Profetas de esta nueva era.
2012-09-03
Evangelio
Del santo Evangelio según san Lucas 4, 16-30
En aquel tiempo, Jesús fue a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga,
como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se
le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que
estaba escrito: * El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para
llevar a los pobres la Buena Nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la
curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia
del Señor.*
Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los
asistentes a la sinagoga estaban fijos en Él. Entonces comenzó a hablar, diciendo:
«Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura, que ustedes acaban de
oír».
Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían
de sus labios, y se preguntaban: «¿No es éste el hijo de José?»
Jesús les dijo: Seguramente me dirán aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo, y
haz aquí, en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído que has hecho
en Cafarnaúm”.
Y añadió: «Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en
Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres
años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna
de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón.
Había muchos leprosos en Israel, en tiempos’ del profeta Eliseo; sin embargo,
ninguno de ellos fue curado sino Naamán, que era de Siria».
Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose,
lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta una barranca del monte, sobre el que
estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero Él, pasando por en medio de
ellos, se alejó de allí. Palabra del Señor.
Oración introductoria
Jesús, concédeme iniciar esta meditación con una actitud abierta y dócil para poder
escuchar y percibir tu presencia. No quiero ser un pasivo espectador, con un
corazón duro y ciego, insensible y mediocre porque estoy hecho para ser el reflejo
de tu amor. Quiero reconocerte en todas las personas que hoy podría, por amor a
Ti, servir.
Petición
Dios mío, dame la gracia de reconocerte y amarte más el día de hoy.
Meditación
Profetas de esta nueva era.
«La efusión del Espíritu de Cristo sobre la humanidad es prenda de esperanza y de
liberación contra todo aquello que nos empobrece. Dicha efusión ofrece de nuevo la
vista al ciego, libera a los oprimidos y genera unidad en y con la diversidad. Esta
fuerza puede crear un mundo nuevo: puede “renovar la faz de la tierra”. Fortalecida
por el Espíritu y provista de una rica visión de fe, una nueva generación de
cristianos está invitada a contribuir a la edificación de un mundo en el que la vida
sea acogida, respetada y cuidada amorosamente, no rechazada o temida como una
amenaza y por ello destruida. Una nueva era en la que el amor no sea ambicioso ni
egoísta, sino puro, fiel y sinceramente libre, abierto a los otros, respetuoso de su
dignidad, un amor que promueva su bien e irradie gozo y belleza. Una nueva era en
la cual la esperanza nos libere de la superficialidad, de la apatía y el egoísmo que
degrada nuestras almas y envenena las relaciones humanas. Queridos jóvenes
amigos, el Señor os está pidiendo ser profetas de esta nueva era, mensajeros de su
amor, capaces de atraer a la gente hacia el Padre y de construir un futuro de
esperanza para toda la humanidad» (Benedicto XVI, 20 de julio de 2008).
Reflexión apostólica
«En la oración no basta con reflexionar o contemplar. La meditación, como se dijo,
es ante todo un diálogo con Dios. Es necesario, por tanto, entrar en una relación de
corazón a Corazón, escuchando a Dios en lo profundo del alma y explayándose con
Él en una verdadera conversación llena de fe y amor» (Manual del miembro del
Movimiento Regnum Chrisit , n. 228).
Propósito
Ser un mensajero del amor de Dios, a través de la solicitud y la caridad con las que
trate a los demás.
Diálogo con Cristo
Padre Santo, ¿por qué tanta cerrazón y dureza de corazón? Tú siempre dispuesto a
darme todo lo que me puede llevar a la santidad y yo pretendiendo ser el
protagonista principal en vez de darte el lugar que te corresponde en mi vida.
Gracias, Señor, por el don de mi fe que me lleva a reconocerte en el amor, en el
ejercicio continuo de la caridad. Ayúdame a ser santo desde ahora para aprovechar,
así, la fe que me has dado.
«Sean dóciles a las inspiraciones del Espíritu Santo y para ello estén atentos,
creando en sus corazones un clima de silencio, ya que su voz es suave»
( Cristo al centro, n. 821).