XXII Domingo del Tiempo Ordinario B
Dt 4, 1-2.6-8; SaL 15; St 1, 17-18.21b-22.27; Mc 7, 1-8.14-15.21-23
«Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y
vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin
lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes
cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver
del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas
otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los
vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce. Entonces los fariseos y los escribas
preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la
tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?". Él les
respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la
Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos
de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos
humanos. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios por seguir la tradición de
los hombres". Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y
entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo;
lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del interior, del
corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las
fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los
engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino.
Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre".»
Las lecturas del presente domingo buscan responder a las preguntas: ¿En qué
consiste la religión auténtica? ¿Cuál es el culto verdadero? La primera lectura
manifiesta que la religión auténtica consiste en cumplir fielmente todos los
mandamientos del Decálogo. Jesucristo, en el evangelio, nos enseña que la Palabra
de Dios está por encima de las tradiciones y leyes humanas. Por tanto, la verdadera
religión está en el corazón del hombre, que escucha y pone en práctica la Palabra
de Dios. Así en la segunda lectura Santiago nos dirá que la religión pura e
intachable ante Dios consiste en el amor al prójimo, especialmente a los más
necesitados.
En la segunda lectura, se nos manifiesta la palabra de la verdad...”. Ahora su
palabra no solamente nos es comunicada como mandamiento, sino que ha sido
plantada en nosotros. Esta palabra está tan dentro de nosotros que debe ser, ahora
más que nunca, no solamente escuchada sino también llevada a la práctica, para
que la palabra viva del Padre produzca en nosotros un fruto divino, verdaderamente
digno de Dios. Jesús es el cumplimiento, no la abolición de la ley en nuestros
corazones, y sin embargo en este cumplimiento va más allá de lo que era la
fidelidad a la ley. La palabra que se nos dijo entonces desde fuera es ahora una
palabra implantada en nuestro interior.
La primera lectura se hace presente que las leyes de las naciones cambian según
las diversas situaciones o coyunturas históricas y se adaptan a las circunstancias; la
ley que Dios ha promulgado para Israel, por el contrario, es inmutable: “...No
aadáis nada a lo que os mando ni suprimáis nada...”; pues esta ley da la vida
eternamente válida de Dios. Porque la inteligencia propiciada por la ley de Dios no
es una simple cultura humana, sino una sabiduría del corazón que brota de la
obediencia a Dios. La inteligencia de Israel consiste en ser hechura de Dios.
En el evangelio debemos situar la amonestación de Jesús a los fariseos, en el
contexto del cumplimiento de la nueva ley: la ley en nuestro interior. La palabra
pronunciada por Dios se ha ido cubriendo de tantas prohibiciones, que se ha
convertido en una forma de culto a Dios totalmente vacía, por ello estas palabras
de Cristo son hoy tan actuales para los cristianos formalistas como lo eran entonces
para los fariseos. Jesús explicará lo que quiere decir de una manera drástica: los
alimentos que entran en el hombre desde fuera jamás le hacen impuro; más bien el
mal procede siempre de dentro del corazón, ya se quede en pensamiento o se
convierta en obra. Y es tanto más perverso que el mal provenga de un corazón en
el que la palabra viva, encarnada de Dios ha sido plantado como ley. Todo lo que
proviene de la palabra de Dios que habita en nuestros corazones y es inspirado por
ella, forma parte de lo que San Pablo llama “culto razonable o auténtico”, ya sea
expresado o tributado directamente a Dios o a los hombres en la vida cotidiana.
En la primera lectura, Moisés claramente expresa al pueblo: “...no añadirán nada a
aquello que Dios nos ha dado como norma...”, esta recomendacin de Moisés
aplicándola a nuestros tiempos podemos decir que la vida que Cristo nos ha
revelado, es un don que estamos llamados a vivir, y cómo podemos vivir este don
de Dios?, si somos fieles a todo aquello que Él nos ha revelado. En consecuencia la
vida cristiana no se puede convertir en un sincretismo de cosas, o sea añadir
verdades o conceptos, o darle una forma a la vida cristiana que no es aquella como
Cristo la ha revelado. Un ejemplo sería la palabra “Tolerancia” no entendida
correctamente dentro del sentido cristiano, que tantas veces se contrapone a lo que
es la corrección fraterna, o desdibuja el sentido de la misericordia y el perdón en la
vida cristiana. Si Dios a través de Moisés previno al pueblo de Israel de esta gran
tentación, cuanto más nosotros en nuestros tiempo por toda la corriente de
pensamiento agnóstica, nominalista existente que se tiende a interpretar o
presentar ambiguamente el sentido de la vida cristiana, y de esta realidad no
estamos libres incluso aquellos que estamos vinculados de manera muy estrecha en
la vida de la Iglesia. Las palabras de Moisés dirigidas al pueblo de Israel deben
resonar, de manera particular hoy día, fuertemente para nosotros.
El hecho que muchas veces pensamos que Dios está ausente de nuestra vida, no es
asi; es el mismo hombre quien se aleja de Dios, como hemos dicho anteriormente,
dejándose llevar por todo el oleaje de la mentalidad moderna; con esto no se
quiere decir que lo moderno es contrario al espíritu evangélico, pero sí que muchas
cosas que propone la modernidad son contrarias desde su fundamento con la vida
cristiana, como ejemplo podemos citar el hecho que hoy día se propongan los
matrimonios del mismo sexo o la elección libre del género. Esto indica que muchas
veces el hombre ante el embate de la modernidad piensa que para no quedarse
rezagado, debe entrar en la mentalidad actual y pensar, y obrar como ésta
mentalidad sugiere. Esta cercanía de la palabra de Moisés se refiere al hombre que
vive según como Dios desea, por ello que en el libro del Deuteronomio se habla de
dos caminos donde el escritor sagrado dice: “... hoy pongo delante de ti el camino
del bien y el camino del mal, el camino de la bendición y el camino de la maldición,
el camino de la vida y el camino de la muerte...”; por algo Cristo dice de sí mismo:
“... yo soy el camino, la verdad y la vida...; nadie va al Padre si no es por mí y
nadie viene a mí sin el Padre no lo atrae...”.
El Beato Papa Juan Pablo II nos dice: Jesús dijo entonces a los presentes: No
es lo que entra por la boca lo que hace impuro al hombre; pero lo que sale de la
boca, eso es lo que le hace impuro (Mt 15, 11). () Cristo ve en el corazn, en lo
íntimo del hombre, la fuente de la pureza -pero también de la impureza moral- en
el significado fundamental y mas genérico de la palabra. Esto lo confirma, por
ejemplo, la respuesta dada a los fariseos, escandalizados por el hecho de que sus
discípulos «traspasan la tradición de los ancianos, pues no se lavan las manos
cuando comen (Mt 15, 2) (Juan Pablo II, Audiencia General Significado antiguo
y nuevo de la pureza,10 de diciembre de 1980).
En la vida cristiana no se impone lo que Dios quiere, sino que llama a la obediencia,
por amor a El, que nos ama y nos perdona. En consecuencia cuando la vida
cristiana se vive como una imposición o una obligación lo primero que desaparece
de la vida del creyente es la caridad, la caridad con el prójimo, por eso el mismo
apóstol Santiago dice: “... no solamente escuchemos la palabras sino pongámosla
en práctica...”.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
poscarbalcazar@diocesisdelcallao.org