DOMINGO XXIII. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B.
Mc. 7, 31-37
Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de
Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además,
hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. El,
apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su
saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le
dijo: «Effatá», que quiere decir: «¡Abrete!». Se abrieron sus oídos y, al
instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús
les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto
más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían «Todo lo
ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»
CUENTO: EL FLAUTISTA Y EL PORDIOSERO
Un día apareció un hombre que tocaba la flauta de manera tan exquisita
que encantaba a todo ser animado que escuchaba el dulce acento de sus
melodías. A escucharlo acudían todo tipo de personas y animales, y se
agolpaban en la plaza para escuchar el divino y sonoro, pero oculto mensaje
de la música del flautista. Un día, un joven, que conocía a un anciano del
pueblo que era sordo y que pedía limosna en las afueras del pueblo, quedó
sorprendido de que día a día, aquel anciano acudiera a la plaza para ‘oír’ al
flautista. No aguantando la curiosidad, escribió unas preguntas al
pordiosero: - ¿Qué vienes a hacer aquí si tú no puedes escuchar? ¿Qué te
extasía tanto si tú no puedes apreciar lo que él toca?. Aquel pordiosero, con
dificultad en el hablar, contestó: - Mira el centro de la plaza, alza la vista,
¿qué ves? - Una cruz, respondió el joven. Y el pordiosero le contestó: - Es la
cruz de Cristo que se alza sobre la cúpula de la vieja Iglesia. Me extasía no
escuchar nada y soñar que algún día, la música de la verdad crucificada,
fascine y cautive a los hombres. Cuando se reúnen en la plaza, sueño que
venzan su sordera espiritual y su ceguera, y que la música del mundo no los
encante como serpientes y sean capaces de dejarse conquistar por la
música del cielo. Sordo no es el que no percibe sonidos, sino el que no es
capaz de percibir y soportar la música del amor y la verdad. Vosotros oís,
los que oyen utilizan el tímpano; yo escucho, los que escuchamos utilizamos
el corazón».
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Los profetas de Israel usaban con frecuencia la « sordera » como una
metáfora provocativa para hablar de la cerrazón y la resistencia del pueblo
a su Dios. Israel « tiene oídos pero no oye » lo que Dios le está diciendo. Por
eso, un profeta llama a todos a la conversión con estas palabras: « Sordos,
escuchad y oid ». En este marco, las curaciones de sordos, narradas por los
evangelistas, pueden ser leídas como "relatos de conversión" que nos
invitan a dejarnos curar por Jesús de sorderas y resistencias que nos
impiden escuchar su llamada al seguimiento. En concreto, Marcos ofrece en
su relato matices muy sugerentes para trabajar esta conversión en las
comunidades cristianas.
El sordo vive ajeno a todos. No parece ser consciente de su estado. No hace
nada por acercarse a quien lo puede curar. Por suerte para él, unos amigos
se interesan por él y lo llevan hasta Jesús. Así ha de ser la comunidad
cristiana: un grupo de hermanos y hermanas que se ayudan mutuamente
para vivir en torno a Jesús dejándose curar por él. La curación de la sordera
no es fácil. Jesús toma consigo al enfermo, se retira a un lado y se
concentra en él. Es necesario el recogimiento y la relación personal.
Necesitamos en nuestros grupos cristianos un clima que permita un
contacto más íntimo y vital de los creyentes con Jesús. La fe en Jesucristo
nace y crece en esa relación con él.
Jesús trabaja intensamente los oídos y la lengua del enfermo, pero no
basta. Es necesario que el sordo colabore. Por eso, Jesús, después de
levantar los ojos al cielo, buscando que el Padre se asocie a su trabajo
curador, le grita al enfermo la primera palabra que ha de escuchar quien
vive sordo a Jesús y a su Evangelio: « Ábrete ».
Es urgente que los cristianos escuchemos también hoy esta llamada de
Jesús. No son momentos fáciles para su Iglesia. Se nos pide actuar con
lucidez y responsabilidad. Sería funesto vivir hoy sordos a su llamada,
desoír sus palabras de vida, no escuchar su Buena Noticia, no captar los
signos de los tiempos, vivir encerrados en nuestra sordera. La fuerza
sanadora de Jesús nos puede curar.
¡QUE SEPAS ESCUCHAR, VER, HABLAR DESDE EL CORAZÓN!