dolor, sufrimiento, exclusión, sequedad, desesperanza… es como para
confundirse, cerrar los ojos y dejarse llevar en el vacío. Estamos llamados a
acunar de nuevo en nuestro interior la gozosa utopía de los principios
germinales de nuestra caminada.
A la Palabra creadora seguía la obra sorprendente que daba inicio al
cosmos, al orden, a la relación de seres que se comunicaban y se recreaban
en esplendor y belleza. Y, en liturgia coral, terminaba siempre el estribillo:
“Todo era bueno”. Isaías (primera lectura) nos arrebata y, con ojos y oídos
nuevos nos hace degustar la visión paradisíaca de un mundo que está en
nuestras manos para ser moldeado según la dimensión del corazón.
Santiago nos interroga sobre nuestro culto. Debe ser una mesa común, con
manteles que lleguen en igualdad de proporción, a todos y todas sin
miramientos, sin enajenaciones, sin espejismos. Allí donde sea la persona
humana y no sus atuendos lo que defina la pertenencia a la comunidad
celebrativa. Es el Dios humano y sencillo quien convoca.
El evangelio nos traslada de nuevo al primer parpadeo y al primer gozo en
visión y escucha del Génesis: “Y vio que todo era bueno”…Terminan las
sorderas, las miopías, las cobardías, entran en juego la acción y el
movimiento: “Todo lo ha hecho bien”. Es la liturgia de la vida que conjuga
Palabra y acción, fe y testimonio, lucha y esperanza.
Cochabamba 09.08.12
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com