¿Me ves de luto y me traes mariachis?
Domingo 25 ordinario 2012 B
¿Cuándo comenzó el calvario para Cristo? No queremos remontarnos hasta el
momento de su Encarnación o de su nacimiento. Queremos suponer que fue desde
el día siguiente de la multiplicación de los panes y los peces, cuando la gente lo
abandonó pues no quisieron aceptar el nuevo alimento que Cristo les daba, el Pan
del Cielo. Cuando las gentes se fueron, Cristo entendió que su actuación tendría
que tener un viraje radical. Comprendió que sus apóstoles merecían una mayor
atención, dado que ellos continuarían su misión y de hecho, igual que para él,
vendrían grandes días de tribulación. De eso nos habla el texto de San Marcos que
estamos considerando. Cristo vuelve a hablar de muerte y también de su
resurrección, pero ahora lo hace sólo a sus apóstoles, lejos de las gentes que ya no
estaban con él. Pero dolorosamente, mientras él llevaba la gran preocupación de
caminar a Jerusalén donde seria aprendido, apaleado y muerto, los discípulos, iban
preocupados por su prestigio personal, y acaloradamente discutirían quien era más
grande entre ellos. No sólo dejaban solo al Maestro con sus consideraciones, sino
que tenían miedo de preguntarle sobre eso que no aceptaban, su muerte, y eso que
definitivamente no entendían, su resurrección.
Dos errores garrafales, discutir sobre su prestigio personal, y no decidirse a aclarar
de una vez por todas con Cristo Jesús sobre el destino que le esperaba y lo que
ellos mismos podían esperar. Querían esconder la cabeza, igual que lo hacemos
muchos cristianos, que andamos preocupados por las cuestiones económicas o
sociales o políticas y tenemos miedo y hasta pánico de que Cristo intervenga en
nuestras decisiones y en nuestras instituciones, Preferimos pensar que nosotros
solos podremos arreglar las situaciones de la vida, sin pensar en los intereses que
el Señor tiene en nuestras vidas, que no son otras sino el deseo de paz, de armonía
y de cordialidad entre nosotros los hombres.
Cuando llegaron al fin del camino, Cristo los llamó a cuentas, y habiendo confesado
vergonzosamente su inútil discusión por el camino, él los instruyó bondadosa pero
enérgicamente sobre los misterios del Reino: “El que quiera ser el primero que sea
el último de todos y el servidor de todos”. Y a continuación puso en medio de ellos
a un niño, instándolos a hacerse como él, no tanto por la inocencia y el candor que
tienen los niños, sino en el abandono y la confianza que manifiestan, pues lo
aceptan todo sin cálculos, sin demasiados porqués, al contrario de los adultos que
constantemente se muestran vacilantes, complicados y en continua búsqueda de
excusas y justificaciones. Para entrar en el Reino hay que ser así, disponibles
confiados, simples, abandonados a la fe precisamente con la sencillez de los niños.
De la misma manera que Cristo su maestro, la Iglesia tiene que vivir hoy de cara a
la entrega, a la generosidad, ocupada única y exclusivamente en las cosas del
Señor. Esto lo expresa el Papa Benedicto XVI en el documento Porta Fidei.
“La Iglesia continúa su peregrinación “en medio de las persecuciones del
mundo y de los consuelos de Dios”, anunciando la cruz y la muerte del
Señor hasta que vuelva (cf. 1 Co 11, 26). Se siente fortalecida con la fuerza
del Señor resucitado para poder superar con paciencia y amor todos los
sufrimientos y dificultades, tanto interiores como exteriores, y revelar en
el mundo el misterio de Cristo, aunque bajo sombras, sin embargo, con
fidelidad hasta que al final se manifieste a ple na luz ”.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios
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