XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Padre Julio Gonzalez Carretti
DOMINGO
Lecturas bíblicas
a.- Dt. 4,1-2.6-8: Israel escucha los preceptos para que los pongan en
práctica y vivan y entren en la tierra prometida.
En esta lectura encontramos un discurso de Moisés, que prepara al pueblo para la
entrada en la tierra prometida y una vida feliz en ella. Es la mejor forma, que tiene
el autor sagrado, de poner fundamento al presente, trayéndolo el recuerdo del
pasado, para vislumbrar así, el futuro. Es una predicación de la ley orientada, hacia
los mandamientos y preceptos, que el predicador no quiere imponer, sino suscitar
el deseo de cumplirlos razonando, e insertándolos en la vida de los creyentes, como
camino de felicidad. El trípode: obediencia- ley- tierra prometida, se hace frecuente
en esta lectura. La tierra prometida adquiere así un valor histórico real y otro
teológico; en el primer caso, su valor está en que esa tierra prometida, cumplida,
alcanzada, es porque Dios habita en ella. La tierra se convierte en don y
compromiso para Israel. Situación que se repetirá para los judíos del exilio, cuando
tengan que reconquistarla a su regreso a Israel. La obediencia a la Ley, evoca el
acto de idolatría de una parte del pueblo en Baal Peor, lo que trajo muerte, en
cambio, a los obedientes, les trajo vida. Lo mismo hoy, la obediencia a la Ley trae
la dicha verdadera (cfr. Nm 25). Otra ventaja de la obediencia, es que hace sabios
y prudentes a los hombres. Israel, será admirada por las naciones, por su
sabiduría: saber lo que se es, lo que se quiere, hacia donde dirige sus pasos, he
ahí el comienzo de su sapiencia. Israel, está llamada a caminar con Yahvé, vía que
conduce al mismo Dios; Yahvé es su dicha y vida plena. Israel hace ese camino de
obediencia a la palabra de Dios, por ello, el acercamiento de Yahvé al hombre es
por los mandamientos, su voluntad y también del hombre a Yahvé, lo que posee su
carácter salvador en sus vidas. Es el camino recto y justo que Dios ofrece al
hombre para encontrarle en su devenir histórico.
b.- St. 1,17-18.21-22.27: Llevad la Palabra a la práctica.
El apóstol retoma el argumento de la prueba, pero resaltando la bondad de Dios
(cfr. Sant.1,13), porque afirma, que de lo alto no viene ningún mal, sino toda clase
de bienes: todo don y dadiva viene de Dios (v.17). El Padre de las luces, es
entendido como Dios Creador, de donde descienden todos los dones para el
creyente. Dios Creador de las lumbreras del cielo, es luz y fuente de todo
comportamiento moral. Solo bien y felicidad pueden proceder de ÉL. El apóstol,
afirma la inmutabilidad de Dios Creador de los astros y de la luz, no conoce
variación, como la de los astros, por ello los bienes provienen de Él y atribuirle la
procedencia de algún mal, es una verdadera blasfemia. Nuestra regeneración, es
prueba de la bondad divina; Dios es sobre todo Padre para nosotros, pues por su
voluntad nos engendró, es decir, nos dio a vida nueva de manera totalmente
gratuita, sin mérito de nuestra parte. Además de la vida natural, nos regaló la vida
sobrenatural de la gracia por medio del Bautismo, en especial a los judíos
convertidos, a quienes escribe el apóstol Santiago (cfr. Dt. 32,18). ¿Cómo se realizó
esta regeneración? Por la palabra de la verdad, es decir, por la predicación del
Evangelio, pero como obra poderosa y eficaz de Dios, ejecutora de la voluntad de
Dios. El Evangelio exige que no sólo lo escuchemos, sino que requiere la
cooperación de la voluntad del hombre, con tal que ayude a su salvación. La fe ha
de ir acompañada de las obras, y no sólo considerar que eran hijos de Abraham,
por ser judíos; Jesús había llamado necio al hombre que no pone en práctica su
palabra.
c.- Mc. 7, 1-8. 14-15. 21-23: Palabra de Dios versus tradiciones de los
hombres.
El evangelio, nos presenta un encuentro de los fariseos, que vienen de Jerusalén, a
encontrarse con Jesús, y observar, de algún modo, así su persona, como su
doctrina y obras. Los fariseos, como partido religioso, buscan sinceramente cumplir
con las prescripciones de la Ley de Moisés, para conseguir el favor divino y la
salvación en el futuro. Pretendían hacer de Israel un pueblo sacerdotal, de este
modo adelantar los tiempos mesiánicos. Su entrega a favor del pueblo, los hacía
respetables, pero en su celo, daban demasiada importancia los preceptos más
insignificantes. No sólo obedecían los mandamientos, sino una serie de preceptos,
que sus doctores, expertos, habían dado a lo largo del tiempo, interpretaciones y
acomodaciones a ley mosaica. Son lo que conocemos como “tradiciones de los
antepasados”, las que Jesús ataca en este pasaje evangélico. Encontramos en esta
pasaje dos partes: en la primera Jesús habla de las tradiciones rabínicas (vv. 1-
13), dirigida a los fariseos; y en la segunda (vv. 14-23), habla sobre lo puro e
impuro, esta vez, dirigida a todos sus oyentes. En el primer caso, se refiere a las
prescripciones purificadoras, que los sacerdotes ejercían en el santuario, pero que
querían extender a todo el pueblo para así preparar un pueblo sacerdotal. Esto trajo
como consecuencia, casi igualar el valor de la ley de Moisés a estas
interpretaciones, dándoles el mismo valor, lo que se convirtió en una pesada carga
para el pueblo (vv.5-8). No cumplir equivalía a ser considerado, como trasgresor de
la Ley (cfr. Jn. 7, 49). Este afán, hacía de los fariseos hombres muy piadosos, pero
duros y orgullosos, donde el amor misericordioso de Yahvé, parecía ausente de sus
vidas, por no necesitarlo (cfr. Mt. 23,23). Jesús les responde, a su requerimiento
sobre la actitud de los apóstoles, que no se lavaban las manos antes de comer, con
la fuerza de la palabra de Dios (vv. 6-8; cfr. Is. 29,13). Les reprocha su hipocresía
y contradicción entre lo que dicen, y el hecho de quebrantar la voluntad de Dios,
por quedarse en preceptos humanos. No se critica el lavarse las manos. Ellos
consideran un desprecio a las prescripciones de los antepasados, por parte de
Jesús y los suyos. Los profetas, habían criticado este culto externo a Dios,
exhortando a una conciencia limpia y recta, no un culto de labios afuera, sin
corazón, cimentado en tradiciones humanas, y no en el mandamiento divino. No se
critica tampoco el culto en sí, sino sólo el culto vacío de contenido espiritual y
moralmente infecundo (cfr. Rm.12,1; 1Pe.2,5). Jesús les pone por ejemplo, como
un precepto humano, la tradición del korbán, con el cual se trasgredía el cuarto
mandamiento de la ley de Dios (vv. 9-13; cfr. Ex.20,12; 21,17; Dt.5,16; ). Esta
tradición consistía, en que el individuo podía consagrar sus bienes a Dios, diciendo:
“Sea esto ofrenda sagrada” y eludir la obligación de sustentar a sus padres. Al
pronunciar la formula korbán, sobre ellos, un resquicio legal, por la cual retenía la
posesión de esos bienes, incluso en desmedro de los progenitores y otros parientes.
Este resquicio, permitió que se impidiese la posesión de los bienes, que luego, no
se entregaban jamás al templo. Jesús denuncia esta actitud, donde primaba la
tradición humana, por sobre la palabra de Dios; pone el precepto del amor, por
sobre holocaustos y sacrificios, no permitiendo la supresión de los deberes para con
los progenitores (cfr. Mt. 12,33). Con esta resolución, Jesús deja en claro, que Dios
es amor y quiere amor al prójimo, con el que ÉL mismo es amado. Amar a Dios y al
prójimo, supera con creces todo legalismo religioso (cfr. Mt.1,22; 16,6-9; 12,30).
En la segunda parte, Jesús habla a la gente del pueblo, acerca de lo puro e impuro
(vv. 14-23), tema al que los fariseos daban gran importancia, aunque no lo
menciona explícitamente, se refiere a los alimentos, que entran en el hombre. Los
alimentos los dividían en puros e impuros (cfr. Lev.13, 1-31; Dt. 14, 3-20). Más
importante para ÉL, es lo que sale del hombre, lo que verdaderamente, hace
impuro al hombre (cfr. Lev.11-15). Del corazón humano, nacen malas acciones y
vicios, con lo que enseña, que el acto moral está cimentado en la decisión conciente
del hombre, con lo que introduce lo religioso, en el campo de la moralidad, dándole
así mayor interioridad a la misma. Sigue un catálogo de trece vicios o actitudes
negativas, los siete primeros en plural, los otros en singular, lo que viene a
demostrar, hasta dónde puede llegar la maldad humana (vv. 21-22; cfr. Sal.10,3;
14,1; Lc.12,20). Con este pasaje, Marcos conserva un pasaje esencial sobre la
doctrinal moral de Jesús, pero también, el profundo conocimiento del corazón
humano que tiene el Señor. Este texto, nos presenta el corazón humano, lo interior
del hombre, su conciencia o como enseña Jesús: el corazón del hombre, como
fuente del acto moral, bueno o malo. Si el corazón del hombre es limpio y puro,
como de un manantial, brotarán los buenos pensamientos y las acciones buenas.
Santa Teresa de Jesús, avisa sobre la importancia de los confesores y directores
espirituales que sean santos y doctos. “Así que importa mucho ser maestro avisado
digo de buen entendimiento y que tenga experiencia; si con esto tiene letras, es
grandísimo negocio; mas, si no se pueden hallar estas tres cosas juntas, las dos
primeras importan más, porque letrados pueden procurar para comunicarse con
ellos cuando tuvieren necesidad. Digo que a los principios, si no tienen oración,
aprovechan poco letras. No digo que no traten con letrados, porque espíritu que no
vaya comenzado en verdad, yo más le querría sin oración, y es gran cosa letras,
porque éstas nos enseñan a los que poco sabemos y nos dan luz, y llegados a
verdades de la Sagrada Escritura, hacemos lo que debemos. De devociones a bobas
nos libre Dios.” (Libro de la Vida 13,16).